El domingo 2 de febrero Juan Grabois estuvo en el sindicato Luz y Fuerza de Rosario conversando, a sala llena, sobre su norte político, sus ideas, sus preocupaciones y la situación actual del Frente de Todos.
Por Martín Mello
Grabois se sienta en el escenario del Luz y Fuerza, aparentemente tranquilo, se apoya sobre el micrófono estático y comienza a hablar. Explica una teoría. Cuenta una anécdota. Aplaude a un compañero. De repente, cierra los ojos. Nadie sabe por qué. Se toca la cara. Suspira. Después de unos segundos de silencio es fácil identificar lo que pasa: «…no tendría que decir esto… me van a cancelar… bueno, no importa…», y, maradonianamente, dice aquello que va a convertirse en clip de You Tube y va a ser utilizado para escracharlo como comunista (hay que ser rancio para utilizar comunista como insulto, teniendo en cuenta el papel del PC y el PCR en el FdT), como traidor por los kirchneristas viejos, y como hijo de mil puta por los mileístas. Pero es esa compulsión a opinar, a decir su verdad, a ser un reventado, tan nuestra, tan argentina, lo que convierte a Grabois en un político diferente, el yang de tipos como Massa, que son capaces de traicionar a sus madres por poder e inmediatamente después presentarse como noruegos hipercivilizados.
Antes de delinear su proyecto político, Grabois explicó las razones de su ausencia tan prolongada (dos años) en la ciudad; lo hizo presentando un cuadro que él utiliza para analizar la realidad política. Nos dice: “Tenemos un cuadro de cuatro partes: amigos, aliados, adversarios y enemigos”; el amigo es el aliado que trascendió los intereses político-partidarios, es aquel que está con nosotros más allá de la conveniencia; el aliado es aquel que comparte gran parte de nuestro ideario y nos puede acompañar en su realización, pero no trasciende esa condición; el adversario es aquel que, en mayor o menor medida, se opone a nuestro ideario y nos ataca dentro de los límites constitucionales y legales; y el enemigo es aquel que está dispuesto a todo para nuestra eliminación.
¿Qué tiene que ver su cuadro con su ausencia en la ciudad de Rosario? Nos dice que dentro del cuadro se pueden intercambiar posiciones, y que esas posiciones tienen diversas consecuencias sobre nosotros. Si el adversario pasa a ser enemigo, es un problema, pero no deja de ser entendible. Si sucede a la inversa, mejor: eso significa que nuestro enemigo se va a convertir en adversario y manejarse dentro de la legalidad. Si el adversario pasa a ser aliado, mejor aún, sumamos a alguien. Y si el aliado pasa a ser amigo, mejor imposible.
Pero el único cambio verdaderamente doloroso es el de amigo a aliado, porque esa unión que trascendía las conveniencias desaparece.
Y ahí menciona, sin dar nombres, que “sus amigos de Rosario” le pidieron que no venga a la ciudad durante su campaña por la intendencia. Grabois lo entendió. Comprendió que, al ser él una figura controversial, su presencia podría restar más votos de los que sumaba, y por lo tanto acató. Con el tiempo se dio cuenta de que esa petición no era sólo estratégica, sino que se trataba de la disolución de una amistad, se querían despegar de él y no solo partidariamente. La pérdida de esos amigos, el duelo, lo mantuvo alejado durante dos años. Hasta ayer.
¿Para qué más sirve el cuadro de análisis, además de para angustiarse?
Para poder delinear con claridad el proceder estratégico, lo que Grabois denomina el “por qué”. Doy un ejemplo: Larreta es un candidato del poder, y es un tremendo malnacido, pero dudo que promueva la agenda de rechazo y patologización de las minorías y diversidades sexuales, una agenda de carácter estrictamente fascista, o la eliminación explícita de las personas en situación de calle; por lo tanto, Larreta sería un adversario, un rival al que hay que tratar de limitar en su evidente ajuste político, pero no de la misma categoría que un Milei, que en su fascismo explícito requiere de otras prácticas y otra urgencia.
El “por qué” es el motivo inmediato por el que se realiza una acción o estrategia política. Cuando Grabois, jocosamente, mencionó una alianza con Carrió y Larreta, lo dijo enfocado en el “por qué”: una alianza mayoritaria que le tumbe todos los proyectos a Milei. El “por qué” es parar el aluvión explícitamente facho.
Pero después, y acá viene lo interesante, está el “para qué”:
La casta, caracterizada por Pablo Iglesias, o lo que podríamos llamar la politiquería, está compuesta por sujetos que tienen clarísimo el “por qué”. Hacen alianzas, eliminan (simbólicamente) a quien haya que eliminar, van a los programas de televisión a decir lo que sea que tengan que decir, twittean e instagramean compulsivamente. El “por qué” es simple: poder para mí y mi sector, menos poder para el sector opositor. Pase lo que pase la táctica es esta: actuar de modo que mi campo personal y político se amplíe y se reduzca el del enemigo. Grabois nos dice: «Está perfecto, ¿pero para qué?»
La castificación tiene claro el “por qué” pero nunca el “para qué”. Así como el “por qué” se adapta a la circunstancia, el “para qué”, cuando no es claro, cuando a veces incluso no existe, termina ajustándose y siendo víctima de la coyuntura, el ejemplo que menciona el dirigente es el de las agresiones por parte del Estado contra las personas en situación de calle, un hecho sobre el cual ningún político de este lado del campo se manifestó en contra, porque las encuestas dicen que esto es lo que piden las mayorías. Entonces, a falta de un “para qué” claro, de un objetivo, de un límite moral, hay mayor confusión generalizada, la gente deja de militar ideas y milita personas, y esto es algo fundamental en Grabois, que, evidentemente, quiere ser presidente, pero hay algo que quiere mucho más que el poder, y es la realización de sus ideas: si Wado, o Kicillof o Quintela o yo, mañana somos presidentes y tenemos su agenda o parte de su agenda política, el tipo va a estar feliz y nos va a bancar hasta el final.
¿Cuál es el para qué de Grabois y el Frente Patria Grande?
Es claro: justicia social, independencia económica y soberanía política. Simple, directo, sin vueltas.
Para eso tiene varias propuestas claras: mover la capital a Santiago del Estero (hay que desarmar urgente la castificación político-económica de la Capital actual), construcción de un millón de lotes con agua potable y electricidad en todo el país (una encuesta realizada por Patria Grande reveló que el 25 por ciento del millón y medio de encuestados está dispuesto a mudarse de provincia con tal de alejarse de ese yugo, de esa violencia tapada, que es tener que pagar un alquiler), un salario para todas las amas de casa (denominadas falsamente como población inactiva) que representaría menos de un punto del PBI, y demás proyectos que señalar haría perder el foco, pero resumo: proyectos de orden socioeconómico, integración urbana, seguridad social, erradicación de la indigencia, reforma agraria, educativa y de salud pública, inclusión social, prioridad de recursos estratégicos con relación a la soberanía, política internacional en relación con la unidad latinoamericana.
La sensación con la que salí de Luz y Fuerza es la de que hay que terminarla con lo irrelevante. Uno de los clips excluyentes de la charla fue el de Grabois criticando la definición de peronismo de Moreno y de Cristina: el dirigente dice que el peronismo no es nacionalista (como dice el primero), y tampoco es capitalista (como dice la segunda), obviamente a esa crítica salieron las respuestas más previsibles: «un cheto hablando de peronismo», «este que vive de los pobres nos quiere enseñar», «un tipo que no se identifica con el peronismo quiere explicarle al peronismo lo que es ser peronista».
Parece haber una compulsión por defender a mamá Cristina y al abuelo Juan Domingo que es francamente infantil y Argentina ya no está, por lo menos en este presente histórico, para sofismas arcaicos. Somos un país adulto que en este momento está más cerca del fascismo que en los últimos cuarenta años. Y está pataleando para sobrevivir. En vez de salir a defender los “honores”, en vez de pedir permiso para hablar, ¿podríamos discutir las ideas?
¿Podríamos discutir más “para qués” y menos “por qués” y de quiénes?
Si el día de mañana el Frente de Todos dejara de existir y en su lugar emergiera el Frente Fontanarrosa, siendo su consigna la Justicia Social, la independencia económica y la soberanía política, enfocada en el sujeto político fundamental que es el pueblo, yo la apoyaría, y espero que quienes lean esto también, sin pedirle permiso a mamá Cristina, al abuelo Juan Domingo, a la abuela facha María Estela o al tío literato Juan.