Por Julio Cano
Veníamos refiriéndonos a temáticas dedicadas a dos temas problemáticos, tanto en su concreción social como en lo que refiere a su conceptualización: el feminismo y la diversidad. En el presente texto pasamos (esperemos que no abruptamente) al estudio de una posición social emergente de Nuestra América que va encontrando cada vez más partidarios tanto entre los movimientos sociales populares como en nuestros intelectuales.
En el panorama de la filosofía actual latinoamericana destaca la postura de la llamada “corriente decolonial”, una tendencia que tiene en el sociólogo puertorriqueño Ramón Grosfoguel a su figura más destacada. Su nota distintiva se encuentra en su posición ante la corriente poscolonial. Tengamos en cuenta que ambas buscan encontrar un cuerpo de conceptos legítimos a fin de confrontarlos con las filosofías elaboradas en Europa y los países anglosajones que defienden posiciones neoliberales, es decir, coloniales. Y que se postulan como contrapartidas de dichas filosofías.
Efectivamente, tanto los decoloniales como los postcoloniales se presentan como contrarios al actual neoliberalismo y al modo de producción capitalista. Pero los segundos defienden los logros de la modernidad intentando descontextualizarla del corpus de conceptos del modelo capitalista neoliberal. Para estos, la modernidad representa un avance en el progreso de la humanidad y no debe ser encasillada junto al modelo capitalista, ya que lo supera por sus propuestas.
Los decoloniales adjuntan la modernidad al conjunto de elementos que dieron forma a la colonización de nuestras tierras y, por consiguiente, la rechazan. Veremos este asunto a través de la palabra del propio Grosfoguel. Para ello incluiremos a continuación pasajes del capítulo “La descolonización de la economía política y los estudios poscoloniales” incluido en el libro colectivo Epistemologías del Sur (Perspectivas) de María Meneses y Boaventura de Sousa Santos (Akal, 2014). Dice Grosfoguel:
En los paradigmas de la economía política, los análisis de clase y las transformaciones económicas estructurales son privilegiadas sobre otras relaciones de poder. Sin negar la importancia de la acumulación incesante de capital a escala mundial y la existencia de una estructura particular de clase en el capitalismo global, planteo la siguiente pregunta epistémica: ¿Cómo se ve el sistema-mundo si movemos el locus (el lugar) de enunciación del hombre europeo a una mujer indígena en las Américas, digamos a Rigoberta Menchú en Guatemala o a Domitila en Bolivia? Lo que se trata de hacer es desplazar el lugar desde el cual están pensados estos paradigmas.
La primera implicación que se revela con el desplazamiento que se pretende es que lo que llegó a América a finales del siglo XV no solo fue un sistema económico de capital y trabajo para la producción de mercancías. Esta fue una parte crucial pero no el único elemento de un entramado y complejo paquete de relaciones de poder. Lo que llegó a América fue una imbricada estructura de poder más extensa, compleja y profunda de la que no puede darse cuenta desde una perspectiva económica reduccionista. Desde la ubicación estructural de una mujer indígena en América, lo que llegó fue un sistema–mundo mas complejo (…) Un hombre europeo/capitalista/militar/cristiano/patriarcal/blanco/heterosexual llegó a América y estableció en el tiempo y el espacio, de manera simultánea, varias jerarquías globales interrelacionadas que enumeramos a continuación como si estuvieran separadas unas de otras:
1. Una formación de clase global particular donde van a coexistir y organizarse una diversidad de formas de trabajo (esclavitud, semiservidumbre, trabajo asalariado, producción de pequeñas mercancías, etcétera) como fuente de producción de plusvalía mediante la venta de mercancías para obtener ganancias en el mercado mundial.
2. Una división internacional del trabajo del centro y la periferia donde el capital organizaba el trabajo en la periferia alrededor de formas represivas y autoritarias.
3. Un sistema interestatal global de organizaciones político–militares controladas por hombres europeos e institucionalizadas en administraciones coloniales y, más adelante, neo-coloniales .
4. Una jerarquía etno/racial global que privilegia a los occidentales sobre los no–occidentales.
5. Una jerarquía global de género que da primacía a los hombres sobre las mujeres y al patriarcado europeo sobre otras formas de relaciones de género.
6. Una jerarquía sexual que otorga primacía a los heterosexuales sobre los homosexuales y lesbianas. (Es importante recordar que la mayoría de los pueblos indígenas en América no consideraban que la sexualidad entre hombres fuera una conducta patológica y no tenían, antes de la llegada de los europeos, una ideología homofóbica).
7. Una jerarquía espiritual global que da primacía a los cristianos sobre las espiritualidades no cristianas/no occidentales, institucionalizada en la globalización de la iglesia cristiana católica y, más tarde, protestante.
8. Una jerarquía epistémica que privilegia el conocimiento y la cosmología occidentales sobre el conocimiento y las cosmologías no occidentales y está institucionalizada en el sistema universitario global.
9. Una jerarquía lingüística entre las lenguas europeas y las no europeas que hace primar la comunicación y la producción teórica y de conocimiento en las primeras, subalternizando las últimas como productoras de folclore o cultura, solamente, pero no de conocimiento ni teoría.
10. Una jerarquía estética global donde se privilegian las formas de belleza y gustos occidentales y se inferiorizan las formas de belleza y gustos no occidentales, institucionalizada en los Ministerios de Cultura y en la jerarquía de museos y galerías artísticas globales así como en los diseños mercantiles industriales.
11. Una jerarquía pedagógica global donde se privilegian las pedagogías occidentales de matriz cartesiana sobre las pedagogías no occidentales, institucionalizada en el sistema escolar mundial.
12. Una jerarquía de medios de comunicación global donde se privilegian los aparatos de comunicación controlados por Occidente.
13. Una jerarquía ecológica global donde se privilegia el concepto de “naturaleza” occidental (donde la naturaleza es siempre pasiva, exterior a los humanos y un medio para un fin) con todas las consecuencias nefastas para el medio ambiente/ecología planetaria y se descartan otras formas de entender el medio ambiente y la ecología (donde los humanos son parte de la ecología y la naturaleza es un fin en sí mismo). El concepto occidental lleva la lógica de la destrucción ecológica, pues al pensar la naturaleza como medio para un fin, toda la tecnología que construye lleva dentro de sí la racionalidad de dicha destrucción y no la de su reproducción.
14. Una jerarquía de edad occidentalizada donde se privilegia la edad adulta –productiva entre los 16 y 64 años, inferiorizando y haciendo dispensables a los “viejos” y los “niños”.
De acuerdo con el sociólogo peruano Aníbal Quijano podríamos teorizar el sistema-mundo actual como una totalidad heterogénea histórico-estructural con una matriz de poder específica que él llama un “patrón de poder colonial”. Este patrón afecta todas las dimensiones de la existencia social, como la sexualidad, la autoridad, la subjetividad/identidad y el trabajo (…).
Yendo un paso más delante de Quijano, conceptualizo la colonialidad del poder como una imbricación o, para usar el concepto de las feministas negras en EE.UU., una interseccionalidad de jerarquías globales múltiples y heterogéneas (“heterarquías”) de formas de dominación y explotación sexuales, políticas, económicas, espirituales, lingüísticas y raciales, donde la jerarquía etno/racial de la línea divisoria occidental/no occidental reconfigura de manera transversal todas las demás estructuras globales del poder.
Lo que es nuevo en la perspectiva de la colonialidad del poder es cómo la idea de raza y el racismo se convierten en el principal organizador que estructura todas las múltiples jerarquías del sistema mundial. Al contrario de la perspectiva eurocéntrica, la raza, el género, la sexualidad, la espiritualidad y la epistemología no son elementos añadidos a las estructuras económicas y políticas del sistema mundial capitalista sino una parte constitutiva integral e imbricada del amplio y entramado “paquete” al cual llamo sistema-mundo occidentalizado/cristianizado moderno/colonial capitalista/patriarcal [subrayados de Grosfoguel].
Esta elaboración tiene enormes implicaciones que solo puedo mencionar brevemente aquí:
1. La antigua idea eurocéntrica de que las sociedades se desarrollan al nivel del Estado-nación en términos de una evolución lineal de modos de producción desde lo precapitalista hasta lo capitalista, está superada. Todos estamos circunscriptos a un sistema-mundo capitalista que articula diferentes formas de trabajo según la clasificación racial de la población mundial.
2. El antiguo paradigma marxista de infraestructura y superestructura se reemplaza por una estructura histórica heterogénea (según Quijano) o, como dicen otros, una heterarquía, es decir, una articulación imbricada de múltiples jerarquías, en las que la subjetividad y el imaginario social no es derivativo sino constitutivo de las estructuras del sistema-mundo. En esta conceptualización, la raza y el racismo no son supraestructurales o instrumentales a una lógica abarcante de acumulación capitalista: son constitutivos de la acumulación capitalista a escala mundial. El patrón de poder colonial es un principio organizador que involucra la explotación y la dominación ejercidas en múltiples direcciones de la vida social, desde las relaciones económicas, sexuales o de género hasta las organizaciones políticas, las estructuras de conocimiento, las entidades estatales y los hogares.
3. La antigua división entre cultura y economía política, como se expresa en los estudios poscoloniales, está superada. Los estudios poscoloniales conceptualizan el sistema mundo capitalista como constituido principalmente por la cultura, mientras que la economía política pone la determinación principal en las relaciones económicas. En el enfoque de la colonialidad de poder, el qué es primero, la cultura o la economía, es un falso dilema, el viejo dilema del huevo y la gallina que oscurece la complejidad del sistema-mundo.
4. La colonialidad no es equivalente al colonialismo. No se deriva de la modernidad ni antecede a ella. La colonialidad y la modernidad constituyen las dos caras de una misma moneda. Del mismo modo como la Revolución Industrial europea se logró sobre los hombros de las formas oprimidas de trabajo en la periferia, las nuevas identidades, derechos, leyes e instituciones de la modernidad (como las naciones-Estado), la ciudadanía y la democracia se formaron en un proceso de interacción colonial con personas no occidentales, así como de su dominación/explotación.
5. Llamar “capitalista” al actual sistema mundial es, por decir lo de menos, engañoso. Dado el “sentido común” hegemónico eurocéntrico , en el momento en que usamos la palabra “capitalismo”, las personas piensan inmediatamente que estamos hablando sobre la “economía”. Sin embargo, el “capitalismo” solo es una de las múltiples constelaciones imbricadas del patrón colonial de poder. El uso de “capitalismo global” o de “sistema-mundo capitalista” invisibiliza la multiplicidad de relaciones de poder que están en juego. De ahí que, a riesgo de parecer ridículo, prefiera usar una frase larga para nombrar al sistema, que visibilice todo lo que está en juego: sistema-mundo occidentalocéntrico, cristianocéntrico capitalista, patriarcal moderno/colonial.
6. En el fondo, este sistema es una civilización. Esto nos lo recuerdan constantemente pensadoras y pensadores críticos de los pueblos originarios aborígenes. Una civilización con sus formas particulares de pensar, sentir, desear, actuar. Los indígenas de las Américas lo llaman “un proyecto de muerte”, no solamente porque ha conllevado y conlleva la muerte de millones de seres humanos sino porque conlleva igualmente la muerte de la vida en el planeta.
7. Al tratarse de una civilización, la descolonización y la liberación antisistémicas no pueden reducirse a una sola dimensión de la vida social. Se nos desafía a no tener un pensamiento no reduccionista. La situación ha llegado al punto en que afirmar esta civilización es destruir la vida.
Con la descolonización jurídico-política hemos pasado de un período de colonialismo global al actual período de colonialidad global. Aquí radica la relevancia de la diferenciación entre colonialismo y colonialidad. Esta última nos permite comprender la continuidad de las formas coloniales de dominación después del final de las administraciones coloniales.
Siguiendo a Quijano, uso colonialidad para definir el patrón de poder colonial global constituido por las catorce jerarquías globales mencionadas antes y que hacen posible situaciones coloniales en el período actual, aun cuando las administraciones coloniales han sido erradicadas casi por completo del sistema-mundo capitalista/patriarcal.
Hasta aquí, la historia del sistema-mundo moderno/colonial capitalista/patriarcal ha privilegiado la cultura, el conocimiento y la epistemología producidas por Occidente. Ninguna cultura en el mundo permaneció intocada por la modernidad europea. No hay un afuera absoluto en este sistema. El diseño de este pensamiento monotópico (concepto creado por Grosfoguel) ha sido planetario y se relaciona con otros pensamientos y otras culturas desde una posición de superioridad.
Hasta aquí llegan las citas textuales. Antes de analizar algunos de los aspectos de la posición decolonial, digamos que no se trata de otro más de los fundamentalismos antimodernos. Es, por el contrario, una respuesta descolonial transmoderna planteada desde lo subalterno a la modernidad de cuño eurocéntrico. El concepto de transmodernidad, acuñado por Enrique Dussel, es equivalente a la diversalidad como proyecto universal ya que las epistemologías subalternas pueden proporcionar una diversalidad de respuestas a los problemas de la modernidad, en un trabajo de pensadores críticos de cada cultura en diálogo con otras culturas. Deberemos analizar algunos de los conceptos más importantes de la posición decolonial. Queda para la próxima entrega.