Más que dolores de familia

Dolores Etchevehere flameando la bandera de Artigas junto a sus compañeros

¿Cuál es el contexto en que una agrupación de campesinos sin tierra reescribe la historia de una familia patricia y sanguinaria de Entre Ríos? ¿El Proyecto Artigas es un proyecto aislado? José Luis Castillo, director nacional de Fortalecimiento para las Organizaciones Campesinas, nos guía en una lectura de esta no ficción argentina

Por Fidel Maguna

Una novela argentina

“En mi familia se compra sin plata. Siempre. Nunca se pagó un precio como corresponde, ni al trabajador rural, ni a la niñera, ni a nadie. Cuando hay un buen negocio se cierra con un whisky. Las tierras de la escuela los Etchevehere las consiguieron a punta de pistola…”

Esta frase, que parece el comienzo de un relato de Rodolfo Walsh o de Ricardo Piglia, la dijo en una reciente entrevista al diario Página/12 Dolores Etchevehere. La comparación entre este testimonio y la literatura puede permitirse porque la historia de la familia Etchevehere está compuesta por los grandes temas que configuraron la política y la novela argentina del siglo XX: inmensas extensiones de tierra fértil, armas de fuego, sangre de gauchos e indígenas, viriles hombrecitos de campo, un oscuro patriarca tomando whisky con políticos y militares, la prensa, la mujer marginada, la peonada tratada como ganado.

Pero esto no es literatura y tampoco es el siglo XX. Esta historia es una historia real, que sucede en el presente y parece estar compuesta por los mismos temas, sólo que ahora los hombrecitos de campo sucedieron al patriarca muerto, las viejas escopetas Rémington son armas de última generación, la hermana marginada ahora está en el centro de la escena y parte de esa peonada tratada como ganado ocupa cargos en el Ministerio de Agricultura de la Nación.

Una familia argentina

El patriarca Luis Lorenzo Etchevehere,
gobernador de Entre Ríos entre 1931 y 1935

Dolores Etchevehere, la mujer en el centro de la escena, es bisnieta de Luis Lorenzo, ex gobernador de Entre Ríos y fundador del diario El Diario de Paraná; nieta de Arturo, presidente del Banco de Entre Ríos y candidato a vicepresidente de Aramburu en 1963 (“En Paraná los mayores de 60 años recuerdan a ‘Don Arturo’ sentado en un sillón de mimbre, en la vereda de Urquiza y Buenos Aires -frente a El Diario- tomando mate cebado por un ‘sirviente negro’ que tenía”[1]); hija de Luis Félix Etchehevere, dueño de más de 5000 hectáreas y director hasta su muerte del diario fundado por su abuelo; hermana de tres “productores” rurales, entre los que se destaca Luis Miguel, presidente de la Sociedad Rural Argentina entre 2012 y 2017 y ministro de Agroindustria durante los últimos años de gestión de Mauricio Macri.

Estos son sus vínculos de sangre y lo justo sería limpiar de un plumazo el nombre de los exponentes de esta “institución de Entre Ríos”,  como los definió el diario La Nación, y decir: Dolores Etchevehere es una periodista y militante argentina que acaba de donar el 40% de su herencia al Proyecto Artigas (fundado junto al abogado y militante social Juan Grabois), un proyecto que aseguran busca construir desde “un modelo agrario sostenible, libre de agrotóxicos y explotación”, compuesto por un grupo de campesinos sin tierra, militantes y organizaciones ambientales.

Las armas

La historia de la sangre y la tradición familiar no pueden borrarse de un plumazo, sostienen los hermanos Etchevehere y otros grandes terratenientes de Entre Ríos, propietarios de campos y de apellidos ilustres. Sergio Winitzky, otro patriarca de la zona, sumó una línea de diálogo a esta no ficción que se sigue escribiendo en la Argentina del siglo XXI:

“Yo llevo absolutamente a todo el personal de mi campo y perdé cuidado que más de uno se sale de la vaina por ir armado” dijo Winitzky la semana pasada, cuando Dolores y sus compañeros del Proyecto estaban empezando a cultivar las primeras verduras en la estancia Casa Nueva, unos 150 km al norte de la ciudad de Paraná.

Como se ve, las armas de fuego, como todo en esta historia, no pertenecen sólo al pasado o a la ficción, ni son sólo una amenaza para la libertad del Proyecto Artigas.

Los “negociadores” enviados a Casa Nueva

El contexto

Lo narrativamente atractivo de la historia familiar, su tono literario, la homogeneización entre la política íntima de una mujer marginada por una familia patricia y una política social de trabajadores marginados por grandes terratenientes, hacen, entre otras cosas, que el Proyecto Artigas irrumpa en la tapa de todos los diarios del país. Como se dijo, esto no es literatura, y para una mejor lectura de su alto valor simbólico no deberíamos dejar por fuera un contexto real y cotidiano.

¿Cuál es el contexto, entonces, en que un grupo de campesinos sin tierra reescribe la historia de una familia patricia y sanguinaria de Entre Ríos? ¿Por qué la respuesta de los hermanos Etchevehere y sus amigos se sostiene en las armas?

Para tener una respuesta, Revista Belbo llamó a José Luis Castillo, trabajador rural, miembro hace treinta años de Obreros del Surco, el movimiento que agrupa a familias ganaderas, pescadoras y huerteras del norte de Santa Fe y, desde diciembre, director nacional de Fortalecimiento y Apoyo para las Organizaciones Campesinas.

José Luis Castillo sostiene que para entender este contexto hay que partir de la inminente reglamentación de la Ley 27.118 de Reparación Histórica de la Agricultura Familiar para la Construcción de una Nueva Ruralidad en la Argentina. A continuación, en cursiva, su testimonio.

José Luis Castillo, director nacional de Fortalecimiento y Apoyo para las Organizaciones Campesinas

Muchísimos Proyectos Artigas

Venimos trabajando la Ley de Reparación Histórica. Lo que interpretamos de la Ley, después de leerla varias veces, es eso: reparación histórica. Después se puede llamar “reforma agraria”, se puede llamar de otras formas, pero me parece que apuntamos a eso. Sabemos que viene avanzando no solamente el proyecto de Ley en el Ejecutivo, sino, también, madurando en las organizaciones y en los productores campesinos indígenas de la agricultura familiar.

Me parece que eso es lo que hace que hoy aparezca el Proyecto Artigas, que es un proyecto innovador por la forma de ser y por la forma en que aparece en ese lugar. Pero no es nuevo, yo creo que hay muchísimos proyectos Artigas a lo largo y ancho de nuestro país, montones de proyectos de agricultura familiar, campesina e indígena que hoy empezaron a generar divisas:  somos concientes de que estamos alimentando a nuestro pueblo, porque con la pandemia se activó esta necesidad de cercanía. Y ahí están circulando nuestras producciones locales. Actualmente estamos aportando un porcentaje muy importante al consumo local y ni hablar la mano de obra: se está generando muchísimo trabajo porque hemos aumentado el consumo en los pueblos.

“El muchacho” Luis Miguel Etchevehere

Al hermano (Luis Miguel Etchevehere) a mí me tocó vivirlo como ministro de Agroindustria de la Nación, cuando yo participaba de la REAF (Reunión Especializada de Agricultura Familiar): a nosotros nos tocó vivir y fumárnoslo a este muchacho, y cuando estoy diciendo fumárnoslo estoy diciendo que ha destruido una estructura extraordinaria que nos llevó más de quince años construir. Todo el trabajo que teníamos este hombre lo ha destruido siendo ministro. Porque él sabía que tenía que destruir eso que nos había costado un montón de años. Afortunadamente para nosotros, rápidamente volvimos a recuperar este espacio, casi a pata, sin vehículo, casi sin oficina, incorporando ya un montón de profesionales. Estos locos no fueron tontos, estos locos le dieron a fondo para que nos cueste, justamente, reactivarnos.

Juan Grabois y Dolores Etchevehere

Es muy novedosa la forma de ser de Dolores Etchevehere, me parece que eso es para aplaudir. Y aparece esta persona que para mí es distinta, que es Juan Grabois, con quien me tocó compartir varias reuniones en la mesa de articulación. Es una persona distinta que desde su lugar de abogado ve de otra forma la justicia. Afortunadamente para Dolores me parece que hay una buena organización como el MTE (Movimiento de Trabajadores Excluidos) acompañando a quienes sentimos como hermanos y un profesional de la talla de Juan Grabois. Esto nos da la esperanza de que tengamos una justicia con una mirada distinta.

La reacción de los patrones

Hace un año yo estaba del otro lado, con el Consejo Nacional de la Agricultura Familiar, sosteniendo los logros obtenidos y puedo decir que a mí me tocaron los dos peores ministros, Ricardo Buryaile y después Luis Miguel Etchevehere, que no nos atendieron nunca, gente que quería destruír. En cambio con Luis Basterra nos hemos sentado no sé cuántas veces como organización, como militancia, a discutir de igual a igual qué artículo era prioritario en la Ley, si era prioritaria la reglamentación, si era prioritario el presupuesto… Es para reconocer este espacio inicial que dio dentro de la Secretaría ahora con la creación de la Dirección de Agroecología. Estas cosas me parece que son logros que explican esta reacción de Luis Etchevehere y por eso todos los patrones empezaron a actuar.

–A la patronal se la ve asustada.

No sólo asustada. Ellos no se quedan con miedo, ellos actúan. No les importa hacer daño, no les importa la Justicia, no les importa lo que dice el juez. Ellos se sienten patrones, van para adelante. Nos ven en actividad, en especial al compañero Miguel Gómez, que es militante de la organización que hoy está conduciendo la Secretaría de Agricultura Familiar rodeado de un montón de dirigentes campesinos, indígenas. Eso me parece que es lo que hace que los patrones actúen de esta forma. Pero para nosotros es normal, porque así actuaron en el Ministerio, así destruyeron una parte de la Secrearía de Agricultura Familiar, y son concientes de eso.

No es menor la amenaza de uso de armas de fuego.

Siempre fueron así. Amenazan con armas, amenazan al presidente, amenazan al Estado, al Gobierno, quieren mezclar todo. Etchevehere es tan parecido a Macri… Pero hoy está afuera del Estado, es un pobre tipo con el apellido Etchevehere y nada mas. No es ministro, no tiene responsabiliad legislativa… Hoy sólo está jugando con su apellido y con su patota. Pero así y todo desafían al poder Judicial, al Ejecutivo, no quieren reconocer una derrota electoral, no quieren entender que estamos en el gobierno porque hemos ganado la elección.

El peón rural

Yo creo que con la gestión que llegó en diciembre del año pasado se renovaron las esperanzas del mundo campesino rural, del mundo campesino indígena. Tanto para los que estamos insertos en un modelo de agricultura familiar como para el trabajador rural en relación de dependencia, que también tiene sueños y esperanzas hoy con esto. Si bien, lamentablemente, sigue sujeto a patrones que nosotros, hace rato, dejamos de tenerlos…

Yo no fui peón de Etchevehere (¡gracias a dios!) pero fui trabajador de los patrones cuando era chango, cuando tenía 20 años. Y cuando yo suelto eso… hoy tenemos 10 hectáreas, tenemos el tractorcito, tenemos trabajando con nosotros 40 familias y vos te das cuenta que la vida ha cambiado, que nadie es patrón, que todos nos pelamos el lomo. Esto te ha cambiado, te ha dado libertad, independencia, todo, y ahora vos podés hacer ayuda mutua, y antes no, porque con los dos pesos con cincuenta que vos ganabas, ¿a quién vas a ayudar? En las organizaciones esto se da de forma automática.

Yo creo que por eso Dolores está rodeada de este tipo de trabajadores que entiende que si esta oportunidad se concreta ellos pasan a tener un trabajo en ese predio, el trabajo tan anhelado que quién de nosotros no quiere tener… Yo te digo esto porque nosotros lo hemos logrado y en estos 20 años hoy podemos decir que 25 familias han encontrado un laburo y un ingreso primario en este espacio, con el sólo hecho de formar parte de una organización social. Se empieza a ver que las posibilidades de las políticas públicas no eran solamente para los Vicentín, sino para todos los argentinos. Me parece que ahí es a donde te cambia la vida.

Primero tuve que entender que yo era el que sabía sembrar, el que sabía cultivar, y que mi patrón seguramente sabía mucho menos que yo. Él sólo era el dueño de la tierra y tenía la billetera para pagarme, pero el que tenía que ver cuándo se levantaba el algodón, cuándo lo entregábamos, cuándo se cortaba la caña de azúcar, cuándo la entregábamos, cuando teníamos que sembrarla, esos eramos nosotros. Yo lo entendí rápidamente, pero me costó más hacerle entender a mis pares qué eramos nosotros. Ahora nos miramos a la cara y decimos qué boludos, por qué no entendimos antes, pero bueno, más vale tarde que nunca. Hoy poseemos, varios de nosotros, un pedacito de tierra que no teníamos y de ahí está garantizada la comida, el ingreso y esta libertad de salir de depender de un patrón.


[1] Relato del periodista Cristian Pedro Bork

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  1. juliocartei dice:

    Ta bueno el artículo. Sólo habría que aclarar que las declaraciones del funcionario de fortalecimiento forman también parte de la “novela” referida. De nuevo, ¿alguien cree sinceramente que los patrones están “preocupados” por la tarea de una dirección que apoya a campesinos indígenas? Sin desmerecer, no creo que tengan un peso tan decisivo ni sean una amenaza. Además, me parece un exceso grosero decir que con la agricultura popular, familiar, alternativa “estamos alimentando a nuestro pueblo”. Otra pregunta: ¿alguien sabe si se pueden obtener cifras ciertas, cantidades, impactos de esas políticas? Estuvieron -según el entrevistado- quince años trabajando al respecto y más allá del desinterés del gobierno anterior, algo tuvo que quedar para la gente: con ese tiempo es de suponer que hayan alcanzado capacidades y autonomía, cuestión que me parece debería ser lo importante. Aquí en Mendoza, la agricultura familiar se limitó a reuniones, intentos muy pequeños de ferias, intercambios y alguna que otra buena idea, que carecieron de continuidad y se cayeron al poco tiempo. Por supuesto, fueron vendidas con bombos y platillos como si se tratara de Chiapas. En esta novela argentina, la gente sigue quedando afuera.

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