¿Qué será de ti, qué será de mí?

La obra La muchacha de los libros usados, de Arístides Vargas, en una versión rosarina que permite la cercanía y habilita la escucha de un drama propio de los oprimidos.

Por Andrés Maguna

Corría el año 1975 y en Mendoza, como en todo el país, la Triple A armaba listas de gente con sentencia de secuestro, de tortura, de asesinato, de desaparición. En esas listas había de todo: políticos, abogados, militantes, estudiantes, curas, escritores. Y en una de esas listas estaba Arístides Vargas, un estudiante de teatro de 20 años, quien ante la amenaza mortal debió emigrar y deambular por varios países de una Latinoamérica en su mayoría dictatorial hasta llegar a Ecuador, donde quedó “varado” porque las autoridades le retuvieron el pasaporte diciéndole que debía retirarlo en el Consulado Argentino en Quito (donde sabía que sería detenido).

En Ecuador a la fuerza, entonces, en 1979 funda el grupo Malayerba junto con quien sería su su compañera de vida, la española exiliada Charo Francés, y otros artistas de la escena teatral. Con el soporte de esa agrupación, que con el tiempo adquirió una fama trascendental, escribió dramatúrgicamente una serie de obras (Jardín de pulpos, Pluma, La edad de la ciruela, Donde el viento hace buñuelos, Nuestra Señora de las Nubes) que son consideradas clásicos y objeto de sesudos y reveladores estudios

Arístides Vargas y Charo Francés estuvieron en Rosario en junio y ofrecieron su versión de “Instrucciones para abrazar el aire”.

En el 2003 Malayerba estrena La muchacha de los libros usados, una obra que Vargas había escrito durante la década del 90 basándose muy libremente en la historia de una adolescente que había conocido a poco de llegar a Quito, en una feria callejera en la que la chica vendía libros usados. Desde entonces, La muchacha… fue versionada y reversionada por numerosos elencos iberoamericanos, llegando el año pasado a la ciudad de Rosario, Argentina, de la mano de un elenco de teatro vocacional, independiente, dirigido por Mariana Sánchez y Alesandra Roczniak.

Este agosto 2022 la obra volvió a ofrecer funciones en la modesta sala Espacio Dorado, del Centro Cultural La Toma, con un elenco integrado por Susana Colosimo, Lucía Prado, Sandra Mesa, Aníbal Vescovo, Ariel Kalainis y Javier Ojeda, permitiendo el acercamiento de una de las significativas muestras del universo teatral de Vargas.

Comprometidos los seis actores y las dos directoras con el profuso texto del dramaturgo comprometido con temáticas que ahondan en realidad y sentido de opresión, oprimidos y opresores,  como claro posicionamiento político de denuncia del Mal en su más profundo sentido, entonces la cosa fluye y el espectador queda atrapado siguiendo el derrotero, en 15 escenas, de esa muchacha vendida a un coronel.

En el libreto el autor da indicaciones precisas: “Toda la obra transcurre en un lugar opresivo, relacionado con la disciplina del mundo militar. Es un espacio neutro que se trasformará en diferentes espacios, bar, casa, calle, etcétera, sin romper la atmósfera de un espacio simétrico. Allí la luz iluminará, por momentos, escenas relacionadas con este testimonio. Los personajes entran y salen, según son convocados por la Muchacha, desde la oscuridad de estos lugares. La Muchacha siempre hablará con alguien que no se sabe quién es”.

 En la puesta de Sánchez y Roczniak la muchacha, que “tiene entre 14 y 54 años”, toma cuerpo alternativamente, por turnos, en las tres actrices, que a su vez intercambian otros roles femeninos. Los actores, por su parte, van cubriendo los papeles masculinos, siendo a veces los tres el mismo coronel en correspondencia con las tres mujeres que son la misma muchacha.

Además los seis actores permanecen en escena toda la obra: ya estén implicados en las acciones o permanezcan en los márgenes, tras la línea de sombra, quietos y callados. Los cambios de vestuario son mínimos, lo mismo que la escenografía (un perchero, una mesa, un par de sillas, algunos libros usados).

Al comienzo de la obra dice la muchacha: “Anote: hablaré de mí como si se tratara de ella, o hablaré de ella como el rodeo necesario para llegar a mí; entonces, le diré, me diré: nunca más dejes que te griten: ¡Come o te muelo a patadas!, o ¡Saca ese asqueroso gato de la casa o lo meteré en el inodoro! La escuela primaria fue la primera advertencia: ¡Mira pequeña cretina, aquí estás sola y no necesitas ir al cine para sentir terror!”. 

Y a continuación se desarrolla la trama de un drama muy literario, cargado de palabras con grandes cargas connotativas, que lleva a pensar en la identificación con personas que nos rodean o somos.

Se trata de una de esas obras que habría que ver con algo así como una función de “pause”, para detener la acción el tiempo suficiente para procesar lo que se dijo, o una de “rebobinar”, para retomar los hilos que debemos soltar para tomar otros.

Más allá de los méritos y deméritos de los desempeños actorales, el juego escénico de La muchacha… se desarrolla trepidante de comienzo a fin, con ingenio que suple algunas carencias de infraestructura y logística de la sala Espacio Dorado. Lo importante es que se habilita la escucha del relato de una mujer que cuando era adolescente vendía libros usados de autores anarquistas, que fue vendida por su padre a un coronel con la condición de que no hiciera “uso” de ella hasta que le llegara la menstruación (se habla de un lapso de dos años) y que sufre la vida en un cuartel hasta que decide arrojarse ante un “autobús” en marcha.

La memoria particular pasa a ser colectiva cuando se expresa y se comparte. De eso habla La muchacha de los libros usados, entre otras cosas, en este caso en el bondi que armó este elenco dirigido por un binomio femenino. Bondi al que convidan a subir para que los espectadores puedan preguntarse cosas como ¿qué habrá sido de la muchacha de los libros usados?, o ¿qué habrá sido de este teatro que subsiste en los márgenes, los subsuelos?, o ¿qué será de él?, ¿qué será de la muchacha de los libros usados? ¿Qué será de ti, qué será de mí?

FICHA

Dramaturgia: Arístides Vargas. Dirección y puesta en escena: Mariana Sánchez y Alesandra Roczniak. Actúan: Susana Colosimo, Lucía Prado, Sandra Mesa, Aníbal Vescovo, Ariel Kalainis y Javier Ojeda. Edición de audio: Sergio Aquilano. Vestuario: Denisse Spinelli. Maquillaje: Mariana Sánchez. Fotografía: Daniel Carballido. Prensa: Alicia Salinas.

En Espacio Dorado (subsuelo) del Centro Cultural La Toma: viernes 26 de agosto. En Teatro La Escalera: domingos 4, 11 y 18 de septiembre.

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