
La obra El gesto de lo que respira, de Romina Bozzini García, con dirección de Yerutí García Arocena, sorprende al espectador en su tránsito por la exposición personal de un “viaje interior”

Por Andrés Maguna

Calificación: 4/5 Tatitos
Tardé bastante en procesar la obra El gesto de lo que respira luego de examinarla cuidadosa y detenidamente, durante los poco más de 50 minutos que dura, en el Teatro del Rayo el jueves 17 de julio a la noche. De hecho, desde el comienzo de la acción escénica, hecha de detenimientos, me sentí desafiado en el entendimiento. “¿Qué poesía recita esta mujer acostada boca arriba sobre el piso, con una piedra grande de canto rodado sobre el pecho y otra sobre el abdomen? ¿De qué está hablando? ¿Adónde apunta o deja de apuntar la cosa? ¿Adónde estamos siendo llevados?”, fueron algunas de las preguntas iniciales que me hice, para luego, al correr de dos escenas más, abrir mi cabeza sin cuestionamientos en la aceptación de todo aquello que nos estaba siendo brindado desde el escenario, que en apariencia era poco pero en verdad resultó ser un montón.
Romina Bozzini García interpreta a Romina Bozzini García explorándose a sí misma en soledad. Podría decirse que la actriz, bailarina y poeta enlaza fragmentos de su vida en un pasado cercano (digamos el tiempo de la Pandemia) en los cuales transitó desde su interioridad, haciendo gala del virtuoso narcisismo femenino (señalo el género del narcisismo porque considero que el narcisismo masculino tiende a perder su condición de virtud), las poesías de Claudia Masin (en especial las del libro El cuerpo), la necesidad de contacto con la naturaleza, la distancia con los otros (las otras personas) y el enfrentamiento con su silencio; lo que le pide el cuerpo en determinadas situaciones, lo que dicta la razón frente a la sinrazón, y cuando los espejos solo nos reflejan de los ojos para adentro.
El guion y las coreografías son simples, las escenas son pocas (seis o siete) y las transiciones abruptas, o al menos lo suficientemente abruptas para separar los mencionados detenimientos, cuando Romina se queda inmóvil, mirando al público o a la nada, o cuando sale de escena y nos deja frente al espacio vacío mientras escuchamos el profundo silencio que consiguió instalar, o determinados ruidos que hace detrás nuestro, en una impenetrable oscuridad, como cuando escuchamos que agita hojas secas al ritmo del viento del invierno.

En un momento suena una bella canción en inglés, y a partir de ahí entra a jugar el color, y la vida, puesto que hasta ese momento aparte de las dos piedras los dos únicos objetos que habían aparecido eran una rama de palmera seca, quebrada, y otra de un árbol, sin hojas.
No voy a contar de qué manera entran el color y la vida, como tampoco diré qué hace Romina con las piedras y las ramas, pero sí puedo mencionar que se nota en el desarrollo de El gesto de lo que respira un certero enfoque en la experimentación, en la colecta de los frutos de la experimentación (sobre la idea original de Bozzini García) con el aporte de terceros, desde la dirección de Yerutí García Arocena hasta quienes aportaron lo suyo con “colaboraciones” en planos técnico-artísticos, en especial la iluminación.
El minuto final de la obra, de una belleza inenarrable, nos dejó a todos los espectadores en otro planeta, y por eso tardamos unos segundos en aplaudir, y ni siquiera fueron tantos ni tan sostenidos los aplausos como las escuchas y miradas atentas que se habían concitado en esos 52 minutos, que en su momento se estiraron hasta parecer horas y luego, tras el final, parecieron segundos.
Califico El gesto… con cuatro Tatitos y no con cinco (la máxima puntuación) por algo muy sencillo de explicar: en la presentación poético fragmentaria del viaje interior de Bozzini García pierde tensión uno de los hilos de su entramado: lo que se dice, los versos recitados, que, más allá de su justeza a los fines basales de la construcción dramatúrgica, por algún motivo no alcanzan a integrar un corpus orgánico y no calan con la misma hondura que los otros recursos expuestos. Pero se trata de un desacople entre lo sustantivo y lo verbal, tal vez debido a una cuestión residual, que apenas opaca el casi enigmático alumbramiento de una puesta en escena que se precia de performática y desde el uno alcanza a llegar a la multiplicidad interpretativa de los espectadores. Un regalo, un gesto, que conmueve aunque no nos demos cuenta en el momento de recibirlo.
FICHA:
Título: El gesto de lo que respira. Idea original e interpretación: Romina Bozzini García. Dirección: Yerutí García Arocena. Vestuario: EstudioQUIER. Diseño lumínico: Yerutí García Arocena, Romina Bozzini García. Asesoría técnica: Nacho Farías. Diseño sonoro: Juani Favre. Diseño gráfico y audiovisual: Ariel Gauna Rojas. Colaboración artística: Cecilia Colacrai. Producción: Julia Tarditti. Sala: Teatro del Rayo. Función del jueves 17 de julio de 2025.
