
Sobre la función en Rosario de la obra de danza Materia bruta, y una entrevista a Inés Armas, su realizadora

Por Lucía Fantauzzi
El sábado 4 de octubre se presentó, en el Centro de Expresiones Contemporáneas de Rosario (gracias a la colaboración entre el colectivo rosarino Ficción Física y Galpón F.A.C.E de Buenos Aires), Materia bruta, obra de danza dirigida por Inés Armas y Juan Salvador Giménez Farfán, cuya creación tuvo lugar en la residencia INSTALAR DANZA, en Fundación Cazadores de la ciudad de Buenos Aires, donde se presentó por primera vez en abril de este año.
Materia bruta incorpora soportes audiovisuales y el propio archivo personal de Inés Armas en papel (cartas, anotaciones sobre danza, dibujos), en una historia que empieza con una pregunta: «¿Qué se necesita para ser una buena bailarina?». No hay una narrativa cronológica, sino saltos temporales que permiten que podamos imaginar las posibles respuestas a los problemas que plantea la protagonista y que deja abiertos. Transcurre por escenas, de forma similar al formato cinematográfico, alternándose aquellas donde Armas relata verbalmente con aquellas que relata bailando. La tensión aumenta progresivamente; genera intriga, entrás en su mundo. Hay tres personas en escena: Florencia Macché (que además de vestuarista de la obra, hace una colaboración en la escena en donde interroga a la protagonista acerca de sus archivos de danza), Abril Lis Varela (que, con un proyector y una lámpara, es quien cuenta y une el archivo material al relato), e Inés (que es la coprotagonista junto a cada espectador, también considerado personaje principal).

Armas nos cuenta esta historia en segunda persona del singular y nos coloca en el presente, situándonos en ese tiempo pasado como si fuera hoy: hay una niña que mantiene una comunicación epistolar con su amiga, construyen certezas sobre la danza, se desconocen entre sí. Luego, esta infancia tierna, llena de convicción y protegida por el mundo adulto se va desdibujando y oscureciendo: la niña ya es una mujer, sin embargo pareciera ser que hay ciertos interrogantes sobre la danza que se mantienen. Su danza es luminosa al principio como cuando suena All that jazz (canción de apertura del musical Chicago de 1975 creado por Bob Fosse), pero se va extrañando y desconociendo al compás de la música (a cargo de Francisco Cossavella). Tanto la niña como la adulta pesan, ponen en valor, comparan, miden, trabajan y todo parece girar en torno a esa pregunta: «¿Qué se necesita para ser una buena bailarina?» Todos los supuestos de la danza se reconsideran: es importante la técnica, ¿qué tanto?, ¿se le puede asignar un valor en porcentaje?, ¿el virtuosismo es un factor?, ¿el arte es inherente a cada artista o se construye trabajando?

El vestuario, a cargo de Florencia Macché, va cambiando, acompañando las distintas etapas que transita la protagonista. Se usan, al principio, colores cálidos, y luego hay uso predominante del negro. En la primera escena Inés tiene un vestuario dorado que, bajo la luz tenue, brilla de un modo particular, permitiendo que, a la vez que se proyecta su figura en la pantalla, su cuerpo sea cubierto por las líneas y puntos que Liz Varela dibuja. El uso de la luz, diseñado por Adrián Grimozzi, se va oscureciendo a lo largo de la obra, hallándose, al final, una predominancia de colores fríos y momentos de sombra. Cuando salí de la sala, lo primero que pensé, recordando la idea de Yvonne Rainer*, fue que en Materia bruta no hay artimañas que busquen seducir al espectador. O, si las hay, son demolidas por nuevos interrogantes que plantea la obra.
Hay escenas donde la precisión técnica de la danza clásica y el dramatismo de la técnica Graham están muy presentes (como cuando Inés baila Lilac Wine interpretada por Nina Simone, con coreografía de Freddy Romero**, quien fue su maestro de esta técnica). Inés lo hace maravillosamente, logrando una armonía entre esa precisión técnica y un profundo sentido artístico: las personas que bailaron y aprendieron con Freddy Romero lo hacen bajo un signo distinto, y se nota. Hay una calidad de movimiento diferente que en otros bailarines modernos (¿más suave, quizá?). También hay otra impronta, otra gestualidad, que tal vez tenga que ver con lo afro de Romero, bailarín que pasó su infancia en la Venezuela de los 40, que bailó en México en los 50 y en Estados Unidos, aprendió e impartió una técnica de origen norteamericano y logró imprimirle un sentido interior con un perfil más latinoamericanista. Con todo lo que significa trabajar y vivir de este lado del mundo… Si bien conviven todos estos lenguajes en Materia bruta, me pareció que, para ser una obra autobiográfica, ahí estaba «todo»: todo el peso de la danza, toda la incertidumbre, todos los errores, todos los aciertos.

ENTREVISTA A INÉS ARMAS
Inés Armas es rosarina, formada en la Escuela Municipal de Danzas y Arte Escénico Ernesto de Larrechea, y en El Taller de Danza Contemporánea del Teatro San Martín, en Buenos Aires. Continúa su formación en Viena al recibir la beca Dance Web Europe y también estudia en Nueva York en la Escuela de Martha Graham. Bailarina, docente, abogada, gestora, fundadora y codirectora, junto a otros maestrxs artistas, del espacio de formación, investigación y producción en arte contemporáneo Galpón F.A.C.E. En Materia bruta trabajó en la dirección junto con Juan Salvador Giménez Farfan, formado también en El Taller de Danza Contemporánea del T.S.M. y bailarín de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea, además de miembro del colectivo de artistas LaDuncan.
Inés, ¿cómo es el proceso de llevar lo autobiográfico a la escena?
Llevar lo autobiográfico a escena, en el caso de Materia bruta, tuvo varias operaciones en el proceso para que eso sea posible y viable, y que se convierta en un material compartible con espectadores. Lo primero fue llamar a un codirector que esté trabajando desde un lugar externo y que pueda evaluar los materiales de un modo más desapegado del que yo podía hacer, dado que era mi historia personal. Luego, la segunda operación, que fue para mí bastante importante, fue pasar los textos que teníamos, que había escrito yo, a segunda persona del singular: en vez de hablar de yo, hablar de vos. Esa operación, me parece, facilita que el espectador se sitúe en el lugar de la protagonista y refiera o asocie con experiencias propias, dado que habla mucho del momento de la vida de la infancia y preadolescencia, y estos momentos todos los pasamos, los tenemos como lugares de un recuerdo vívido, porque ahí nos pasan cambios fundamentales en la subjetividad, entonces esa operación de poner la segunda persona busca esa relación más empática con el espectador.
Quien codirige contigo esta obra es una persona mucho más joven, que fue tu alumno. ¿Cómo fue laburar en conjunto con él? ¿Cómo fue ese choque (si lo hubo) de generación y de ideas?
El trabajo con Juan Salvador, que codirige la obra, siempre fue muy fluido, y más que choque fue una combustión, porque yo confié mucho en su mirada, y él iba probando materiales, iba decidiendo sobre la marcha sin tener un preconcepto de lo que quería. Es un artista muy desprejuiciado, en el sentido de que busca lo que funciona para la obra y no lo que él previamente se imaginaba; la verdad que nos encontramos sin saber mucho a dónde iba, pero les dos confiamos en la potencia del encuentro y en que cada une podía aportar algo diferente en virtud de las distintas experiencias y las distintas sensibilidades. Si bien suelo trabajar en codirecciones, es la primera vez que trabajamos juntos y estoy muy contenta con lo que se armó en la obra.
En el marco de la charla a la que fuiste invitada en el Instituto Superior de Danzas Isabel Taboga, hablaste de la libertad que nos da la técnica (las técnicas), y sabiendo que vos, además de tener un manejo notable de variadas técnicas de danza, estás especializada en la técnica Graham, ¿te sentiste en algún momento del proceso creativo “encerrada” por esta técnica de tan alta estructuración? ¿Tuviste que pelearte con la técnica en el proceso, o es algo que ya tenías “desarmado” a lo largo de tu experiencia como creadora?
Con respecto a la técnica ya vengo, desde obras anteriores, haciendo este distanciamiento que creo necesario para bailar y no acudir solamente a las formas de la técnica Graham, si bien la obra tiene un fragmento coreográfico que está bien anclado en la técnica Graham, que es Lilac Wine (coreografía de Freddy Romero); el resto de la obra va pasando por otras propuestas y cosmovisiones del cuerpo, desde una técnica también muy estructurada, que es el ballet, hasta dispositivos más contemporáneos, como son los fragmentos más improvisados o lenguajes más fragmentarios que se acercan más a lo contemporáneo.
Fuiste alumna de Freddy Romero y en muchas ocasiones contás lo impactante que fue para vos este maestro, incluso hay una forma de homenaje a su figura en esta obra… ¿Qué es lo que más te marcó de él como artista o docente?
Como docente, Freddy siempre incentivaba a la entrega en la clase; era realmente como un ritual que la clase, el momento de estudiar en sí, sea como un hecho artístico. En muchas clases él acompañaba sonoramente con un tambor y con cantos; cuando había un músico acompañante solía usar, además, su tambor. Su presencia, su disfrute del momento del estudio y su entrega, hacían que cada encuentro sea algo muy especial, donde me sentía con muchas ganas de bailar y muy conectada con el arte, con esa dimensión del mundo. Las recuerdo siempre como un momento de entrega y de disfrute a cada clase de Freddy.

Sos rosarina radicada hace mucho tiempo en la ciudad de Buenos Aires, ¿cómo fue presentar esta obra, que habla de tu infancia, en tu ciudad natal?
Presentar la obra en Rosario fue muy emotivo. La obra cuenta una historia que sucedió en Rosario hace 40 años, y hacerla en la ciudad con la gente de la ciudad, sabiendo que entre el público había gente gente de mi familia, gente que me conoce hace mucho, y también gente de las nuevas generaciones de la danza, para mí fue muy emotivo y potente. Terminé la función muy emocionada.
¿Cómo ves el quehacer artístico en este momento de censura y desfinanciación brutal de la cultura en el país? ¿Dónde se siente más: como creadora, como docente?
El momento de crisis en cuanto a la financiación y a las dificultades que tenemos como creadores y artistas es un momento duro. Siento que hay que seguir adelante con propuestas y creando, e inventar modos de seguir haciendo. Pero sí, está difícil, y siento que repercute en todos los ámbitos: en lo público, en lo privado, en lo independiente, porque todo lo que es público está desfinanciado y lo independiente interactúa porque tiene, muchas veces, fondos otorgados por los gobiernos y todo eso está muy devaluado. En la docencia pasa lo mismo, porque se enseña en instituciones; yo también soy gestora, tengo un espacio cultural y sostenerlo lleva muchísima energía, pero creo que falta menos, y que la gente necesita espacios de la cultura. Eso sigue existiendo por más que se niegue o se tape, es clarísimo. Me sorprendió la movida cultural que hay en Rosario y en Buenos Aires, que no para; esto mismo pasa en todo el país, entonces, por más de que haya un ahogamiento, la cultura es como el agua: fluye de todas maneras. Y en el momento en que haya una mejor situación ya va a haber una red de espacios y de contactos, por eso creo que hay que seguir haciendo, porque esos espacios que se van creando, esas redes de intercambio, de sostenimiento y de colaboración, se van a ver muy fortalecidas cuando podamos estar un poquito mejor a nivel política cultural.
Notas al pie
*«Manifiesto del NO», de Yvonne Reiner:
No al espectáculo
No al virtuosismo
No a las transformaciones, a la magia y al hacer creer.
No al glamour y a la trascendencia de la imagen de la estrella.
No a lo heroico.
No a lo antiheroico.
No a la imaginería basura
No a la implicación del intérprete o del espectador.
No al estilo.
No al amaneramiento.
No a la seducción del espectador por las artimañas del intérprete.
No a la excentricidad.
No a conmover o ser conmovido.
**Este 21 de octubre en el hall del segundo piso del Teatro San Martín, en Buenos Aires, se realizará un homenaje a Freddy Romero, habrá presentaciones del Taller de Danza Contemporánea del T.S.M a cargo de Inés Armas, de Danza Contemporánea de la UNSAM y la presentación del libro Pájaro negro que danzas sobre la biografía de Freddy Romero escrito por Dulcinea Segura Rattagan.

Ficha técnica:
Intérprete: Inés Armas. Colaboración en escena: Abril Lis Varela, Florencia Macché. Diseño de vestuario: Florencia Macché. Música: Francisco Cossavella. Colaboración en dramaturgia: Abril Lis Varela. Diseño de iluminación: Adrián Grimozzi. Visuales: Frana Zabala y Abril Lis Varela. Dirección: Inés Armas y Juan Salvador Giménez Farfán. // Esta obra contó con el subsidio de Prodanza, del Ministerio de Cultura, del GCBA, y es una coproducción con Galpón F.A.C.E.
Descubre más desde Revista Belbo
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.