Chacho Muller, la KGB y el río

en
Chcaho Muller. Postada de Monedas de sol (EMR).

Recuerdos del músico del Paraná en la memoria de un amigo

Por José Luis Torres*

Chacho Muller tenía una lancha que le había comprado a la compañía de aviación, cuando el hidroavión acuatizaba frente a Rosario. La compañía tenía una lancha para desembarcar los pasajeros y llevarlos hasta el puerto de la Estación Fluvial, casi frente al Monumento a la Bandera.

Ese hidroavión, que hacía la travesía Buenos Aires-Asunción, con paradas previas en Rosario y Santa Fe, cesó sus actividades en 1959, y Chacho compró esa embarcación que había quedado en desuso.

Era una lancha larga, de 11 metros de eslora, y con sus conocimientos de carpintería se dedicó durante un tiempo a restaurarla y reacondicionarla para su uso particular, con lo cual podía transportar hasta 30 personas. La bautizó Yerutí. Su pasión era el río Paraná y las islas que están frente a nuestra ciudad. Las conocía palmo a palmo desde que aprendió a usar los remos, siendo muy chico. Conocía al río y lo respetaba, además era muy buen nadador.

La futura Yerutí haciendo el trasbordo de pasajeros.

En las islas tenía amigos pescadores que vivían con sus familias soportando crecidas e inundaciones, personajes que se pueden conocer a través de sus canciones.

Esa lancha era utilizada para llevar a sus amigos los fines de semana a conocer las islas, muchas veces acampando y comiendo lo que brindaba el río. Esas vivencias y el conocimiento de aquellos habitantes le permitían componer obras como Pescadores de mi río:

Doblado de remos,

quemado de río y aguaceros

lleva correntoso el corazón.

Y en el dibujo de las redes

está enmallado de sol a sol.

Pan que mi río nos ofrece mansamente,

plateado y vivo

salta en las redes,

brilla en los ojos de quien lo sabe ganar.

Gente de río, pescadores,

de mi río Paraná...

Entre esos amigos estaban incluidos músicos rosarinos como Carlitos Pino, Pancho Romero, Cristián Hernández Larguía, Eduardo Spinassi y algunos otros que no recuerdo.

En algunas oportunidades otras figuras que llegaban a Rosario con motivo de alguna actuación conocían la aventura de viajar en su lancha y cruzar a las islas.

Así han lo han hecho Los Quilla Huasi (los primeros en grabar uno de sus temas); Daniel Toro; Los Trovadores; Mercedes Sosa, que en 1999 cantó frente al Monumento y recordaba esa visita:

Qué cosa tan bella es este río Paraná, ¡y cuanto miedo sentí cuando Chacho Muller me llevó en su lancha! Era muy joven, nunca más lo volvería a hacer.

Mercedes Sosa conoció a Chacho en 1966, se hicieron amigos y comenzó a cantar sus canciones. Chacho componía en el piano, se sentía cómodo con ese instrumento y le permitía utilizar una gama de recursos que sonaban muy lindos.

El problema surgía al tocar esas mismas melodías en guitarra, había que transportar acordes y armonías, el tema se iba complicando. Chacho lo hacía, tocaba para él y lo resolvía, tenía un oído privilegiado sin ser un gran conocedor de la guitarra.

Pero en una oportunidad se dio el caso de que Mercedes vino a Rosario con su guitarrista Pepete Bértiz y fueron a visitar a Chacho porque necesitaban conocer los acordes de un tema suyo para poder cantarlo en el teatro.

En 1967 Mercedes viajó junto con Los Trovadores, Chito Zeballos, Luisito Amaya, en una larga gira que comenzó en Miami y le siguió Portugal, Italia, Polonia y Rusia.

Unos meses después Mercedes lo llama a Chacho y le dice:

Mirá Chachito, está en Buenos Aires la Orquesta Sinfónica de Moscú y la encargada de la gira me avisa que viajan a Rosario. Tantas veces les he contado a los rusos que tenemos un Paraná fantástico… Quieren conocerlo. Quisiera que los lleves a conocer el río, que puedan tocar esa agua.

Chacho se entusiasmó con la idea y no se conformaba con llevar a los rusos a tocar el agua y mirar el río desde la orilla. “Estos tipos tiene que cruzar el río para entenderlo, los voy a llevar a la isla”.

Mercedes Sosa interpretando Ay, soledad, de Muller.

Vino la Sinfónica de Moscú a Rosario, actuaron en el teatro El Círculo, y custodiados por gente de la KGB se fueron a dormir al hotel.

La Policía Secreta de la URSS en realidad no era tan secreta, desde el momento en que cada vez que salía de Rusia cualquier personalidad (científicos, ajedrecistas, deportistas, artistas) tenía a su cargo la seguridad de la misma, y sobre todo evitar la deserción del paraíso soviético.

Ya habían tenido varias fugas, parece que el clima no les sentaba bien a algunas personas y trataban de cambiar el lugar de residencia. Por esas razones se levantó el muro de Berlín en 1961 y la ciudad quedó dividida en dos. El famoso muro fue derribado en 1989.

En el caso nuestro, aquel domingo temprano la orquesta rusa (junto al coordinador y los agentes de la KGB) se pusieron en movimiento.

Eran 17 músicos, el coordinador y tres agentes. Pasaron por el Rich (famosa casa de comidas en aquellos años), compraron vino Chianti empajado y algunos postres, emprendiendo camino al puerto para encontrarse con Chacho y su lancha.

Alborozados saludos de sincera alegría con el anfitrión, y se fueron acomodando en la lancha, junto a algunos amigos de Chacho más sus dos hijos: Willy era el timonel y Marisa un nota femenina de color entre tantos hombres.

Chacho, ¿y cómo se entendían si ellos hablaban ruso y ustedes castellano? le preguntaba yo.

¿A vos te parece que no nos podíamos entender? ¡Estaban enloquecidos con el río! Les parecía increíble que fuera tan ancho, eran gestos de asombro… Nunca habían conocido un río como este!

Le gustaba recordar la historia a Chacho 30 años después:

Vos no vas a creer, aplaudían, disfrutaban, sacaban fotos, todo los maravillaba, me preguntaban con gestos y traductor mediante ¿Pero, cómo… esta lancha es suya? Así es, es mía. ¿Entonces no es del Estado? Claro, estaba abandonada, la compré y la reformé con mis herramientas para poder usarla y cruzar a las islas.

No podían creer que un ciudadano común pudiera tener una lancha y no fuera propiedad del Estado. En fin… eran otros tiempos de este mundo.

Pero la cosa no termina ahí. Había conseguido en la isla una parrilla grande. Cuando vieron la carne, los costillares y los chorizos que íbamos poniendo para asar aplaudían y sacaban fotos. Y a la hora de comer ya no sabíamos quién era visitante y quién rosarino.

Eran aplausos, brindis en todos los idiomas, risas, alegría, amistad compartida. Al fin de cuentas éramos todos músicos, colegas de la profesión, un idioma universal.

Alguien había llevado una guitarra y comenzaron las canciones, las nuestras (sobre todo tangos) que cantábamos al unísono y luego las de ellos que contestaban de la misma manera con sus canciones rusas tradicionales.

Además, no sé cómo pero aparecieron algunas botellas de vodka, no te sabría decir si era ruso o de Saladillo, pero aquello fue una fiesta de confraternidad increíble.

Uno de los agentes de la KGB le regaló su cámara fotográfica a mi hija Marisa y otro compañero hizo lo mismo con un amigo mío. Serían agentes secretos, pero tomaban y cantaban a más no poder: parecían pescadores de aquellas islas.

Cantamos, bailamos, brindamos, pasamos un día maravilloso, inolvidable. Nos quedó a todos un recuerdo hermoso de aquel día compartido con todos los rusos.

Un amigo mío había llevado una partitura de una obra mía y todos aquellos visitantes, incluidos los agentes secretos de la tan temida KGB, antes de emprender el retorno y subir a la lancha me la firmaron y la tengo de recuerdo en casa.

Cuando Chacho me contaba esto, 30 años después, y me mostraba esa partitura, sus ojos brillaban al recordar esa jornada.

Conservo muchas cosas de Chacho: algunos discos de su discoteca, su poncho, su boina, amarillentas partituras originales escritas con lápiz, los cuadernillos editados por Lagos, fotos, y el regalo más preciado: su guitarra, una Antigua Casa Núñez.

No sé si será su sonido tan cálido y criollo, o por el recuerdo de Chacho: de las cuatro violas que tengo, ésta es la que me más me conforma y la tengo siempre cerca de mí.

Dicen algunos que Chacho era de carácter difícil, muy exigente, quizás gruñón, que era muy bravo opinando de música (y también de otras cuestiones); quizás puedan tener razón, acepto y comprendo todas las opiniones.

Chacho decía: “Hay dos tipos de música: la buena y la mala. No puedo escuchar música mala, ni aunque me obliguen”. “En las relaciones con la gente, algunos son mis amigos, el resto conocidos… y otros nada”.

Vaya a saber por qué tuve la suerte de ser su amigo. Y se lo agradezco. Quién sabe dónde fue a parar esa partitura firmada por la Sinfónica Moscú que me mostró en su casa de calle Colón al 2000.

Aquella histórica lancha vivió en el río y murió en el río: una crecida del Paraná la echó a pique a fines de los 60. Chacho se zambulló en el río tratando de salvarla, pero fue imposible, el agua era imparable. Quizás, no lo podría asegurar, Chacho anticipó su final cuando escribió La isla:

Y el río pasa,

lleva,

algo nos deja

y algo se va.

La isla: “Siempre algo nos da este río / pero hay veces que nos quita…”

Cuando falleció Chacho, un grupo de amigos y su hija Marisa, subimos una mañana de sol a una lancha que hace el trayecto a la isla frente a Rosario.

Se le avisó al conductor que detuviera la embarcación en la parte más profunda del Paraná, Marisa sacó la urna con sus cenizas y las dejó caer como abrazando el río. Carlitos Pino, atravesado por la emoción, cantó Botecitos de papel. Fue la única vez que lo escuché cantar con la voz quebrada, no sé cómo pudo terminar la canción tratando de contener el llanto y despidiendo a su amigo. Al amigo de todos nosotros.

2002 – Homenaje en la Sala Lavardén a Chacho Muller – Botecitos de papel (Muller) por Carlitos Pino. Audio del archivo personal de José Luis Torres.
Chacho Muller (Buenos Aires, 2 de enero de 1929 – Rosario, 23 de mayo de 2000) fue un compositor, arreglador, guitarrista, pianista e intérprete argentino de música folclórica. Es el creador del género «canción del litoral». Por su aporte a la música de raíz folclórica es considerado uno de los músicos más representativos del Litoral. En 1966 Atahualpa Yupanqui le dedicó estas líneas: «Chacho, aunque usted no compusiera más nada ―cosa que dudo mucho― con La isla ya ha cumplido su deber de músico».
*De José Luis Torres (Venado Tuerto, 1944) puede decirse que es un antropólogo sin título universitario. Como músico acompañó a Chacho Muller, Alfredo Ábalos, Horacio Banegas, Paco Ibánez, Colacho Brizuela, Kali Carabajal, Elpidio Herrera, Lalo Homer, Marcelo Perea, entre otros. Desde la década del 70 está dedicado a la creación de un archivo de música folclórica, manteniendo, para tal fin, correspondencia con Jorge Gómez Carrillo, Eduardo Falú,  Adolfo Ábalos, Antonio Tarragó Ros, Perla Aguirre, Hilda Herrera, Sixto Palavecino, Carlos Carabajal, Humberto Carfi, Miguel Martínez, Aníbal Sampayo, Jorge Fandermole, Ramón Ayala, Carlos Pino, Juanjo Domínguez, Raúl Barboza, et al. Condujo programas radiales desde 1995 al 2020 y fundó el Archivo de Música Folclórica Argentina en el Archivo Sonoro de la Escuela Superior de Museología de Rosario, del que fue su técnico entre 2004 y 2020.      
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