Los tangos que debía a los amigos

Un amigo y compañero de Hugo Diz lo despide, repartiendo un disco entre nosotros

Por Ángel Loto

Muere

la mañana, la tarde, la tormenta

¿o es la noche que acecha?

Muere

Una lámpara, su intensidad, su brillo

¿o es la noche que acecha?

“¿Cómo andás, Hugo?” “Dizsimulando” contestaba, lacónico. Aunque acentuaba la pronunciación y estiraba la zeta para que no quedaran dudas sobre la simulación y su apellido. Y sonreía de lejos, con algo de displicencia.

Fue el último latiguillo que le escuché y esto fue mucho antes de su partida, cuando ya sólo la mirada intentaba establecer un vínculo pícaro con su interlocutor. Cuando los ojos eran la poca gestualidad que le quedaba a ese gran simulador. Últimamente ya no establecía ese ritual de complicidad y chistes malos, de cuentos inverosímiles y curiosas historias.

Nos encontrábamos en el bar de la esquina o en las calles del barrio, siempre por la mañana, cuando la vida pedía café y en las veredas de Pichincha todavía se respiraba algo de paz.

Hablábamos de cine y de fútbol, mayormente. A veces de mujeres, pocas veces y sólo como un tópico sensorial del pasado. Neorrealismo italiano y Burt Lancaster, la selección y su querido Newell’s. “¡Cómo juegan las pibas!”, se alborozó con la Eurocopa femenina de fútbol, no hace mucho.

Preguntaba por viejos amigos en común, por el diario y por mis últimas lecturas. De tango también hablábamos… y entonaba letras memorables y volvió a regalarme su disco, Los tangos que debía a los amigos, y me dio un par más para que los repartiera (ver abajo).

La sonrisa se le fue haciendo cada vez más esquiva y entre nosotros los silencios comenzaron a alargarse. En un primer momento yo creí que Dizsimulaba, después pensé que la pandemia y todas esas cuestiones… hasta que vi el espejo de la vejez.

Fue su mayor simulación. Hacernos creer que seguía igual, aunque quizás necesitamos creer que seguía igual para que siga igual nomás y así volver a recrear tantas anécdotas, de la copa y sus adyacencias, donde estará siempre presente.

Hugo Diz se fue en silencio… Dizsimulando… y así como son suyos los versos que abren estas palabras, también llevan su firma los finales, Soliloquio de un rebelde.

Chau Hugo… te quiero mucho.

Amen si quieren

a todos los poetas,

ámenlos, léanlos

y cuídense de los más frágiles.

Ellos, iluminados, pudorosos

pulmonares

   testimoniaron

    tenuemente

    su época.

Los tangos que debía a los amigos
(canta hugo diz)

Toda mi vida / Contursi – Troilo

Naranjo en flor / Homero y Virgilio Expósito

Quedémonos aquí / H. Expósito – H. Stampone

Melodía de arrabal / Gardel – Le Pera

Cafetín de Buenos Aires / Discépolo – Mores

Garúa / Cadícamo – Troilo

La calesita / Castillo – Mores

Cuartito azul / Batistella – Mores

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