
En Francia, una gran movilización del campo psi y de la población en general se despertó en consecuencia del proyecto de ley que presentaron la semana pasada algunos senadores de la derecha republicana. Con el pretexto de hacer economías en el terreno de la salud que depende de la Seguridad Social, un sistema sostenido por todos los trabajadores franceses, estos legisladores proponían dejar de solventar los tratamientos orientados por el psicoanálisis en todas las instituciones de salud mental y en algunos dispositivos en consultorio de tratamientos cortos reembolsados. Finalmente, el proyecto de Ley 159 fue retirado del Senado, considerándose una batalla ganada por dicha movilización, que incluyó a Philippe La Sagna, psiquiatra, psicoanalista y miembro de l’Ecole de la Cause freudienne, quien escribió el siguiente artículo al respecto:
Un mal pliegue del cerebro

Por Philippe La Sagna
Traducción al castellano: Susana Sherar
Un proyecto reciente, propuesto por algunas senadoras y senadores, va a ser discutido en el Senado a partir del 19 de noviembre del 2025. Notemos que ninguno de los representantes que lo propone tiene una competencia particular en el campo de la salud mental. Desde hace treinta años la orientación se decide desde arriba a partir de la hipótesis de una reducción de la enfermedad mental a una enfermedad del cerebro, que dependería de la química y de reeducaciones autoritarias, o de la “gestión de las emociones” (surgida directamente del managering). Esto llevó a una situación catastrófica de la psiquiatría actual y de la salud mental en Francia.
El malestar de los adolescentes, las dificultades de la parentalidad, la cuestión de género, las violencias familiares y sexuales, el acoso, la explosión de licencias médicas en el trabajo y el burn out generalizado, así como las soledades, interrogan nuestro lazo social y familiar, nuestros modos de usar el cuerpo, la identidad, la escuela, mucho más que la existencia de cerebros llamados “frágiles” o “atípicos”. Estos malestares contemporáneos se manifiestan también a través de los progresos de la segregación, de la exclusión y de los populismos que amenazan la democracia para la cual el psicoanálisis es un elemento esencial.
Sumas considerables son consagradas a la investigación, reducida a una hipótesis centrada en el cerebro, que ya mostró su fracaso en términos de resultados para la salud mental de Occidente.
Tampoco el DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), máquina destinada a disolver la clínica psiquiátrica, es un instrumento confiable para la investigación. Sin hablar del congelamiento casi total de búsqueda de terapéuticas medicamentosas eficaces por parte de los laboratorios farmacéuticos ¡por falta de validaciones!
Apuestan al tratamiento “por el entorno” (ver las campañas televisivas actuales), cuya empatía sería susceptible de suplantar las carencias de un sistema psiquiátrico desbordado, al borde de la ruptura. Un ataque reciente contra la Clínica Laborde, cuna famosa de la psicoterapia institucional, muestra que apuntan a los lugares de tratamiento. Hoy, muchos artistas, actores, escritores, entre otros, testimonian sobre los beneficios del tratamiento psicoanalítico. Algunos han podido mostrar que cuando estamos en análisis nos ocupamos mejor de nuestra salud, del entorno y del rol social.
El sistema Mon soutien psy* (Mi sostén psicológico) es la versión desviada y polvorienta de la oferta de tratamiento gratuito y accesible rápidamente, que es propuesto por psicoanalistas desde hace veinte años, porque hoy en Francia se puede encontrar un analista fácilmente.
La ideología dominante en la salud mental querría no saber nada de los datos de las ciencias humanas en general, de la incidencia de modos de trabajo y de vida, del culto de la performance y de la falta de límites, de la explosión del mercado de los tóxicos y del riesgo climático y ecológico.
También pretende ignorar los «desiertos sanitarios» de la Francia periférica. Guardan silencio también sobre los avances del psicoanálisis en el campo de la psicosis. Hoy, cada vez más sujetos se dirigen al psicoanálisis, dándole la espalda a una gestión autoritaria y cientista de su sufrimiento. La medicina gira así de una técnica hacia una práctica “narrativa”, teniendo en cuenta al sujeto enfermo y no la enfermedad.
La negativa de admitir el valor de los tratamientos psicodinámicos se esclarece gracias a los avatares de las políticas de salud en los EE.UU. y en las democracias i-liberales. La salud es una cosa demasiado seria para ser gestionada según las decisiones verticales de ciertos políticos.
Esta situación dramática de la psiquiatría ya alimentó la crítica esclarecida de ciertos investigadores en neurociencias, como François Gonon. Una publicación reciente nos aclara estos trabajos:
“Entre las diferentes disciplinas de las ciencias experimentales, las neurociencias ocupan desde hace cuatro décadas un lugar privilegiado tanto en la literatura científica como en los medios. Este entusiasmo se sostiene en la convicción, cada vez mas compartida, de que las ciencias del cerebro son lo mejor que existe para explicar el comportamiento humano. Esas explicaciones son convocadas especialmente en tres campos mayores de la vida social: los trastornos mentales, los aprendizajes escolares y las desigualdades sociales. Sin embargo, según los científicos más reconocidos por su experiencia en esos tres dominios, las neurociencias no han contribuido hasta ahora a esclarecer estas prácticas, ni en la cura en psiquiatría, ni en la pedagogía, ni en la lucha contra las desigualdades. Hay una distancia considerable entre el discurso triunfante librado al público y la realidad de los avances en neuropsiquiatría y neuropedagogía. Este doble discurso ha sido estudiado para la neuropsiquiatría. Estos estudios académicos mostraron que los sesgos de la publicaciones, las exageraciones y las interpretaciones abusivas están ya presentes en la literatura científica. Los periodistas no hacen sino ampliar estas distorsiones”**.
El investigador François Gonon pudo así cuestionar las “epidemias” recientes, como la del TDAH (trastorno o déficit de la atención con o sin hiperactividad), del TSA (trastornos del espectro autístico); incluso la de los “dis”, todos supuestos a reducirse a un mal pliegue del cerebro.
* Mon soutien psy es un dispositivo propuesto por la Seguridad Social por el cual el paciente tiene derecho a ver un clínico liberal durante 12 sesiones, siendo rembolsado luego. Esto fue posible bajo la ordenanza de un médico y con un informe a posteriori, o sea atentando contra la ética y la libertad de orientación. Gracias a una movilización, se pudo liberar del yugo médico esos tratamientos cortos.
** Gonon, F. Neurosciencies: un discours néoliberal? Psychiatrie, éducation, inégalités. Nîmes, Champ social, 2024.

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