Con la obra “La fragilidad de la memoria” la compañía Tallarín con Banana supo conmover al público de un histórico enclave obrero convertido en polo cultural con impronta cooperativa autogestiva
Por Ángel Loto
El cerrado aplauso final terminó de calentar la fría noche del sábado 18 de mayo en Refi. Igual ya venía levantando temperatura, desde el ingreso nomás a ese rincón, grande pero rincón al fin, en el que la Cultura (así, con mayúscula) resiste en forma de arte escénica, entre algunas de las múltiples formas en que se ofrece al vecino común. Un cálido soplo inundaba el recinto, una tibia bocanada empañaba los vidrios, difuminaba las imágenes y aguzaba los sentidos.
Entonces, el sábado pasado el calorcito se empezó a sentir nomás entrar al local de Vélez Sarsfield 641, en el centro del barrio Refinería, el histórico enclave obrero que ahora podrá llamarse de otra forma y sumar torres y edificios de categoría pero que gracias a, entre otros tantos, Comunidad Refi, nunca dejará de llamarse como aquella vieja refinería de azúcar de principios del siglo pasado.
Una copa y un bocado amenizan la espera y hay que ver lo que calientan en el impiadoso otoño rosarino. En el lugar funciona un espacio gastronómico que ofrece comidas y bebidas “honestas”. La impronta cooperativa autogestiva se aprecia al toque en ese patio de escuela secundaria. Las charlas de los antiguos estudiantes de la Técnica 10 reviven en esta previa a la apertura de la sala. La cita es La fragilidad de la memoria, una obra de teatro y circo dirigida por Severo Callaci, con las actuaciones de la compañía chileno-argentina Tallarín con Banana.
Foto: Guillermo Turin Bootello
Hubo que agregar sillas a los costados y donde se pudiera porque el lleno era total y quedé ubicado en un costado, casi delante de las gradas, justo al lado del Hombre que Nunca Había ido al Teatro.
La sobria puesta emergió con las primeras luces y allí, en la oscuridad de la sala, lo vi palidecer ante la magia funambulesca del teatro, como una primera vez, con los ojos redondos del asombro dibujado en el rostro sereno.
Tallarín y Banana comenzaron el relato de sus vidas desde el principio de los abrazos y las miradas furtivas en una infancia ficcionada, y todos comenzamos a ser cómplices de ese viaje iniciativo en el que era imposible no reconocer las marcas de la historia latinoamericana, con sus vaivenes, tropiezos y desapariciones.
El Hombre que Nunca Había ido al Teatro se maravillaba ante la intimidad expuesta de esos dos seres que crecían y buscaban y se buscaban en mitad de los sueños compartidos y no tanto, en una suerte de road movie por los juegos infantiles, la adolescencia, el barrio, y el amor, la historia de amor de dos que se comunican con acrobacias terrestres y proezas celestes.
Sobre el final, el Hombre que Nunca Había ido al Teatro, arrobado, buscaba con la mirada en la penumbra una suerte de aprobación cuando el aplauso surgió espontáneo tras unos versos “improvisados” con un fondo de saxo.
Es que a esa altura era casi imposible no estar enamorado de la Pini y el Aguja, los dos personajes interpretados por Anabel González y Rodrigo Rivera, que llenaron el escenario de danza, música y acrobacias aéreas para contar una historia que, por el artificio del teatro genuino, nos llegó a todos y nos interpeló y conmovió.
Por eso quizás hubo sonrisas satisfechas y hasta palmadas compañeras a la salida, cuando el frío de la noche nos pegó un cachetazo, nos sacó de ese sopor cálido y nos devolvió a la vida. Refi, esa refinería de contenidos, iba quedando atrás en la noche rosarina y sonaban aún los ecos de esa especie de slogan del lugar: “Refi es porvenir, lo que se viene para compartirlo con vos”.
Último párrafo para las palabras finales de los actores, cuando ya los aplausos se fundían con la noche y se transformaban en memoria: luego de los agradecimientos de rigor a los gestores de la sala y a los responsables de los impecables rubros técnicos que hicieron posible el espectáculo, la Pini y el Aguja plantaron bandera de resistencia: con la emoción a flor de piel y el hecho artístico como estandarte dejaron bien en claro de qué lado estamos los que aún creemos que es posible un mundo mejor. ¡Resistiremos, Pini! ¡Resistiremos, Aguja!
FICHA
Título: “La fragilidad de la memoria”. Dirección: Severo Callaci. Actuaciones: Anabel González y Rodrigo Rivera. Asistencia de dirección y técnica: Daniel Soto Calistro. Dramaturgia: Creación colectiva. Vestuario: Cristian Ayala Rivera y María Carolina Leali. Objeto escénico: Cristian Arsanto. Edición de video: Nicolás Tomé. Comunicación y producción: Laura Andrés. Fotografía: Guillermo Turin Bootello. Ilustración: Marcos Sepúlveda. Arte gráfico: Emiliano Caisso. Sala: Refi.