El intercambio completo entre Bayer y Verbitsky

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En el año 2002 Osvaldo Bayer fue entrevistado por el diario Río Negro. En esa ocasión hizo referencia a Horacio Verbitsky, quien Un mes después le respondió con una carta aparecida en el diario río negro. A partir de esa respuesta se dio un nuevo ida y vuelta, que ahora, casi 20 años después, cobra una nueva relevancia debido a la publicación, en algunos medios digitales, de una de las cartas de Bayer, sin mención a su contexto.

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Cosas que me pasaron, entrevista a Osvaldo Bayer del 9 de noviembre de 2002, Diario Río Negro.

La nota completa de Susana Yappert y Carlos Torrengo puede leerse acá. Recortamos las citas en las que refiere a Horacio Verbitsky.

(…)

— ¿Cuánto tiempo estuvo preso y de qué lo acusaban?

— Ahí dos días, en cuanto a la acusación nunca la supe…A los dos días vino un oficial y gritó: «Bayer usted se va preso a la cárcel de mujeres»…Los otros presos me miraron desconfiados y yo, bueno…cualquier cosa pero que a uno no le toquen la virilidad…» ¿Por qué a la cárcel de mujeres?», pregunté. «¡Porque no merece ir a una cárcel de hombres!», me respondió, más desconfiados me miraron y fui a parar a la cárcel de mujeres. Estuve preso dos meses en la cárcel de Riobamba, que era para prostitutas y mecheras…pero no había ninguna porque las habían trasladado a la calle Humberto Primo…las cárceles de hombres estaban saturadas…Pasé vergüenza…me escribían periodistas extranjeros y tenían que poner: «Osvaldo Bayer, Cárcel de Mujeres de Buenos Aires»…¡En fin!…Me pasé 63 días ahí…

—Usted era periodista de Clarín… había ingresado en el 59 y esto sucedía en el 63. Era, además, una injusticia lo que estaba pasando con usted. ¿Y Clarín no hizo nada?

— Nada.

— ¿Y entonces?

— Volví al diario y me senté como todos los días en mi lugar…Los lunes venía Noble y se paseaba por redacción…como un estanciero…Toda una especie de gran señor. Un día se detuvo en mi escritorio y yo me dije «soné» y me preguntó: «¿Osvaldo Bayer?», «Sí» le dije. Me miró y me dijo: «Usted va a ir a la mesa de redacción», que era el lugar donde estaban todos los jefes. «No doctor, no puedo ir ahí porque yo soy de izquierda»…Me miró y me dijo: «Por eso mismo quiero que vaya ahí…me dijeron que mi mesa de redacción es de derecha, y por eso irá ahí y será jefe de política y fuerzas armadas»…y bueno, de la cárcel al rango de secretario de redacción. Y ahí me quedé…me fui del diario en el 73

— ¿Por qué?

— Todo comenzó tras la muerte de Noble, en el 69. A partir de ese momento, Frigerio manejó la línea editorial del diario. Con el correr del tiempo, Frigerio incorporó a la redacción a miembros de los Montoneros, todo porque tenía un plan político. Frigerio estaba convencido de que con la vuelta de Perón, los Montoneros iban a facilitar todo. Así entraron los montoneros Horacio Verbitsky y Luisito Guadani, quien está desaparecido. Y entraron como si fueran comisarios comunistas. Me mandaron al suplemento literario, al cual le puse el nombre que hoy mantiene: Cultura y Nación.

—¿Lo empezaron a apretar?

— En su momento, los montoneros también vinieron por el suplemento literario, lo querían para sus intelectuales. Lo hicieron de la siguiente manera: yo cerraba el suplemento a las cinco de la tarde, y me iba. Venían ellos y me levantaban el plomo de algunas notas y ponían notas de ellos…El encargado de esa operación era Verbitsky…¡Nunca se lo voy a perdonar a Horacio!…El sabe muy bien… me saluda pero me raja. En términos de Arlt, era «un turrito»… Yo me cansé, lo fui a ver a Octavio Frigerio, que como hijo de Rogelio también mandaba en Clarín. «Así no puede ser, podrían avisarme que van a cambiar algo… cambiame de sección», le dije. Octavio, muy cínico, se sonreía. «¿Y qué querés hacer?», me preguntó. «Quiero ir pueblo por pueblo en la provincia de Buenos Aires y hacer notas. Dame un auto y un fotógrafo». Aceptó y arranqué. Hice 27 notas, que no publicaron nunca. Volví, lo fui a ver a Octavio y le dije «me voy, aprendí la lección». Se sonrió y me respondió: «Es lo que estábamos esperando»… ¡Un cínico!… Y me fui de «Clarín»…

(…)

2

En respuesta a Osvaldo Bayer, por Horacio Verbitsky,
26 de diciembre de 2002

Un reportaje al escritor Osvaldo Bayer publicado en su diario el 9 de noviembre contiene referencias equivocadas a mí.

Afirma que ingresé al diario Clarín como parte de un plan político de Frigerio, quien «incorporó a la redacción a miembros de los Montoneros, convencido de que con la vuelta de Perón éstos iban a facilitar todo».

No es cierto. Cuando ingresé a Montoneros iba por mi tercer año en Clarín, donde empecé a trabajar en 1971. En esa época no militaba en Montoneros sino en las FAP, una pequeña organización cuyo rasgo central era una afirmación dogmática según la cual «Perón no vuelve».

Dice que Luis Guagnini y yo entramos al diario «como si fueran comisarios comunistas. Me mandaron al suplemento literario».

Guagnini y yo fuimos redactores de la sección política, con autoridad apenas para decidir nuestras propias notas. Pasábamos el día en la calle buscando información y sólo un par de horas en la redacción, escribiéndolas.

Según Bayer «los Montoneros también vinieron por el suplemento literario, lo querían para sus intelectuales. Yo cerraba el suplemento a las cinco de la tarde, y me iba. Venían ellos y me levantaban el plomo de algunas notas y ponían notas de ellos… El encargado de esa operación era Verbitsky… ¡Nunca se lo voy a perdonar».

Además del señalado desfasaje cronológico hay otra imposibilidad fáctica. Jamás tuve responsabilidad editorial en Clarín y nunca pisé su taller. No hay modo de que un redactor pase por encima del jefe de sección, del prosecretario y del secretario a cargo y que sus decisiones sean acatadas por el personal del taller. Los diarios no funcionan así.

Por último, dice Bayer: «El sabe muy bien… me saluda pero me raja».

Guardo en mi archivo una carta de aquel que nunca me perdonará, fechada el 15 de febrero de 2001. Comienza así: «Querido Horacio: Muchas gracias por el gesto noble que has tenido». Y concluye así: «Hace muchísimo que no nos vemos y sé que, por lo menos para mí, sería fructífero… Te felicito por todo lo que haces contra las leyes de la ignominia. Te mando un verdadero abrazo de amigo».

Prefiero no especular acerca de qué pudo haber ocurrido entre febrero de 2001 y noviembre de 2002 para que su memoria se nublara y tanto afecto se transmutara en palabras hirientes y afirmaciones cuya falsedad es demostrable sobre hechos de hace treinta años, que nunca antes había mencionado.

Horacio Verbitsky,

Buenos Aires

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Respondo a Horacio Verbitsky, por Osvaldo Bayer,
4 de enero de 2003

Horacio Verbitsky ha publicado en este diario una carta donde trata de desmentir algunos de los recuerdos de mi vida periodística que volqué en un reportaje del Río Negro. En su carta, Verbitsky falta a la verdad en forma cínica y acomodaticia. Yo puedo demostrar lo que sostuve. El trata de darse una figura de periodista sacrificado y que se la pasaba en la calle buscando información. Yo, en cambio, lo veo siempre en el despacho del entonces secretario general de redacción de Clarín, Octavio Frigerio, después funcionario justicialista, llevando y trayendo, mientras los viejos redactores del diario éramos aislados y destinados a recibir el telegrama de despido. Verbitsky aparecía en ese momento del diario como el modelo. Después, años más adelante lo encontraría en otros pasos de su carrera, de montonero a una figura «políticamente correcta». Para desmentirme cita una carta que le envié. Las citas son cortadas, porque no pone —y eso es lo esencial— el porqué de mi carta. Esa tuvo un fin profundamente humano. El la utiliza para poder corroborar su mentira. No entendió nada o aprovecha sólo lo que le conviene. Pero a partir de esta experiencia, tenga la seguridad el señor Verbitsky de que jamás le escribiré una carta ni le daré la mano.

A Horacio Verbitsky le tuve simpatía porque era el hijo de mi amigo, el novelista Bernardo Verbitsky, compañero de la redacción del viejo diario Noticias Gráficas, en la década del cincuenta. Lo recuerdo a Horacio, cuando tenía 15 años y visitaba esa redacción. Su padre me demostró ser un amigo fiel y concurrió a la «última cena» que me dieron los amigos en la postrera noche antes de marchar al exilio, por La Patagonia Rebelde. Bernardo fue junto con don José Barcia, quien había sido director de Noticias Gráficas y un gran amigo. Fueron pese al peligro que representaba eso de dar una cena a un perseguido.

Pero la experiencia sobre Horacio Verbitsky me iba a ir decepcionando. No ya su prólogo a la Aeronáutica ni sus cambios políticos camino a la derecha y hacia la Fundación Ford sino su actitud de «Denunziant» (aplico la palabra alemana porque describe en toda su bajeza esa actitud) ante sus propios ex compañeros del Movimiento Todos por la Patria. Recuerdo lo que hizo con el sacerdote Antonio Puigjané a quien, cuando cayó preso, lo llamó cobardemente «cura lumpen». Atacar a un perseguido en el mismo momento en que iba a comparecer ante un tribunal de jueces premeditadamente enemigos, es una cobardía, una falta de toda grandeza, es ser sirviente de los que poseen el látigo y de los uniformados. Ser denunciante es ocupar el último lugar en la escala de la dignidad y de la ética.

Pero tal vez la acción más pequeña, más cicatera de Verbitsky fue la de atacar demagógicamente a los dos jóvenes a quienes les había detonado un explosivo en el auto en el que viajaban y con el cual, aparentemente, iban a cometer un atentado. Uno de esos jóvenes perdió un brazo y se estaba desangrando en su detención. Fue ahí que el ex montonero Verbitsky publicó las líneas denunciantes sin tener pruebas; fue un verdadero servicio (en los dos sentidos) para nuestra Justicia corrupta. Hace muy poco, en un acto público, la madre de ese chico tomó la palabra y se refirió a la pérfida e interesada acción de Verbitsky respecto de su hijo detenido y herido. Lo calificó con mucha tristeza de malo, aprovechador y siniestro. Esa madre me dio admiración y simpatía. Ella sabe muy bien el peligro que corría, pero no quiso callarse.

Al parecer, Verbitsky quiere destruir todo movimiento liberador. Lo comprobamos en las dos páginas con las que atacó a las Madres por el motivo de que en años de la dictadura visitaron al embajador de Estados Unidos. Si Verbitsky, siendo montonero, hubiera desaparecido en esos años, su madre también hubiera ido a visitar al embajador norteamericano, que no le quepa la menor duda. Atacar a las Madres, atacar a su universidad llamándola «academia», demuestra quién es en realidad Verbitsky. Las Madres se podrán equivocar pero seguirán siendo las heroínas del pueblo, los personajes más épicos de nuestra historia, pese a lo que puedan decir sus pequeños enemigos. Esta campaña de Verbitsky dio otro ejemplo en el ataque que ha tenido contra el luchador James Petras, al acusarlo falsamente de «vivir en una confortable casa de Boston». Es que usa el método de «tirar barro, tirar barro que alguna mancha queda».

La contestación de James Petras a Verbitsky es toda una lección de humildad y honestidad. Es la palabra de un luchador honesto que deja desnudos a quienes van revisando la basura para ver si encuentran acusaciones contra los luchadores eternos.

Pese al poder que ostenta Horacio Verbitsky, les señalo a los lectores que nunca me callaré la boca. Además, la diferencia de conductas de vida muestra dónde está la verdad.

Osvaldo Bayer DNI 4.032.317

Linz am Rhein — Alemania

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Los insultos de Osvaldo Bayer, por Horacio Verbitsky,
22 de febrero 2003

El 4 de enero Osvaldo Bayer volvió a insultarme, pero no aportó ni un dato que avale sus acusaciones que ya desmentí. Una vez más, contestaré a sus ofensas sólo con hechos comprobables:

Dijo que ingresé a Clarín como montonero porque Frigerio quería aprovechar el regreso de Perón. Contesté que ingresé a ese diario en 1971, dos años antes que a Montoneros y uno antes del regreso de Perón. En aquella época militaba en las FAP, enfrentadas con Montoneros. Su consigna era precisamente «Perón no vuelve».

También me acusó de operar en nombre de la organización a la que yo no pertenecía para cambiar en el taller las notas del suplemento literario. Contesté que apenas fui redactor de la sección política y que nunca pisé el taller de Clarín.

Todo lo que dije es comprobable y deshace su falso recuerdo. En cambio, Bayer sólo alega que me vio en el despacho del secretario general de redacción Octavio Frigerio, detalle irrelevante que no demuestra nada, ya que de Frigerio dependía la sección en la que yo trabajaba.

Como no puede sostener las acusaciones que refuté con datos precisos, acude a otras. Son tan poco consistentes como las primeras pero muestran que su propósito no es precisar un episodio de hace 30 años, sino descalificar cada uno de los actos de mi vida, aunque en el 2001 me llamaba «un verdadero amigo».

Nunca hice ningún prólogo a la Aeronáutica. Sí soy amigo del comodoro Juan José Güiraldes, retirado 25 años antes del golpe de 1976, quien en su libro sobre Aerolíneas Argentinas y el transporte comercial de pasajeros agradece mi estímulo. Bayer repite así una insidia de los servicios del menemismo, en represalia por mi libro Robo para la Corona.

Nunca milité en el Movimiento Todos por la Patria, por lo cual no tuve allí compañeros.

Tampoco publiqué ninguna denuncia contra los jóvenes detenidos en el 2001 luego del estallido accidental de un explosivo. Sólo dije que en un allanamiento «se encontró un gorro idéntico al que cubría el rostro de una de las personas filmadas por las cámaras de seguridad de cajeros bancarios atacados en los meses previos». No es ése un dato que mi nota le haya aportado al expediente judicial, como afirma Bayer, sino todo lo contrario. Lo mismo ocurre con el diálogo entre el detenido y su madre, que se tuvo lugar en presencia del juez.

Por último, Bayer afirma que quiero «destruir todo movimiento liberador» y cita mis posiciones críticas respecto de la línea Bonafini/Schoklender de las Madres de Plaza de Mayo y del consejero revolucionario estadounidense James Petras.

Después de tanta tinta derramada sin ton ni son, Bayer muestra así la verdadera motivación del sector político que sus diatribas expresan.

Es cierto: cuestioné en 1989 el asalto a un cuartel bajo un gobierno electo.

No considero una victoria popular la quiebra institucional del 2001 que abrió paso a un crecimiento brutal de la pobreza y el clientelismo político.

Tampoco creo que se viva un período prerevolucionario al que habría que dotar de armas más contundentes.

Me parece provocadora la incitación a confrontar con Lula para desenmascarar su presunto giro a la derecha.

No comparto los ataques al voto y a Víctor de Gennaro ni las incitaciones a impedir que la CTA ingrese a la Plaza de Mayo.

Tampoco admiro a Milosevich, Saddam Hussein, Ben Laden, las FARC o la ETA, ni los considero modelos para la juventud.

Los insultos a quien piensa distinto sofocan este debate tan necesario para que no pierdan un brazo o algo más los pibes de 20 años que con toda razón se rebelan contra la injusticia social y la corrupción política.

Horacio Verbitsky,

Buenos Aires

El medio que publicó este intercambio epistolar es Río Negro Online: ® Copyright Río Negro Online

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