Sobre Fe ciega, obra dirigida por Francisco Fissolo e interpretada por Juan Rodríguez, Martín Fumiato y Juan Nemirovsky
Por Andrés Maguna
La noche del viernes 5 de abril concurrí a la sala La Orilla Infinita y asistí al estreno de la obra Fe ciega, dirigida por Francisco Fissolo e interpretada por Juan Nemirovsky, Martín Fumiato y Juan Rodríguez, sobre dramaturgia escrita por el mismo Rodríguez. Durante los 55 minutos que duró la representación no me reí ni una vez, aunque era evidente que la “comedia dramática” buscaba risas entre los espectadores, algunos de los cuales, entre los sesenta que éramos, en efecto se rieron en momentos puntuales, aunque la mayoría no se vio compelida a hacerlo. Sin embargo, más allá de la falta de eficacia deseada de gags y “situaciones reideras”, la pieza teatral exhibió un ritmo sostenido de acción vertiginosa, sobre un texto abigarrado de diálogos rápidos, complejos y floridos, con el aditamento de elaboradas coreografías teatrales en el marco de lo que se conoce como “acciones de riesgo físico”. Como resultado, la atención concentrada de todos fue palpable, notoria, a pesar de que el relato era errático y confuso respecto del planteo y el seguimiento de los conflictos esbozados, notándose, además, lo forzoso de algunas transiciones entre escena y escena.
A pesar de saberme atrapado por las evoluciones escénicas de los tres actores, no pude dejar de pensar que algo estaba mal, que ciertas palabras, ciertos gestos, pretendían la revulsión de mi buen gusto: aparecía desnuda la provocación, el intento de dislocar el sentido común, de subvertir el orden establecido. Y eso a mí no me interpelaba, a la vez que me sé un bicho raro que resulta pesado cuando profundiza en exceso y no puede evitar los impulsos de hacer aclaraciones que irrevocablemente oscurecen.
Lo cierto es que, al sobrevenir el final, todos los del público aplaudieron efusivamente un buen rato, calurosa y sinceramente, premiando la indudable entrega y el esfuerzo laboral de los actores y realizadores de Fe ciega. También premiándose a sí mismo, porque el público tuvo que trabajar, y trabajó, de público. Porque una pieza teatral tan laborada (tres años de ardua construcción y ensayos), con tanto trabajo sobre la escena, con tantos elementos puestos a la consideración del espectador, para que “trabaje su cabeza”, que exige así mucha atención para su seguimiento, no puede concitar otros esfuerzos que no sean los laborales, incluidos los trabajos de este crítico, trabajador de la prensa digital, y los lectores que osen aventurarse por estas líneas.
Allende estas consideraciones respecto del trabajo gozoso (el de los realizadores teatrales, el de los espectadores, el del crítico, el de los lectores de la crítica), aquel que se realiza por el mero gusto de hacerlo, puedo decir que Fe ciega me pareció algo similar a un avión o a un helicóptero de calesita: tiene todo el aspecto de un aparato diseñado para volar, pero nunca despega del suelo, gira concéntricamente entre un alboroto de ruidos, luces y espejos, y no llega, no te lleva, a ningún lado.
En el texto de difusión de la obra se esboza una síntesis: “En una concesionaria familiar, tres sujetos tratan de superar el abandono de su vendedor estrella y recurren a una serie de embrujos químicos y conexiones estrambóticas. ¿Hasta dónde resistirán este experimento? ¿Resistirán?” que no se condice con lo que sucede en escena: los tres sujetos son un padre, su hijo, y un amigo socio de ambos (se lo llama “tío”), y el abandono del vendedor estrella resulta circunstancial y se diluye como motivo de conflicto, por lo que la recurrencia a “embrujos químicos” (el consumo de cocaína) y “conexiones estrambóticas” (dos artefactos de rudimentaria y esotérica tecnología) no tienen nada que ver con la cuestión, ni con experimento alguno. Y aunque sí inciden en el rumbo errático del relato, más se relacionan con las cuestiones exploradas en solfa, tal vez demasiado ligeramente: las relaciones interpersonales, familiares y amistosas, enturbiadas por el consumo problemático de sustancias nocivas para la salud; la misoginia de tres tipos que atrapados en una época horrible (la ambientación es en los años 70) hacen burdos “chistes de putos” mientras enfrentan la debacle irremisible de sus ingresos, que serían el sustento de sus vidas arruinadas; el absurdo atinente al desatino discursivo de un trío que no encuentra el punto medio para nada; y la elusión del concepto de “resistencia” frente a la adversidad, precisamente, pues se trata de unos pobres diablos que a dura penas se aferran a un fino hilo salvador, a la vana espera de un milagro.
Los tres actores, cada uno a su nivel, les ponen pilas a sus interpretaciones; la dirección actoral se nota correcta, y todos los aspectos técnicos y de formalidad escenográfica están cubiertos de un modo tal vez demasiado convencional, pero no desentonan ni chocan, aunque no descuellan por su preciosismo, y también son precisas las mencionadas coreografías actorales que se ejecutan, muy similares en su tono y desarrollo a las ejecutadas por las tres actrices de Bardo carnal, anterior y muy interesante trabajo del director Fissolo.
En resumen, me parece que a Fe ciega le pusieron mucho trabajo, muchas cosas, muchas puntas que abren y pocas que cierran, demasiadas palabras demasiado diversas, demasiadas expectativas: como si no hubieran podido deprenderse de ninguna, como si no hubieran querido dejar chiste sin contar, ni recursos encontrados sin mostrar. Mucho trabajo para una obra teatral trabajosa, quizá trabajada en exceso, quizá excesiva en sus ansias expresivas. Quizá destinada a ser incomprendida, aunque eso, lo que busca expresar teatralmente, sólo pueda estar en las remotas y primigenias intenciones de sus realizadores al momento de empezar la tarea de alquimia escénica. Sin embargo, y a pesar de lo expuesto, los que asistimos al estreno de Fe ciega podemos afirmar, sin mentir, que lo que vimos se inscribe sin dudas bajo el rótulo de “teatro del bueno” con la garantía de calidad que le da ser rosarino e independiente.
FICHA. Título: “Fe ciega”. Dirección: Francisco Fissolo. Actúan: Juan Nemirovsky, Martín Fumiato, Juan Rodríguez. Asistencia general: Luz Battagliotti. Dramaturgia: Juan Rodríguez. Fotos: Rafael Lanuza. Realización de objetos: Martín Fumiato. Diseño gráfico: Luz Battagliotti. Prensa: Gisela Sogne. Sala: La Orilla Infinita.