
Adaptada y dirigida por Cristian Marchesi, la obra de Daniel Veronese El líquido táctil, recién estrenada en el Espacio Bravo, se queda a mitad de camino entre la excelencia y el desastre, a pesar de los nobles esfuerzos de su elenco actoral

Por Andrés Maguna

Calificación: 3/5 Tatitos
A veces me gustaría ser otro. Por ejemplo, cuando fui a ver El líquido táctil me hubiera gustado ser K, amigo y colega crítico teatral que vive en otro país de habla hispana. Porque si hubiera sido K la obra me habría hecho reír, la habría disfrutado prestándome, como sabe prestarse K, al juego simplista de tomar lo bueno como muy bueno, lo simpático como muy gracioso, las partes y los elementos rescatables como talismanes que vuelven valioso el todo. Así, después de ver la obra hubiera podido empezar el texto de mi crítica, mi reseña (a sus textos críticos K los llama reseñas) más o menos así: “Con una ingeniosa adaptación de una de las más emblemáticas creaciones del genial dramaturgo Daniel Veronese, el talentoso actor y experimentado director Cristian Marchesi consigue potenciar al máximo el carácter cómico de la ya clásica y contemporánea tragicomedia, para lo cual se vale de tres actores de fuste y un eximio músico en escena, introduciéndose él mismo en escena, en aparición breve y puntual como otra, del asistente de dirección Guillermo Calluso, para reforzar el tono disruptivo de esta versión, siempre en el sentido humorístico planteado por Veronese, para la cual se ajustan como anillo al dedo las tres actuaciones protagónicas, a cargo del monumental Miguel Bosco, la enorme María Laura Silva y el gran Adrián Giampani, quienes con su sobresaliente desempeño magnifican las acciones y, además de ennoblecer el arte actoral elevando la vara, llevan al paroxismo los efectos hilarantes de la propuesta”.
Pero, por desgracia, no soy K, y aunque a veces lo intento no me sale, tal vez porque la inocencia, la ingenuidad y la candidez no sean virtudes que se puedan ejercitar sino características intrínsecas, sustancias endógenas de la persona, y si bien yo traté y trato de no dejar morir a mi niño interior, no puedo negar que ya no soy inocente de nada, que de ingenuo me queda poco, y que cándido solo en raras ocasiones, cuando me veo sorprendido por algo.
Así las cosas, cuando salí del Espacio Bravo la noche del preestreno (viernes 3 de octubre) de El líquido táctil, con las risotadas y las carcajadas de la mayoría de los sesenta espectadores que llenaron la sala (y los fuertes aplausos y ovaciones tras el final) resonando todavía en mis oídos, se me dio por pensar en K y en lo mucho que disfrutaría de esta puesta en escena, y que además no cargaría con la preocupación de ajustar una calificación (K está en contra de calificar las reseñas), que para mí, en este caso, era clara: tres Tatitos sobre cinco, como se indica más arriba.
Para empezar por lo positivo, señalo las actuaciones, la materialización de la puesta en escena y el guion original de Veronese, cuyo brillo persiste pese a las modificaciones ejecutadas por Marchesi, que lo simplifican y aplanan, aunque se entienda por qué lo hizo: adaptó el texto y su concepto a su modo de entender, hacer y dirigir, quizá pensando que “iba a lo seguro” con una fórmula que le dio buenos resultados en el pasado y tres actores de probado rendimiento y ductilidad.
Esto que digo primero fue una presunción intuitiva apenas salí de ver la obra, y a la mañana siguiente me cerró cuando leí el texto original de Veronese, saltando a la vista que las alteraciones de Marchesi le cambiaban el tono y el sentido, y que los agregados de acciones físicas, aunque se tratase de hermosas y precisas coreografías, volcaban los caracteres psicológicos de los personajes, con su diferencias y coincidencias, al terreno llano de la parodia tradicionalmente payasesca.
Sí, puedo entender que la intención manifiesta es hacer reír, y que la comicidad de los antihéroes funciona con la identificación, y para poder reírnos de nosotros mismos, pero en esta adaptación de Marchesi se torna explícito lo que en Veronese está sobreentendido, o sugerido, y se pone grueso lo que se escribió para ser sutil. Esto queda probado, además, con las intervenciones (el músico en escena, el asistente de dirección y el director se dirigen al público) en que se rompe la cuarta pared, pues suenan a recursos de una “vieja modernidad” de los años 90, de la que Veronese, entre muchos otros, ya rehuía en 1997, cuando escribió El líquido táctil.
Releo lo que escribí y me parece escucharlo a K diciéndome: “No seas malo, Magu, claro que Marchesi va a hacer lo que mejor sabe hacer y lo que más le gusta, y Bosco, Silva y Giampani son geniales hagan lo que hagan. Son tres maestros. El músico no está mal y la selección de temas que toca en la obra está buenísima. Y la iluminación, el vestuario. Además de que las obras de Veronese son sólidas en su estructura y pueden ser, y lo son, un soporte abierto a cualquier adaptación libre”.
Todo bien, querido amigo, le respondería yo, pero flaco favor les haría yo a los realizadores si no expresara con sinceridad lo que me pareció, lo que sentí y lo que pensé respecto de esta versión de El líquido táctil, a la vez que reconozco que, si bien no pude sumarme a las risas ni una vez, la pasé bien esa noche en Espacio Bravo, gozando de mi trabajo (y mi naturaleza) de crítico teatral, que, me parece, merece tanto respeto como el laburo de los hacedores teatrales, pues de esa manera, al reconocer la pureza y la nobleza de sus intentos y esfuerzos, me siento obligado a realizar mi examen ponderativo con una seriedad equivalente al empeño de elles por persistir en la búsqueda de la mejor forma del arte escénico.
Pero K está en otro país de habla hispana, muy lejos del mío, y hace muchos años que se enamoró tanto del teatro que sólo encuentra una particular belleza en sus defectos y achaques. ¡Loado sea el muy afortunado!

FICHA:
Título: El líquido táctil. Teatro de Retaguardia. Autor: Daniel Veronese. Actúan: María Laura Silva, Adrián Giampani, Miguel Bosco y Luciano Duri. Fotografía, video y diseño gráfico: Vito Marchesi
Asistencia de Dirección: Guillermo Calluso. Dirección: Cristian Marchesi.
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