¡Revista Belbo nos cumple un año!

Como Buster Keaton fue maquinista de La General, nosotros y ustedes lo fuimos del texto.

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Revista Belbo cumple un año y no tenemos mucho que decir al respecto. Es una suerte que así sea porque casi todo lo que nos gustaría decir ya lo dijeron (o lo dirán) las notas que aquí se publican. Los aniversarios parecen imponer un balance autocelebratorio. Qué cosa más aburrida. En un año pasó de todo y no pasó nada. El tiempo vuela cuando uno se divierte y eso también es una suerte. Fuera de esta nota quedarán las crónicas de nuestras inmersiones medio busterkeatonescas en sendos despachos del Estado, Fondos Nacionales de Artilugios e Instituciones Italoamericanas en los que penetramos intentando conseguir pautas oficiales o subsidios o sándwiches de milanesa. En esa nota hablaríamos de algunos burócratas que parecen salidos no de la pluma de Kafka sino de la pluma de Martínez Estrada, que para esta tímida metáfora es casi lo mismo, pero no es igual. En fin, que el balance autocelebratorio, como parece ser la condena que a esta generación le propicia el Estilo, terminaría transformándose en una pretenciosa y ácida escupidera de todas las miserias que le depara lo real de la Prensa y la Cultura a una revista que nació en un sueño. Palabras, palabras, palabras, decían Hamlet y Mina Mazzini. Palabras, palabras, palabras que no escribiremos, lector y lectora, no tiene de qué preocuparse. Sólo queríamos dejar sentado que fue un año hermoso y también lleno de dificultades.

La única premisa que acompañó el nacimiento de la Belbo fue cuidar cada nota como si fuera la última. Para eso, alegremente, sacrificamos tiempo de difusión en las redes y de relaciones públicas y tal vez por este motivo nos veíamos con la torpeza de Keaton cada vez que pisábamos un lobby o agarrábamos un teléfono y marcábamos los nueve dígitos noblemente impresos en nobles tarjetas: estábamos ansiosos por volver a la invisible y disgregada redacción para corregir en viejas computadoras novísimos artículos y cuentos que alguno de este invisible y disgregado grupo que damos en llamar nosotros escribió con todo el amor del mundo. La ansiedad venía de adentro y también de afuera: sabemos que la única forma de retribuir vuestra imprescindible lectura es escribiendo, corrigiendo, editando y a veces, cómo no, peleando, criticando, viendo qué hay a la sombra de los lugares comunes.

Pero salgamos por ahora de esa sombra, porque en rigor de la verdad la vigilia ha sido muy pero muy generosa. Por eso este párrafo aparte es para usted, lectora y lector que comentó, se suscribió o donó dinero sin esperar a cambio más que nuestra próxima publicación, y tal vez ni siquiera eso. En tiempos en donde el delirio del dinero, y el dinero del delirio, estuvo más bipolar que nunca, creemos (ustedes nos lo hicieron creer a nosotros, que también somos ustedes, y viceversa) que eso constituye una especie de victoria: no de nuestra revista, por supuesto, y tampoco exclusivamente de su generosidad, sino, más bien, del texto. En este caso convertimos el nosotros y el ustedes en una abstracción, porque el texto nos transformó en lo mismo. Por eso, agradecidos, de todo corazón, por dejarnos y dejarse ser parte del todo, nos permitimos ofrecerles y ofrecernos un regalo de cumpleaños: una antología compuesta por restos de cuentos, canciones inéditas, fotos y poemas que no llegaron a «nota» y que, como esta revista de espíritu orgullosamente residual, sólo son, en esta ocasión, junto a los otros.

Haciendo click ACÁ o en la foto siguiente en la que Buster luce feliz su traje de buzo, usted, amiga y amigo, podrá sumergirse en nuestro regalo por el año en el que nos acompañamos.

Y clickeando en el siguiente banner podrá encontrar nuestro recién nacido Diario Escondido, en donde los festejos por el año ya empezaron:

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