
FOTOS: Zoe Maguna.
En su regreso a escena a 24 años de su estreno, remozada, la obra A la gran masa argentina, escrita y dirigida por Gustavo Di Pinto, divierte y hace reír abordando la iconografía del primer peronismo para jugar con la referencialidad en clave de absurdo

Por Andrés Maguna

Calificación: 4/5 Tatitos
Cuando en el 2001 Esse Est Percipi, grupo de teatro independiente de Rosario, estrenó A la gran masa argentina, yo vivía en el destierro en Brasil, del que regresé al año siguiente. Luego, durante dos décadas, la obra siguió representándose con singular aceptación del público, e incluso cosechó importantes premios en festivales. A esas funciones no pude o no supe asistir, y no fue hasta el sábado 5 de julio de este 2025 que pude ponderarla, en su reestreno (su remake), en la sala La Orilla Infinita.
Así como la revista clandestina EVITA MONTONERA (publicada entre 1974 y 1979) terminó siendo una referencia sintética de un sector del peronismo (la organización guerrillera Montoneros), trascendiendo el tiempo como una fórmula díptica de gran poder evocativo, la obra A la gran masa argentina, lo mismo que su atractivo título, trascendió a los espectadores que la vieron a lo largo de los años en el interés general de los rosarinos, a tal punto que al ser escuchado su nombre los neófitos suelen decir: “Sí, ya se cuál es, todavía no la vi”.
En el mundo escénico de apariencias oníricas de A la gran masa… la Argentina está resumida en una panadería de mediados de los años 70, y Eva Perón (a cargo de Lorena Salvaggio) no es montonera sino panadera, precisamente la “patrona” de cinco trabajadores, tres hombres (personajes de Jorge Ferrucci, Santiago Pereiro y Pablo Fossa) y dos mujeres (Analía Saccomanno y Laura Fuster), quienes sostienen y desarrollan sus acciones como protagonistas de una comedia del absurdo con tintes ucrónicos, porque en la ficción propuesta Evita sobrevivió a Juan Domingo y se lamenta con insistencia de que el amor de su vida se murió sin dejarle la receta “para que la masa leve y se eleve a su destino de grandeza”.
Sin trama ni conflicto central, bajo la sencilla premisa de retratar una cuantas imágenes icónicas del primer peronismo que persisten y perduran en el inconsciente del ser nacional, la pieza teatral escrita y dirigida por Gustavo Di Pinto está claramente regida por el tono de la desfachatez política, pero sin burlas, ironías ni sarcasmos que pudieran ofender el pudor ideológico de alguien.

En vertiginosa sucesión de escenas, con picos de dinamismo acelerado (precisas y arriesgadas coreografías grupales que son como una “marca” de Esse Est Percipi), entre romances teñidos de inocente picaresca, viejas canciones de Sandro, referencias al Hombre de la Barra de Hielo, Pedro Quartucci, a Madonna y Esther Goris (dos de las Evas del cine), la Tercera Posición, y bellas y armónicas intervenciones musicales del panadero de Santiago Pereiro tocando una mandolina, durante 54 minutos (lo que dura la obra) la acción transcurre, ligera y nítida en su sinsentido, incorporando la atención del público como un personaje más, porque con el correr de los minutos se nota que los intérpretes van aprovechando esa energía calórica para soltarse y disfrutar de su trabajo, lográndose con ello una reciprocidad empática allende la catarsis.

Sumidos en una prehistórica inocencia, los personajes de A la gran masa… dicen “culo” o “pija” con actitud de valentía, al igual que lo hacen cuando se refieren al fusilamiento de Valle o a la Resistencia peronista, y se evitan, en aras de la pureza del humor absurdo, los hechos históricos más espinosos y escabrosos, los más agrietantes, y también por eso resulta en extremo graciosa la escena en que uno de los tres panaderos (Pereiro), tirado en el piso junto con otros desternillándose de risa, responde imitando la voz de Juan Domingo a preguntas de Eva, quien cree que está hablando con su compañero en el más allá.
La puesta en escena no tiene fisuras en ninguno de sus aspectos técnicos, y respecto de su concepto, aunque bien definido desde la dirección dramatúrgica, solo se me ocurre cuestionar una cosa (en parte, la razón por la que mi calificación no alcanza los cinco Tatitos): la elección compositiva de una mayor participación de las cualidades y recursos humorísticos del género (teatro del absurdo) en desmedro de los naturales contrapesos del drama y la tragedia, que los hay, pero no logran “ensuciar”, en el buen sentido, la blanca pureza de la harina, correlato simbólico de la candidez evidente, a mi juicio excesiva, de A la gran masa argentina. En fin, me raspó ese desbalance, aunque sospecho que en parte se debe a que esta nueva versión (“esta remake”, dijo el actor Pereiro al agradecer los largos y calurosos aplausos tras el final) irá buscando su mejor equilibrio con el correr de las funciones, a medida que los de Esse Est Percipi sigan alimentándose de la energía del público, la que, se vio, saben amasar, leudar, dejar levar y cocinar.
FICHA
Título: A la gran masa argentina. Elenco: Lorena Salvaggio, Analía Saccomanno, Laura Fuster, Pablo Fossa, Jorge Ferrucci, Santiago Pereiro. Dramaturgia y dirección: Gustavo Di Pinto. Asistencia de dirección y música original: Santiago Pereiro. Asistencia de producción: Clara Galindo. Producción: Esse Est Percipi. Sala: La Orilla Infinita.