¡¡¡ADENTRO!!!

El balotaje desde el Hospital de salud mental Dr. Agudo Ávila: ¿qué votan los pacientes, qué los enfermeros? Encuesta, crónica y reflexión de uno de los internos.

Por Ciro Korol

Sábado 18 de noviembre

Romina es una de las enfermeras más queridas en el hospital. Ella viene los fines de semana, trae su parlante y les presta a los internos el celular, que suele ser monopolizado por Tatiana y sus reguetones. Con esa música de fondo me vengo a mi cama a escribir. Comparto habitación con Luis y Manuel. El primero está acá por problemas con la cocaína (la consumía fumándola). Además su madre quiso suicidarse rociándose alcohol y prendiéndose fuego. Entró internado por segunda vez luego de que un juez así lo interviniera.

Manuel duerme todo el día envuelto en sus frazadas y sólo se levanta para comer y fumar su tabaco armado que algún familiar solidario le trae. Estar encerrado y sin cigarrillos conlleva una doble condena. Tal vez deberían entregar cigarros junto con la medicación.

Romina, la enfermera de guardia durante los fines de semana, es buena y aunque no fuma le regala puchos a quien se lo pide. Esa entrega es mediante un riguroso conteo administrativo para que no la saqueen.

—Romina, ¿a quién vas a votar mañana? —le pregunto.

—Y… la verdad que prefiero un loco nuevo que un malo conocido. Estoy cansada de que los jubilados se caguen de hambre.

—Pero justamente los jubilados van a sufrir un terrible ajuste si gana Milei, está en su plataforma de campaña —le advierto.

—No sé, quiero verlo, tal vez me equivoco y me voy a arrepentir. Tal vez, si no vemos mejoras en los próximos 30 años, me trago mis palabras, pero estoy cansada de los mismos de siempre. Yo lo voté a Alberto y mirá lo que es: una cagada.

No le digo que para mí el gobierno de Alberto Fernández será recordado como un gobierno zafable entre el desastre de Macri y la catástrofe de Milei.

—Bueno —ensayo—, pero tuvimos la pandemia, la crisis, la deuda y la guerra, las plagas de Egipto un poroto al lado de las que le tocó pasar a Alberto.

—¿En la pandemia quiénes se vacunaron primero? Ellos. Además, yo trabajaba 18 horas diarias en el Hospital Centenario, poniendo en riesgo mi vida y la de mi hijo y me pagaban 30.000 miserables pesos. Estoy cansada de que se nos rían en la cara. Vamos a probar con éste que nunca gobernó.

Por más que intente un arsenal de argumentos a Romina no le entran las balas discursivas, respira injusticia y exhala odio. Veo en su muñeca una pulserita de la Virgen. Encuentro quizá un último y santo argumento.

—Milei es un violento que lo insultó al Papa Francisco —le digo.

—Son recortes, cosas sacadas de contexto —me responde.

Sacados de contexto estamos los internos del Hospital de Salud Mental Dr. Agudo Ávila: volvimos a los tiempos analógicos, sin redes sociales, sólo con televisión y en mi caso el diario en papel y la radio. Así es como llegan a nosotros el mundo exterior y sus evoluciones, también a través de las contadas llamadas telefónicas que podemos hacer por día en horarios restringidos.

El hospital de salud mental Agudo Ávila.

De todos los y las pacientes del Pabellón 8 y de la Guardia el único que va a salir a votar soy yo, porque me ocupé de garantizarme un derecho que la institución parece olvidar. Así que entre los locos del Suipacha, al menos, gana Massa, por uno a cero. Es un resultado parcial que me da esperanzas a la espera de los resultados de la elección de mañana.

Completamente al margen de las redes sociales, me informo, principalmente, por el diario. Mi hermana, mediante un canillita, me hace llegar cada día el Página/12, que leo en su totalidad, con lo cual gano unas cuantas horas que, de otro modo, serían horas de insoportable espera de que el tiempo pase.

Escucho ahora el reguetón que Tatiana pone afuera. Voy a salir a bailar. Mañana tal vez se me vayan las ganas de bailar por un tiempo o me vengan y no se vayan por 4 u 8 años de massismo para las masas.

Carolina es salteña, tiene esquizofrenia y trastorno bipolar, igual que yo. Llegó a Rosario cuando estaba viajando a Buenos Aires y la echaron del micro. Iba a la Capital a encontrarse con L–Gante, con quien tuvo un amorío, según me dice. Incluso le dedicó una canción: “esa gata media rasguña / toma tusi con la uña”. Ella votaría a Massa porque su tía es política y está en el partido de Massa.

Luis, uno de mis concubinos, también se inclina por Massa porque el otro quiere sacar todos los subsidios.

Matilde está descompensada y se la pasa puteando a todo el mundo; su arsenal de insultos guasos no tiene fondo. Cuando le pregunto a quién votaría, responde: “A Massa, pero las personas con discapacidad no tenemos obligación de ir a votar”.

¿Por qué lo votarías a Massa?

—Porque el otro, Milei, es un tiro al aire. Igual al final deciden todo los políticos —dice Matilde, deslizando dudas sobre el proceso electoral, tal vez influida por las cataratas de fake news que sobrevolaron contra el sistema electoral argentino por parte de la apoderada de La Libertad Avanza, la médium de animales y tarotista Karina Milei.

El presidente electo y su hermana Karina.

Finalmente, una vez más, se desdijeron de la denuncia que habían hecho ni más ni menos que contra la Gendarmería diciendo que no era una fuerza honorable. Mientras tanto sigo con mi boca de urna entre los locos y las locas que no van a votar. Es el turno de Amanda, que llegó acá por problemas económicos, tiene 56 años y me dice que no irá porque no figura en el padrón, pero votaría por Massa “porque se presentó varias veces y perdió y ahora se lo merece”.

—Además —agrega— el otro no me gusta su personalidad. Yo no sé nada de política, me guío por la personalidad, y es muy agresivo, un presidente no puede ser tan violento, imaginate que se levanta con los cables cruzados y te declara una guerra.

Jorgelina tiene 50 años pero parece mayor, dice que no va a votar porque se olvidó de avisar y me pregunta si no va a haber una urna acá en el hospital.

—No —le respondo.

—Qué estúpida, me voy a quedar sin votar.

—¿Y a quién votarías?

—Está difícil. Massa o Milei son más o menos lo mismo. Antes que votar a Massa lo voto a Milei porque se necesita más charla, más debate. Hay que votar pingoso.

—¿Cómo pingoso?

—Distinto —me dice y se aleja con el eterno pucho mientras tose. Yo pienso que aunque lo votaría a Milei la querida Jorgelina es una de las que lo desconcentraría con su tos.

Jazmín se mantiene solitaria en su habitación, compartida con Jorgelina y Mauro. Incluso come en su habitación y reacciona enojada ante la más mínima irrupción. Excepto cuando le voy a llevar el diario o le ofrezco un pucho. Parece que está permanentemente enojada. Ella tiene un reloj, así que busco ahí un comienzo de conversación. Son las 18:30, falta poco para que llegue la cena y después viene la medicación. Jazmín me responde que no le cree a ninguno de los dos candidatos.

—¿Votarías en blanco?

—No, porque el blanco favorece a quien va ganando. Directamente no votaría, porque Massa es un chorro y Milei es muy misterioso, y yo no sé lo que es capaz de hacer.

Con Jazmín establecimos un ritual cotidiano de contacto, cuando termino de leer todo el diario se lo paso, no le pregunté si le gusta el Página/12 pero cada día por la tarde, si todavía no se lo alcancé, me lo pide prestado y después me lo lleva a mi habitación. Jazmín, sin sospecharlo, coincide con el Papa Francisco, que dijo que había que desconfiar de quienes no tenían historias, de los papanatas que salen de la nada.

Domingo 19 de noviembre

Noemí es enfermera hace 11 años en este hospital. Además de la medicina tradicional confía en otras prácticas, como la limpieza de chakras, auras y otras creencias esotéricas. Ella me insiste en que me afeite y me ponga lindo para votar.

—¿A quién vas a votar? —le pregunto.

—A Massa, con Milei todo esto que es público no funcionaría. Además yo tengo dos hijos, tendría que vender mis órganos para pagar la escuela.

La tele está prendida en C5N. Alberto Fernández está votando. Algunos de los pacientes miramos la tele, otros fuman, hay quienes duermen, yo espero bañadito que mi mamá me pase a buscar, será mi primera salida en tres semanas, en una hora y media me voy a reencontrar con la calle como un anticipo de mi alta médica.

También está Yohan acá, un estudiante de Salvador de Bahía que no puede votar a presidente pero que optaría por Milei, porque según él “se necesita un cambio en este país”.

Un poco pasadas las 11 de la mañana me pasa a buscar mi madre. Vamos al Superior de Comercio a votar. Entro al cuarto oscuro, le doy un beso a la boleta antes de colocarla en el sobre y después le hago un reiki negativo a las boletas de Milei sin alterar para nada el respeto por el orden democrático.

Cuando salgo escucho que la fiscal de Milei pide entrar para revisar las boletas, se ve que están un poco paranoicos. La paranoia de los perdedores, pienso yo.

Con mi familia vamos a almorzar a un bar tradicional de Rosario. Pido comida como si no hubiera mañana, total por esta vez me invita mi vieja que está contenta de verme. Vuelvo al Hospital a las 13:30. Se terminó mi salida. Ahora resta esperar el resultado electoral. Me engancho a la tele porque hoy justamente no llegó el diario.

Ahora son las cinco de la tarde, ya fumé quichicientos cigarrillos y tomé 2 termos de mate, no tengo tanta ansiedad desde la final del Mundial. La tele muestra cuando van a votar los famosos. Me canso de este circo aburrido y salgo al patiecito enrejado. Corre un viento fresco y suena el parlante de la enfermera Romina, que trajo también tizas de colores para que pintemos las paredes.

Alguien dibujó un camino con árboles y las palabras “paz”, “amor” y “vida”. Pienso en escribir “Massa presidente”. Agarro una tiza azul y una amarilla pero antes reflexiono y dibujo una bandera de Argentina.

Romina me dice que le encanta lo que dibujé y me alienta a que use también otros colores. Yohan me dice que dibuje la de Brasil. Yo pongo al lado de la bandera un corazón rojo y pienso qué rara elección en la cual estos símbolos son casi un voto cantado. Ahora Jorgelina tiene su turno de elegir música, se acabó el monopolio de Tatiana. Jorgelina, con sus cincuenta años, pone el Rock de la calle de Elvis Presley, así que nos ponemos todos a bailar y mover las caderas. También Yohan agita.

Luego del desenfreno del rock and roll llega mi momento de elegir un tema y escojo Atlántida, uno de la banda punk Loquero. Lo canto mientras juego un partido de truco con Pedro. Apostamos un cigarrillo. Cuando termina el truco vuelvo a entrar a ver si ya se terminó la elección. Estoy como los niños en Navidad con la llegada de Papá Noel. En la televisión habla Juan Grabois, pero me voy al patio porque Martín, un chico que casi no habla, está teniendo una alucinación. Romina lo sujeta en el piso.

La tranquilidad en el psiquiátrico es frágil como nuestras psiquis. Ahora Martín está estable de nuevo. Faltan 13 minutos para que cierren los comicios.

—Ya son las 18 —dice Yohan que canta “¡Milei, Milei!” pero según él va a ganar Massa.

En el patio sigue la música. Yo, justamente como un enfermo mental, estoy clavado en mi silla mirando la pantalla de la tele. Viene Yohan contento porque Milei ganó en Francia. Luego se corrige y dice que Massa ganó en Francia y Milei en España. Yo me pregunto qué les pasa a los argentinos en España. “¿Estamos todos locos?”, diría Fabio Alberti.

Son las 18:20, salgo al patio, alguien escribió en tiza “Nunca Más” y también “Se puede salir si quieren (no del hospital. Atte. Tatiana)”.

Miro la ventana a ver si se escuchan bocinas, pero igual no sé lo que significarían. A esta hora y hasta los primeros resultados es mejor salir al patio. Menos mal que no tengo redes sociales. La pregunta que me hago es: ¿si pierde Massa de qué me disfrazo? ¿Me hago cosplayer como Lilia Lemoine?

Lo llamo por teléfono al editor de esta revista, que tiene datos en los que se da a Milei ganador por 5 puntos. Empezamos a imaginarnos lo peor. ¿Cómo será vivir en un país gobernado por Javier Milei?

Yohan me mira y hace miraditas y me pregunta:

—¿Y?

Esa letra es la clave para descifrar estas horas, estos minutos llenos de tabaco y mate que muy pronto quedarán en la historia. Los periodistas de C5N ya deslizan entre líneas un triunfo del candidato de La Libertad Avanza.

Jorgelina se sienta a tomar unos mates lavados.

—¿Quién ganó? —me pregunta.

—No se sabe. ¿Quién querés que gane?

—Massa —me dice, y se va al patio. Yo salgo detrás de ella y pongo un tema de Los Redondos: Vencedores vencidos. Me voy corriendo a ver qué escribe en mi pared la tribu de mi calle. ¿Qué dirán las paredes? ¿Qué saldremos a pintar?

Le digo a Pedro que va ganando Milei y baja los brazos, abatido.

—Uh, voy a tener que trabajar para ganar la pensión por discapacidad —dice, y se sienta con nosotros a mirar la tele—. Bueno esperemos que baje la mercadería, por lo menos, los alimentos, que se termine el narcotráfico, la marihuana, el paco y la merca, al menos.

Yo empiezo a pensar en lanzar mi campaña para ser presidente en 2027 . Sé que es una locura, ¿pero acaso no estoy en el lugar por excelencia para tener ideas locas? ¿No es loco que un advenedizo como Milei llegue al gobierno? ¿No está también un poco loco Javier Milei? ¿Por qué no puedo soñar con ser presidente?

Ya lo soñé varias veces como delirio místico y enloquecí por eso, pero ya hablé de esto en uno de mis libros más recientes. Esta vez lo puedo soñar con los pies en la tierra.Mientras tanto Manuel me pregunta:

—¿Cuánto pesa tu conocimiento para poder escribir?

—No sé cómo pesar mi conocimiento.

Llega Tatiana y pregunta: “¿Quién va ganando?”

—Milei.

—¡Uh! Si gana Milei se va a ir todo a la mierda.

Llega Jazmín y me pide un cigarro. Hoy estoy dadivoso y le armo uno. Los analistas de C5N me inspiran ternura, ahora todos sabían que iba a ganar Milei. No serán ensobrados, pero sí son medio chantas. Se tenía que decir y se dijo. Ahora llega Yohan y me pregunta:

—¿Estás asustado?

—No, ya no —le respondo mientras en la tele aparece Villaruel y la gente vitorea “Libertad, libertad, libertad”.

Mientras tanto el Gato Sylvestre mira el celular seriamente y transmite el mensaje del CEO de Mercado Libre que tuiteó la imagen de unas cadenas que se transforman en palomas. Después veo que sale a hablar Sergio Massa aplaudiendo y agradeciendo a la militancia y a la micromilitancia. Y diciendo que se ha comunicado con Javier Milei para felicitarlo porque es el presidente que los argentinos eligieron para los próximos cuatro años. Alguien detrás suyo se pellizca para comprobar si todo esto es cierto. Agradezco estar en un psiquiátrico internado temporalmente luego de intoxicarme con las noticias post elecciones generales.

Romina se queja, pregunta:

—¿Por qué no gano Massa?

—Porque la gente quería un cambio y lo votó a Milei —le responde Luis.

El escenario en la tele está lleno pero se ve vacío.

Manuel le pregunta a Yohan:

—¿En Brasil tienen Banco Central?

—Si.

—¿Y en Europa tienen Banco Central?

—Sí —le digo mientras afuera pasa un auto tocando bocina y en la tele Massa sigue reconociendo la victoria de Milei y dice que desde mañana la responsabilidad es de él.

A partir de ese momento todos esperamos una sola cosa: que hable el futuro presidente de los argentinos y argentinas, el señor Javier Milei. Estoy fumando un pucho tras otro, pero estoy bien. Estoy cuerdo al menos, que es un gran paso, y en mi intimidad lo celebro aunque los números marquen ahora una diferencia de 11 puntos a favor del candidato de La Libertad Avanza. Una victoria aplastante.

Número que un columnista intenta tristemente explicar diciendo que la sociedad tiene un desprecio por la democracia, mientras otro columnista de C5N sale a decir que es un voto “en contra de”. Yo pienso que es un buen momento para que digan: “Muchachos, muchachas, muchaches, no sabemos nada de esto, estamos como turco en la neblina.”

Es momento para hacerse preguntas como las que me hace Jazmín:

—¿Qué pasará con la situación económica? ¿Al final Conan era un buen consejero?

Voy hasta la enfermería a pedir mi cepillo de dientes, no podemos tenerlos porque los podemos usar como picaporte para escapar. La veo a la enfermera Romina. Le pregunto si está contenta. Me dice que sí, que está aliviada, que tiene mucha fe que todo esto va a ser para mejor, para que barra con tanto abuso de los políticos: “esto es por vos, también”, me dice.

Empalagado un poco de sus palabras me sonrío ante la pregunta irónica de Yohan:

—¿Qué pasó? Te cambió la cara. ¿Estás llorando?

—No —le digo—, no es para tanto, esto también pasará.

Viene Matilde, que estaba limpiando el piso de los pabellones del psiquiátrico. Le pregunto a quién votó.

—A Milei —me dice, con una sonrisa.

—¿Estás contenta?

—Obvio, como Milei no hay, se necesita un cambio.

En el búnker de LLA lo que veo son todos hombres. En instantes habla Javier Milei. Es la hora de cerrar la puerta. Entran los internos que estaban en el patio. Ya comimos y ahora tomamos la medicación.

¿Será porque estoy loco que todo esto me parece un sueño?

Afuera pasa sonando algún que otro bocinazo. Adentro ya casi todes se fueron a dormir, son las 21.20, al final me voy a dormir sin escuchar al presidente electo, ya mañana lo leeré en el diario.

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Plural: 3 Comentarios Añadir valoración

  1. Anónimo dice:

    “Carolina es salteña, tiene esquizofrénica*”. Esquizofrenia.

  2. Anónimo dice:

    Ciro, gracias por aportar cordura ante la locura de este triunfo.

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