¿Qué es el fuego en las islas?

Foto: descubríturismo.com

Preguntas al fuego, al humo y al plomo

Por Miguel Erre

La serie Utopía, dirigida y escrita por Denis Kelly y emitida por primera vez en enero de 2013, plantea el conflicto entre la superpoblación humana y la finitud de los recursos del planeta. La serie, considerada “de culto”, tuvo 2 temporadas de 6 capítulos cada una, y quedó trunca por razones que no interesan a esta nota.

Al comienzo del último capítulo, un agente (un personaje menor en la trama), cuyo cometido es diseminar a través de la fumigación una cepa viral que hará estéril al 95% de los humanos, tiene un diálogo con una madre, en una terminal de buses, que viaja con su hijito desde el Reino Unido al sur de Francia en bus y no en avión:

—Vamos de vacaciones al sur de Francia.

—Es muy lejos en autobús.

—Es que ya sabe: el medio ambiente… No quiero parecer idiota pero pienso que todos tenemos una responsabilidad.

—Nada usa más carbón que un ser humano en el primer mundo —le responde el agente—. Sin embargo usted creó uno. ¿Por qué lo haría? El producirá 515 toneladas de carbón en toda su vida. Tenerlo a él es el equivalente a 6.500 vuelos a París. Podría haber viajado 90 veces al año ida y vuelta. Casi cada semana de su vida. Y aún no tendría el mismo impacto en el planeta que tuvo su nacimiento. Sin nombrar los pesticidas, detergentes, la cantidad de plásticos, los combustibles nucleares para mantenerlo caliente… Si le importara el medio ambiente, lo que debería hacer es cortarle la cabeza a su niño ya mismo.

Más allá de los datos, corroborables o no, de una ficción, es innegable la prepotencia del humo en la merecida tarde de sol de los rosarinos el pasado domingo. El propio intendente de la ciudad se encaramó en la terraza de su torre a dar cuenta, a través de su cuenta (de Twitter o de la que fuere) del así llamado “ecocidio”, pidiendo escarnio y cárcel inmediata. Un acting similar es el que llevan a cabo las así llamadas “fuerzas del orden” cuando se hacen filmar derribando un bunker y llevando a tribunales a dealers y compradores, mientras la estructura del narcotráfico permanece intacta. ¿Realmente importa quién es el autor material de tal o cual fuego?

¿Importaría el fuego o se harían marchas si todo ardiera pero el humo no se notara y pudiéramos pasar el domingo en el parque sin molestias? Porque la fumigación con glifosato, que ha diezmado poblaciones pequeñas pero obviamente no llega a la ciudad, tampoco ha sido una preocupación mayor entre nosotros.

Recuerdo hace muchos años, una noche estival donde yo deambulaba por la costa céntrica (cheta) del río. Unos pasos más adelante iban 3 ó 4 pibes y pibas que se detenían bajo los faroles para dar vuelta los escarabajos que, bajo la luz de los faroles, se sacudían, patas arriba. No era un gesto casual o contingente, no. Esos chicos habían ido a eso. A salvar escarabajos: su noble propósito era ese.

Al menos esa noche.

En el film de Mohammad Rasoulof Un hombre íntegro es posible atisbar la peripecia moral que nos perfora. Una persona íntegra, asediada, desbarranca de sus propios bordes en aras de sostener su lugar de convicciones. Y como en la serie Utopía y como en la idea de poder de Foucault, eso que combatimos para aniquilar, una vez aniquilado nos reclama para que ocupemos su lugar.

Tanto en la serie Utopía como en la película Un hombre íntegro hay propósitos que trascienden, para bien o mal, la contingencia.

¿Qué es el fuego en las islas?

¿Es un pirómano? ¿Son los peones mandados a prender fuego (y, de paso, a inmolarse ante los jueces)?

¿Qué es el fuego en las islas?

¿Son todos esos ciudadanos bien pensantes (y bien comidos) que marcharán contra el ecocidio?

¿Qué es el fuego en las islas?

¿Cabandié festejando que Leonardo di Caprio agradeció la creación de un parque nacional en Mar Chiquita?

¿Qué es el fuego en las islas?

¿Javkin buscando culpables in situ mientras, quizá, conviva en su edificio con quienes ordenan las quemas?

¿Qué es el fuego en las islas?

El intendente de Rosario, Pablo Javkin, desde la terraza de su burbuja.

«Nos damos mucha autoimportancia. Todos van a salvar algo ahora: salven los árboles, salven los osos, salven las ballenas, salven esos caracoles. Y la mayor arrogancia de todas: ¡Salven el planeta! ¿Me está jodiendo esa gente? ¿Salven el planeta? ¿Ni siquiera podemos cuidarnos entre nosotros mismos y vamos a salvar el maldito planeta? Estoy cansado de toda esa mierda. Estoy cansado del maldito Día de la Tierra. Estoy cansado de esos ambientalistas fanáticos, estoy cansado de esos blancos liberales burgueses que piensan que lo único que anda mal en este país es que no hay suficientes ciclovías». Monólogo de George Carlin en «Saving the Planet«:

El fuego y el humo de las islas, es cierto, dan cuenta de lo arduo de vivir en esta ciudad, asediada desde las entrañas de los barrios por la muerte cotidiana ya no de bandas enfrentadas, sino de cualquier hijo de vecino que por casualidad es atravesado por una ráfaga de balas sin destino. Las pintadas en el “Narquito de papel” o “Barquito de pelpa”, justo frente a esas torres, donde confluyen agronegocios y lavado, más las otras en la Municipalidad, que provocaron la flamígera indignación de funcionarios provinciales y municipales, y que fueron borradas de inmediato como si fueran una afrenta deshonrosa, ponen de manifiesto que para esos funcionarios sigue vigente aquello de “matar al mensajero”. Ahí mismo, frente al Barquito de pelpa, a fines de 2015, aterrizó un helicóptero en pleno mediodía del cual bajaron sendos hombrones con bolsos y abordaron un auto que los esperaba. Obviamente no causó espanto alguno en funcionario judicial o político ya que, convengamos, pintarrajear un barquito con consignas insultantes es re lumpen, y bajar de un helicóptero en una zona prohibida para tales efectos, subir a un auto de alta gama portando bolsos, eso tiene glamour, chiques.

La intervención en el Barquito de papel, tapada por la Prefectura cuando la pintura seguía fresca.

“El fuego convierte todas las cosas en fuego” dice Sergio Bizzio en Infierno albino.

Quizá el humo de las islas que irrumpe en la ciudad, como una niebla perversa, lastimando la garganta e irritando los ojos, sea sin querer el síntoma de una ciudad que olvidó gritar, que no quiso ver que había un volcán, en sus entrañas, dormido. Y hace tanto, ardiendo.

Post navigation

Un comentario Añadir valoración

  1. brxnxtx dice:

    Yo, que me acuerde, no tuve acuerdo con alguna cosa en la belbo. Pero eran desacuerdos de forma, de tono, posiblemente coqueterías de estilo. Esta es la primera vez que estoy de pleno en desacuerdo. Me parece profundamente estéril. ¿Qué propone, qué explica, qué describe? Homogenizar un fenómeno de protesta creciente y banalizar un problema urgente, ¿qué suma? Desde ya, hipocresía en la clase dirigente, ¿pero por qué llamar, desdeñosamente, «bien comidos» a lxs protestantes? ¿A qué burlarse de unxs jóvenes románticxs que salvan coleópteros? ¿Tontos si sueñan, tontos si protestan? Es pueril. Como es banal esa ideología de televisión con su antinatalismo escéptico o Carlin con su cinismo cómico: ¿la insinuación es que un hijo es peor que la quema? ¿Que el individuo es más impactante que el capital? El problema a mano brilla en el horizonte de la foto. ¿Qué no se protesta contra el glifosato? Claro que se protesta. Pero aún si no fuera así, ¿el humo deja de ser real? «Si el humo no se notara…», y bien, entramos en el mundo de «si mi abuela tuviera ruedas sería un ciclomotor». ¿Que hay narcotráfico y violencia? Sin dudas, también se protesta. Pero aún si no se protestara, ¿sería un alegato contra esta manifestación? Hay una indecisa definición del enemigo, en el mejor de los casos. En el peor, un exceso de vanidad al modo de la pequeña diferencia.
    Sea como sea, estos son los planteos que más temprano matan una acción política que la adelantan.
    Me parece un error publicarla.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *