
La aparición de la actriz danesa Iben Nigel Rasmussen en el CEC, con su obra Los corales de la memoria, en el marco del Festival en Obra, de La Comedia de Hacer Arte, un prodigio con efectos hipnóticos

Por Andrés Maguna

Calificación: 5/5 Tatitos
El fantasma de Edipo estuvo en Rosario. Yo lo vi y lo escuché, junto con otros, más de ciento veinte, que estábamos en el Centro de Expresiones Contemporáneas la noche del sábado 22 de noviembre del 25. Fuimos testigos de un fenómeno sobrenatural, de algo a priori inasequible, una verdadera aparición de las ultratumbas de los teatros, de todos los teatros, del tiempo de todos los tiempos, de la edad sin edad de todas las edades, porque estuvo ante nosotros, entre nosotros, el fantasma vigente y real de un personaje vigente y real, tal vez el más vigente y el más real de todos los espíritus de todos los personajes de todas las ficciones teatrales que tuvieron, tienen y tendrán más vigencia y realidad, respecto de la naturaleza humana, que cualquiera de todos los otros personajes de la historia de la especie, o de las ficciones con que armamos la historia de la especie.
La mujer que trajo al fantasma de Edipo para que se nos apareciera, que tiene 80 años (nació el 14 de mayo de 1945 en Copenhague) y se llama Iben Nagel Rasmussen, también puede considerarse una aparición, y de hecho lo fue aquella noche inolvidable del CEC, cuando a la vera del Paraná ocurrió esto que trato de poner en palabras.
Este Edipo que convoca Rasmussen no sabe que está muerto, y mucho menos que es un espectro, y deambula en círculos por la eterna oscuridad de su ceguera buscando a su “esposa, madre y amante”, sin decir su nombre, recitando una salmodia en fonético griego antiguo, y generando un efecto hipnótico sobre quienes lo ven y lo escuchan.
Caído también en la hipnosis, enhebro las palabras de este relato-crítica como si fueran las que se usan para describir un sueño, porque no sé, todavía, si vi al fantasma de Edipo o si lo soñé.
La obra, que se llama Corales de la memoria y tiene una duración de 50 minutos, a su vez nació de sueños y pensamientos de Iben Nagel (según lo dice en un texto de difusión) durante “la última representación con el grupo histórico Odin Teatret, Tebas en tiempos de la fiebre amarilla, que tuvo, por diversas razones, una vida breve. Entre los personajes de la antigua Grecia representados por los actores, mi personaje era el fantasma de Edipo. Vagando a ciegas por el mundo de las tinieblas despierta a los cadáveres que vuelven a luchar, amar, discutir e intrigar. Me entristecía dejar el espectáculo y la figura del fantasma en su infancia. Pero sola, ¿qué hacer? Acercándome ya a los 80 años quizá podría detenerme y dejar de ser actriz. Pero desde el silencio profundo en mi interior comencé a oír un susurro y un murmullo. Eran voces que se oponían: ¡No estás sola, nosotros también estamos aquí! Y figuras de mi pasado en el teatro se pusieron en fila. Eran muchas. Querían salir, ayudar, acompañarme a través del paisaje desenfrenado donde dormían. Me convencieron para que continuara pero no había sitio para todos. Tuve que elegir. Algunos ya estaban demasiado cansados y habían sido utilizados en otros espectáculos y contextos. Poco a poco aparecieron los que estaban casi ocultos que se fueron revelando; como corales de mi memoria”.

La hipnosis comienza con la obra, cuando sobre el espacio escénico, en el que hay en círculo cinco “estaciones” marcadas con vestuarios, máscaras, diversos objetos y velas, avanza trepidante la voz de Iben Nagel precediendo su aparición y situándonos a los espectadores en su mar de sueños donde refulgen, como corales de su memoria, algunos personajes que vivieron en ella y ahora perviven como queridos, familiares espectros.
Ella, Rasmussen, o tal vez el fantasma de Rasmussen (en mi cabeza ya lo es, en el sentido de que me hace intuir que seguirá estando cuando yo también sea un fantasma, si es que aún no lo soy), encarnando a esos personajes fantasma (una Medea muñeca, uno de la obra Itsi Bitsi, entre otros), o dialogando con ellos, o haciéndolos dialogar entre sí, va llevando las mentes de manera imperceptible hacia una dimensión tan lejana como imposible de situar, en la que el fantasma de Edipo ya está entre nosotros y nos transporta, durante los siete u ocho minutos finales de la obra, a la identificación más prodigiosa, hecha de imposibles supuestos, con el mitológico y teatral hijo único que mata a su padre, se casa con su madre y tiene con ella dos hijos hermanos y dos hijas hermanas, en el marco de la más trágica de todas las tragedias.

Yo estuve ahí, en el CEC, en la tercera función del Festival en Obra de La Comedia de Hacer Arte, y la vi aparecer y desaparecer a Rasmussen, y al fantasma de Edipo, y a mi cordura, que dio paso al caos antropológico que empezó a ordenar mis intuiciones desde entonces, desde que un fantasma convocado por una vieja actriz danesa provocó un big bang implosivo en mi interior al colisionar todas las pulsiones eróticas y tanáticas del ilimitado atavismo humano del que somos parte.
Los corales de la memoria está dedicada especialmente por Rasmussen “a Eugenio Barba y a mis compañeros de trabajo del Odin Teatret”, es decir el italiano fundador, junto con el noruego Torgeir Wethal, en 1964, del Odin Teatret, el colectivo teatral más zarpado (en el mejor de los sentidos) e influyente, a nivel teórico y ejemplar, del teatro contemporáneo, con el que además se sentaron las bases del moderno teatro antropológico. En la obra Rasmussen, que se unió al Odin en 1966 y estuvo casada con Wethal del 72 a 81 (del 81 al 90, con el también realizador teatral César Brie) lo cita a Barba mentándolo como “mi director”, siendo ella misma directora de varios proyectos teatrales (Puente de los Vientos, en 1989, y Nuevos Vientos, en 1999) que abren abanicos inclusivos para la expansión de la actividad teatral a todos los niveles y en multiplicidad de aspectos.
En fin, que tanto Iben Nagel Rasmussen como el fantasma de Edipo, pasando por Eugenio Barba, su maestro Jerzy Grotowski, todos los compañeros del Odin Teatret, de La Comedia de Hacer Arte de Rosario, y de todos los teatros del mundo, parecen están alcanzando un nivel de comunicación superior, metalinguístico y metaexpresivo, que sube la vara y abre geométricamente las posibilidades de la poiesis escénica.

FICHA:
Título: Los corales de la memoria. Directora, escenógrafa y actriz: Iben Nagel Rasmussen. Vestuario: Antonella Diana, Lena Bjerregaard e Iben Nagel Rasmussen. Luces: Maximiliano Bini. Texto: Iben Nagel Rasmussen, Vincent Gaeta, Jalal ad-Din Rumi. Música: Cantos tradicionales elaborados. Coproducción: Teatret OM y Vindenes Bro (El puente de los vientos). Dedicado a Eugenio Barba y a mis compañeros de trabajo del Odin Teatret. Función: sábado 22 de noviembre de 2025 en el Centro de Expresiones Contemporáneas de Rosario.
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