Triunfo de los Heinze’s Young Boys 1 a 0 ante Barracas Central, “el caballo del comisario”
Por Fidel Maguna
¿El Newell’s de Gabriel Heinze juega bien? La mayoría de los hinchas y de los periodistas deportivos responderán negativamente a esta pregunta. Algunos, más optimistas, dirán: “de a ratos”, “todavía no”, “muestra algunos destellos… cierto cambio de actitud”. Sin embargo, tanto los optimistas como los pesimistas viven una suerte de estado de espera. Aguardan, pacientes o impacientes, que el equipo gane, golee y guste. Muchos critican: que Heinze dejó ir a Lema, a Julián Fernández, a Juanchón García. Hay un estado de sospecha. ¿Por qué los dejó ir? ¿Quiénes vinieron en su lugar? Comparan: ¿Recalde dará las mismas alegrías que García? Temen: ¿Si Sforza se lesiona (tocamos madera) quién sería el 5? Exclaman: ¡¿Por qué, dios santo, dejamos ir a Lema?! Cada tanto estas sospechas se filtran, en forma de tímidas preguntas, en las divertidas conferencias de prensa de Gabriel Heinze, quien no dice nada al respecto. “Heinze vs. Periodistas” es una hermosa subtrama del fútbol argentino. Algún día me gustaría abordarla a fondo, pero todavía no llegó el momento. Simplemente puedo decir que, al asistir a su conferencia posterior al enfrentamiento entre Newell’s y Barracas Central, lejos de notar una tensión del entrenador con los periodistas, descubrí un acting cargado de humor. Sí, el serio Heinze se ríe con y de los periodistas. El juego consiste en exacerbar el no-diálogo que existe entre la realidad del fútbol y la realidad del periodismo deportivo, la tensión entre ambos lenguajes. Y en ese juego suyo, Heinze no da explicaciones: no dice ni dirá por qué se fue tal o cual jugador, no dice ni dirá si su equipo juega bien o mal, no dice ni dirá qué busca. Todo lo que pueda decir en conferencia de prensa –nos hace saber Heinze– es mínimo al lado de lo que pueda decir su equipo. Sí: los equipos dicen, hablan un lenguaje. Entonces la pregunta inicial (¿juega bien el Newell’s de Heinze?) podría reformularse, y ser: ¿Qué nos dice el Newell’s de Heinze?
La victoria de local por 1 a 0 contra Barracas Central (gol del defensor Mansilla) puede servir de ejemplo. Desde el vamos, el equipo visitante (“el caballo del comisario”, como definió un plateísta que estaba a mi lado) jugó respaldado por el árbitro, el Lobo Medina (¡qué nombre!), quien pitó 22 faltas a favor de Barracas y solo 10 a favor de los leprosos, no le dio (ni revisó en el VAR) un claro penal a Newell’s, sumado a un blooper, digno del fútbol amateur, cuando se interpuso en un remate al arco de Pablo Pérez. Lo interesante, no obstante, es comprobar que Newell’s (a quien la prensa le criticaba la falta de llegadas a la portería rival) disparó 16 veces al arco, contra 6 tiros del adversario, sin perder tiempo, ni energías, en recriminarle al referí su mala actuación. En este partido Newell’s ganó, gustó de a ratos, no goleó. Puede resultar ilustrativo, entonces, analizar esos “ratos” en los que gustó, porque creo que allí puede hallarse las respuestas a ¿qué dice el Newell’s de Heinze?
Podría responder, en principio, que dice algo. Eso no es poco. ¿Cuántos equipos hay que no dicen nada? Barracas Central, sin ir más lejos ¿qué dice, además de “penal, referí”? Newell’s dice algo. Lo que dice es ecléctico, balbucea, como un niño, porque este Newell’s, de alguna forma, es un niño que está dando sus primeros pasos. ¿Pero qué grupo o qué persona nació grande? Como un niño, todavía no hila bien los discursos, pero dice, en su balbuceo, algunas cosas dignas de mención, algunas frases cortas que van develando su carácter futuro: el niño Newell’s de Heinze, por ejemplo, no se queja. Es agresivo cuando lo atacan, pero no es violento: sabe defenderse con inteligencia y sabe –sobre todo– hacer que la energía puesta en defenderse encuentre correlatividad en la energía que pone en atacar. Sí: todavía es joven, pero ataca. Ahí sí sale a relucir cierta violencia, cierto positivo empecinamiento en dañar al rival: véanlo sino a ese adolescente Brian Aguirre que de tanto ir a a la fuente va a terminar por romperla; véanlo al pibe Sforza, con su cara de niño prodigio (¿su rostro sintetiza el rostro del equipo?), conjugar el concepto de ataque con el concepto de defensa. Lo bueno es que cuando este jovencísimo Newell’s ataca no lo hace porque sí, porque es un chico malo, sino porque tiene argumentos que lo justifican, una causa justa: de esa forma se explica tanto gol de sus defensores, tanta llegada de sus laterales, sobre todo el derecho, Jherson Mosquera, que tiene un guante en el pie.
Sí, este Newell’s habla como un chico, y eso es algo positivo, porque los niños (perdonen que me ponga trágico) solo tienen dos opciones: crecer o morir. ¿O alguien vio a un niño rejuvenecer? Nadie, seguramente. Por eso, tal vez, el hincha está en estado de espera: ¿su equipo morirá en lo que a lucha por el título se refiere o seguirá creciendo? La respuesta no la tienen ni el periodismo, ni los hinchas, ni siquiera Gabriel Heinze, sino el lenguaje que habla su equipo. El lenguaje que Heinze y su cuerpo técnico enseñan semana a semana. Y su niño equipo, en ningún momento, da señales de querer morir, de querer tirar la toalla, sino todo lo contrario. No logra hablar de corrido durante todo el partido, sí, pero cada vez habla un poquito mejor. Por eso, tal vez, Heinze suela decir, como un maestro que acompaña el crecimiento de sus alumnos, la palabra “Paciencia”.
¿La tendrán los hinchas? El periodismo deportivo, seguramente, no. Pero ellos no hablan ni quieren hablar el lenguaje del fútbol, de la misma forma que algunos maestros no pueden ni quieren hablar el lenguaje de sus estudiantes. Sólo los buenos docentes (y Heinze, ante todo, es un buen docente) intentan escuchar qué dicen sus chicos. Y hasta ahora no hay motivos para creer que aquello que dicen los Heinze’s Young Boys no sea: “Queremos ganar, queremos gustar, pero sobre todo queremos seguir creciendo”.
Puntuaciones de los titulares de Newell’s vs. Barracas Central:
Lucas Hoyos (5): Partido a partido lucha por dejar atrás los errores cometidos durante el primer enfrentamiento de su equipo. Demuestra que con el pie (sobre todo en pases largos) es superior a los últimos arqueros que tuvo Newell’s (Morales, Macagno, Arboleda, Pocrnjic, Unsain, Ustari) desde los tiempos de Nahuel Guzmán. Dejando de lado sus defectos (¡esta es una crónica optimista!) resultó, al menos durante el partido vs. Barracas, despierto de reflejos: el cabezazo que sacó en el área chica, durante el segundo tiempo, tenía (según la estadística) 78% de posibilidades de convertirse en gol.
Jherson Mosquera (6): No pretendo analizar a fondo sus aparentes defectos a la hora de defender ni sus virtudes a la hora de atacar, sino indicar, para el espectador desprevenido, una característica de este jugador: su admirable capacidad para parar pelotas cruzadas, un gesto técnico infrecuente en la mayoría de los laterales del fútbol argentino. No lo dice la estadística, pero durante el cotejo ante Barracas, el cuatro de Newell’s bajó, con sutileza, cada pelota cruzada que le llegó a sus pies. Tal vez aquí haya una pista de qué quiere o qué dice el Newell’s de Heinze… ¡Un cuatro que tiene un guante en el pie!
Willer Ditta (6): Hace tiempo que sintetiza el espíritu leproso. Desde la llegada de Heinze no solo no bajó su rendimiento, sino que el defensor central parece, de a poco, ir incorporando una nueva solvencia a lo largo de los partidos, integrándose mejor al funcionamiento del equipo. Sin duda es uno de los mejores defensores centrales del fútbol argentino.
Facundo Mansilla (7): Comparten y pelean por el puesto de segundo marcador central con Velázquez. Aquí cabe una pregunta: ¿qué hubiese pasado con esta competencia si seguía en el equipo Cristian Lema? Velázquez mejora a Mansilla y Mansilla mejora a Velázquez: así funciona la competencia. El primero mide 1.90, el otro 1.80. Los dos son fuertes en el juego aéreo, tanto en ataque como en defensa. Durante el partido contra Barracas Mansilla cometió algunos errores a la hora de salir jugando. Esto, que puede preocupar a algunos hinchas, es un dato positivo: sólo hay errores cuando se intenta jugar. Velázquez, en cambio, no suele cometer esos errores, sencillamente porque no suele aparecer como primera opción en la salida. Su gol de cabeza, por cierto, valió 3 puntos.
Bruno Pittón (5): es un lateral izquierdo de oficio. Marca aceptable, proyección aceptable, ataque aceptable. Es un jugador correcto, sin grandes estridencias, sobrio, que le está dando al hincha más de lo que el hincha esperaba. En esa posición (por la que luchan Martino, Luciano y Vangioni) hacía tiempo que Newell’s estaba en el debe.
Juan Sebastián Sforza (6): El Bach del mediocampo. Si jugara en River, el periodismo no dudaría en bautizarlo como el nuevo “Enzo Fernández”. Es, como quien dice, un cinco del futuro, con buena visión de juego, ágil para marcar y rápido para quitar, con llegada al arco rival.
Iván Gómez (5): Es al mediocampo lo que Pittón es a la defensa: un laburante. Él, particularmente, muestra agresividad en la marca y el quite. Es joven y seguirá creciendo.
Cristian Ferreira (5): Dirigido por Heinze está más cerca de ser el armador del equipo que aquel que se vio el torneo anterior, quien en sus pocas participaciones parecía estar por fuera del grupo, a la espera de que el préstamo termine. Ahora está acá, como parte fundamental del equipo, y tal vez por eso parezca menos displicente y más concentrado.
Brian Aguirre (7): Es un crack auténtico. Sobre los cracks auténticos poco es lo que se puede decir. Ganó la titularidad con Heinze y difícilmente la pierda.
Ramiro Sordo (5): Parece, como el entrenador, sordo a las críticas, pero lo cierto es que las escucha. Partido a partido mejora aquello que se le critica con más frecuencia: que juegue “fácil”, es decir, que sea funcional al equipo.
Jorge Recalde (5): Es una incógnita que impacienta a los hinchas. Pero si hubiese marcado un gol, no impacientaría a nadie. Así es la vida del nueve: si hay gol, nada importa. Eso sí: tiene buen pie, cabeza para presionar la salida del rival, es ágil a la hora de recibir y tiene buena técnica en el juego aéreo.