Enzo Monzón, un Kafka de labios pintados

Fotograma de Bosque de Bacterias, protagonizado por María Caila. En esta escena acompañada por la Kiki House rosarina Casa Kaos.

Entrevista al cineasta argentino radicado en Barcelona, durante el rodaje de Bosque de Bacterias, su último cortometraje: “Yo no voy a dejar de hacer cine porque no tenga dinero”

Por Miguel Erre

La cita transcurre a eso de las ocho de la noche, en uno de esos vulgares y anodinos barcitos céntricos de cerveza tirada. Enzo Monzón llega puntual. Pidió que hubiera cerveza sin alcohol. Yo me encontré un rato antes con Daniela Ponte, a quien invité para que me acompañara en la entrevista. Daniela es actriz y escribió un libro fascinante sobre el teatro de Omar Serra. Me siento agradecido de que haya aceptado acompañarme en la entrevista. Cuando le pregunto cómo quiere que la presente, ella me responde:

–Sólo poné que trabajé en Reina Hormona y en Bosque de Bacterias.

Es enero en Rosario y Enzo está terminando de filmar su nuevo corto, Bosque de Bacterias. Participé, gentilmente invitado, como extra. Lo vi en acción: abierto a sugerencias, pero muy firme en lo que sabe que quiere filmar. En esta producción su cámara siempre está fija en un lugar, y eso a mí me llevó a pensar en alguna película de Fassbinder, donde los actores entran y salen del plano estático de la cámara (reminiscencia del teatro).

“Lo que hacés no es cine”, cuenta que le han dicho, y se explaya al respecto, pero pide que no lo incluya en la entrevista. Recuerdo ahora una peli de Campusano, Brooklyn Experience, filmada en 360°, y que tuve oportunidad de ver (mera coincidencia) en una carpa en los jardines de Recoleta, en el marco de un festival: para la “proyección” te proveían de un casco y vos ibas girando tu cráneo y eligiendo el lugar de atención visual dentro del tal espectro de 360°. “Es la muerte del director”, pensé. El cine de Enzo es otra cosa: la cámara estará fija, pero lo que sucede ante ella es su decisión. Ese ojo no va en una expedición visual, sino que convoca. Y logra un vértigo inaudito.

Omar Serra, Sebastián Tiscornia, Julia Yul, Mauro Guzmán, María Caila y todos a quienes convoca, parece que hubieran sido hechos para estar allí, bajo el influjo de esa cámara que se supone quieta. Su filmografía es un orgasmo de colores y sensaciones, pero no es el hedonismo pelotudo de un cineasta queer, sino que siempre hay una mirada aguda y crítica que hace aflorar, en su propio estilo, el absurdo cruel que nos rodea. Un Kafka con los labios y las uñas pintadas.

El universo freak que crea está atravesado por los condicionamientos de la estructura. Y entre medio de absurdos, plumas y jolgorio, su cine da cuenta de eso. La frivolidad es aparente para quien sepa mirar. Sus personajes están marcados por el entorno, pero son capaces de revelarse sin transformarse en héroes ni mártires, porque –y esto es fascinante– las víctimas también pueden ser victimarios. Hay una profunda sabiduría en esa mirada.

Monzón durante el rodaje de Bosque de Bacterias.

Daniela Ponte– Que haya artistas que valoren tu obra y quieran participar, ¿qué te provoca?

Enzo Monzón– Y… me hace sentir que vale la pena, que se hacen eco de lo que venimos haciendo desde el comienzo. Es una bola que crece. Que te escriba públicamente un actor de la trayectoria de Héctor Ansaldi, anunciándose disponible para trabajar conmigo en lo que necesite, me emociona.

Miguel Erre Tu cine es performático y, dado que la improvisación es un elemento que atañe a la performance, ¿cómo te llevás con la improvisación?

–Básicamente tengo todo planeado, pero a su vez me doy lugar a que surjan cosas espontáneas, que se me ocurren mientras filmo. Me gusta que los actores repitan el texto cada vez con diferentes tonos y descubrir el adecuado. Ahí digo: “Listo, es éste”.

Me gusta la transgresión, en mi cine hay mucho desnudo, siempre me llama la atención lo poco que se mostraban los cuerpos masculinos en el cine –se da, a veces– pero no hay ni culos, y si tiene culo no tiene pene. Pero la mujer en bolas sí, siempre en bolas la mujer, ¿y el hombre no?  Nosotros mostramos más hombres, como para equiparar un poco; es algo que se tiene que mostrar. Son muy lindos los penes como para no mostrarlos.

D.P– Y hay diversos…

–Claro, hay diversidad de penes.

M.E– Es una cosa muy curiosa eso, yo pienso en Fassbinder y Pasolini, chabones que en los 70 mostraron pijas en alguna escena.

–Los chicos, y también las chicas, pueden tener pene. En Barcelona todo eso hace mucha gracia, por eso cuando me ven en personaje flipan: “¡Mirá el director cómo aparece!”. Eso es un flash, yo lo re disfruto, es más, el día del estreno yo estoy… podría decirse que es mi día, todo es muy festivo.

M.E– Pensaba en la cuestión del desplazamiento de los personajes, por ejemplo en Plastic Attack, un papel que hace Nicolás Costantino, que forma parte de la tríada burócrata que va a irrumpir en la casa donde conviven la descollante pareja de Serra y Tiscornia, y cómo el chabón al irrumpir en otro ámbito, como el baño, encuentra una tanga y vuelve travestido. A su vez en Reina Hormona, el personaje de Tiscornia, adláter de Serra, en algún momento dice: “Ay, te abandono porque encontré mi lugar”, que es el de esclavo del bando oponente al personaje de Serra. Ese desplazamiento de personajes, dentro del mismo contexto en una obra tuya, creo que tiene que ver con esa cuestión de no rigidez que vos tenés, y que implica tener conciencia de lo que es la condición humana.

–Claro, vamos cambiando, vamos mutando, no nos gusta lo mismo, a veces te deja de gustar lo que te gustaba hace diez años, y ves las cosas diferentes: hay una verdad y es que cuantos más años tenés, más sabiduría tenés, te fuiste dando cuenta de cómo es.

D.P– Claro, si no te pasan las cosas de largo.

–Si vas a estar pensando y sufriendo para tener el auto, o lo que sea, te olvidás de lo otro, que es vivir de lo humano, de los afectos, de la amistad, de la familia. Cuando perdés a tu papá y a tu mamá –yo perdí primero a mi papá y después a mi mama– y eso para mí…

M.E– En una entrevista decías: “Y bueno, el próximo seré yo”.

– Y sí, el próximo seré yo, así que, ¿qué voy a hacer? ¿Qué me voy a poner a juntar? Yo quiero disfrutarlo todo. Cuando trabajo no haciendo cine, trabajo en el medio audiovisual, pero creo que en algún momento se va a dar poder dedicarme sólo a lo que me gusta, eso va a llegar, que te llamen para hacer una serie, algo así, y va a llegar porque cada vez estamos yendo más lejos, te van conociendo en otros lugares, otros países. Maricomio, además de Argentina está proyectándose en festivales internacionales, en ciudades como Bolonia, Norwich, Estocolmo, Ciudad de México y próximas Copenhague y Atenas. Y soñando con que seguirá todo el 2024 con otros festivales. 

D.P– La cuestión del modo de producción, el modo en que producís en relación a los recursos, ¿es una elección tuya? No pedir subsidios, ¿es algo que se da así, te gusta trabajar así?

–La verdad que sí, y me encanta, mientras la gente me lo permita.

D.P– Te pregunto porque hay gente que sin un subsidio no produce.

–Claro, pero yo no voy a dejar de hacer cine porque no tenga dinero. Al contrario, a mí lo incómodo me gusta, y justamente es la esencia de los argentinos, hacer cosas como una Torre Eiffell con alambre. ¿Quién dijo que no voy a hacer cine porque Fomento no me dé nada? Yo tengo un largometraje ya escrito y registrado:  Lo presenté y no tuve apoyo alguno, la productora involucrada me dice que lo posponga, y ¿cuál es?, ¿no se puede vivir del cine? Pues hagamos cine entonces. Esto, una vez que lo probaste, ya no podés dejarlo. Yo no quiero dejar de hacer cine nunca.

D.P ¿Y cuándo empezaste a pensar cinematográficamente? ¿Tenés registro de eso?

–En la Escuela de Cine. Me encantó cuando vi la publicidad en TV: estudiar cine público, gratuito. Yo no habría podido estudiar cine en una escuela privada. El cine que se estudia en España es todo pago. Y es carísimo. No tiene sentido que no puedas estudiar cine por no tener plata. Acá lo tenemos y ha salido mucha gente talentosa de la Escuela de Cine. Yo, agradecido eternamente. Ahí encontré mi lugar. Después seguí con el teatro, la dirección teatral, y después lo dejé, por esas cosas de la vida, y volví cuando tuve la oportunidad de conocerlo a Almodóvar, y grabar su exposición fotográfica en la Fresh Gallery. Eso me despertó hacer El Drac de Miuka.

M.ETu trabajo en la exposición fotográfica es como un homenaje a la Galería y a Almódovar.

–Claro, y se lo hice llegar, y ahí dije “sigamos”. Aparte compartiendo con Serra, que yo estoy enamorado de su arte. Cuando lo vi por primera vez haciendo La Exhalación, me dije: “Qué bello, esto es magia, esto es el teatro que a mí me gusta ver”. Los personajes, la actitud, todo. Corrido de Esperando la carroza, sin desmerecer nada porque me encanta esa peli, pero lo alternativo es lo importante para mi.

M.E– Y Serra lo encarna saliendo de los estereotipos.

–Como Urdapilleta, Tortonese, la Cerdos y Peces. A Noy ya lo conocía, Noy participa en Karla, haciendo un personajito con Serra, esas cosas que se dan…

D.P Cuando Serra hizo Perlas Quemadas, Noy vino a ver una función.

M.E– Ahora que nombrás a Urdapilleta y a Tortonese, recuerdo que el otro día contaste que ibas a Experiment. Yo también iba. ¿Cómo ves ese mundo, con todas las restricciones que había? Yo recuerdo que podías estar en un bolichito de putos y que la cana podía irrumpir y llevarte. Las famosas razzias… ¿Cómo ves ese mundo con respecto a éste?

– Y, ese era mucho más auténtico. Todo pasado fue mejor (Risas). Lo siento. Fue hermoso. Era hermosa esa época. O sea, eran guetos, ¡pero con una onda…! y no te ponían cumbia ni reguetón.

M.ECoincido, era otro mundo que tenía una adrenalina fascinante.

–A mí me copaba, yo me escapaba a Baires, estaba en el secundario, allá había una movida que acá no había. Acá teníamos Inizio, otro bolichito a la vuelta que se llamaba Staff. Igual era más auténtico antes que ahora. Ahora es como que no existe el boliche gay porque hay inclusión. Entonces estos boliches pseudo gay que pasan Shakira, no me van. Jamás me gustó como para divertirme, ponerme a bailar. Estaba Gótika –bueno yo ayudé a armar eso, fui la primer dragqueen entre gárgolas–. ¡Nos hemos dado unos gustos preciosos! Hicimos Darkroom, en el año 2000, todos despelotados, algunos se levantaban y se iban, me encantaba eso.

D.PMuy fuerte Darkroom.

–Yo no lo veo fuerte, lo veo divertido, yo decía: “¡Qué lindo que es esto, seguro va a movilizar, provocar!”

D.PLo vi en El Sótano.

– ¡Si! Fue uno de los mejores lugares porque salimos del teatro, y nos fuimos a un sótano, un darkroom que podía ser el original, no el placard, sino con la gente observando desde arriba,  del entrepiso.

M.E –El Castillo de Meredith es de fines de los 90, y después no volvés a hacer cine hasta 2017.

–Exacto, en el medio hice bastante teatro, tres obras de teatro de dragqueens, después El Paraná y sus bagres, me metí con el humor, abrí un poco el abanico, hicimos una obra sobre cultura electrónica, le escribía muchos monólogos a Andrea Boffo, y después la vida te va movilizando, se murió mi papá, me fui a vivir a Buenos Aires…

M.E– ¿Cómo fue tu experiencia en Buenos Aires?

–Ahí trabajaba con la cámara, porque filmaba turistas, pero no hacía nada artístico. Estuvo bueno en esos años desprenderte un poco del arte. Y bueno… también tuve mucha fiesta, sí, debo reconocerlo.

M.E– ¿Qué significa?

–Que no tenía mucho tiempo para hacer arte, toda mi energía la ponía en la fiesta, trabajaba y después me iba de fiesta.

M.E– Como el personaje de Radiactiva (risas). La cuestión de lo marginal, desde un lugar copado, incluso relacionada con las drogas, con los excesos… ¿cómo es tu relación con todo eso? Recuerdo una entrevista a Serra donde dice: “A los 50 años dejé de tomar alcohol y entonces todo era la nada más la nada igual a nada”. ¿Cómo es tu relación con los vicios?

–Bueno, no bebo más alcohol desde 2010, y tampoco fumo tabaco, ambas cosas me hacían mal. Entonces chau vicios de éstos. Descubrí otras cosas que no me hacen mal y son más divertidas y eróticas, que te despiertan la sensualidad, como el éxtasis, el MDMA –que consumo cada muerte de obispo–, bailar, entrar en un trance, la cosa sexual.

Rodaje de Bosque de Bacterias.

D.P –En cierto modo las cosas que aparecen en tu arte son cosas vividas, que te atravesaron.

–Si, y me encanta, sabemos de lo que estamos hablando. Si no bebés alcohol te acordás de todo, estás divino, cansado pero porque bailaste. Estos estímulos que uno consume te llevan a bailar por  horas, si es que no te fuiste de after, y cuando llegás a tu casa hay otro after que es el after de la cama y ahí estás disfrutando lo último de la noche. No llegás y te acostás a dormir porque  estas borracho; no, una duchita y a gozar.

M.E– Vos que filmás en Rosario y también en Barcelona, ¿encontrás diferencias en filmar en una u otra ciudad? Más allá de lo afectivo que te une a Rosario o del panorama socioeconómico, ¿cómo es filmar en Rosario respecto de Barcelona?

–De Barcelona me gusta mucho la antigüedad que tiene. Me encanta filmar en el casco antiguo, que tiene muchísimos recovecos, esas piedras que transmiten un montón, piedras con agujeros de balas… Se percibe la energía que hubo ahí, todos esos años transcurridos, me gusta mucho eso, ¡y  el mar! Y también que allá hay más libertad y menos prejuicio, no se hacen tanto la cabeza como nosotros, no se toman todo como un problema, o esto me pasa a mi…

D.P– Se entiende, menos rollo.

–Claro, casi no necesitan psicoanalista allá. Quizá ahora hay cierta demanda, son todos argentinos (risas).

M.E– ¿Podés mencionar alguna inspiración? ¿De dónde te vienen las cosas que creás, de donde se nutren?

–De la cultura que voy consumiendo y de la vida misma. Las cosas que veo por la calle, las situaciones que vivo en la discoteca, o las cosas que me imagino, que empiezo a delirar.

D.P– En una entrevista que te hicieron hace poco vos mencionás que lo que se viene es el cuestionamiento a la pareja monogámica, algo que se empieza a desarmar, ¿has pensado algo al respecto?

–Si, en Bosque de Bacterias aflora un poquito la cosa sin género, no querer concebir hijos, hijes; pensaba en España, por ejemplo, donde las nuevas generaciones no van con ese rollo de “me gustan los chicos”, “me gustan las chicas”, “soy hétero, esto o lo otro”. Veo mucha más libertad en eso, chicas que en su adolescencia prueban y son amigos y avanzan un poco más, una cosa de menos compromiso, nada de “vos sos mía y de nadie más”, no se les cruza por la cabeza.

M.E– Vos decís “sin compromiso”, pero hay un compromiso de ser honesto y salir con quien tengas ganas y no andar ocultando como las típicas parejas hetero del Siglo XX de “me comprometo contigo, me caso”, pero después la cagás a cuernos.

–Es la nueva generación, que por suerte no nace con el catolicismo tan dañino.

M.E– Que ha arruinado 2.000 años de evolución humana.

–Claro.

M.E– Tu cine interpela y le habla mucho a esa nueva generación, sin duda.

–Y sí. Y la respuesta es que les gusta, hay mucho público joven.

D.P– Tu cine los incluye.

–Me gusta incluirlos, porque tienen esa frescura; uno aprende mucho y se nutre también.

Me despido de Enzo y de Daniela y vuelvo caminando lento por calle San Juan. Sigue estando el telo lumpen casi al llegar a Entre Ríos, única reminiscencia de lo que fue una vez esa cuadra, esa esquina, ese lugar de levante de putas, travas y putos; personajes de un panorama sórdido y sin color que en una película de Enzo Monzón, pienso, recobrarían el glamour.

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