Durante tres noches consecutivas (la última de enero y las dos primeras de febrero) la ciudad de Rosario se solaza con el Festival FARO, que convierte un rincón boscoso del parque Urquiza en una luminosa dimensión donde accionar en la música y la contemplación
Por Andrés Maguna
Hace más de tres años el intendente de la ciudad de Rosario (Santa Fe, Argentina), Pablo Javkin, lanzó una idea a los funcionarios de la Secretaría de Cultura municipal: la realización de un megarrecital diverso y variado, con preeminencia de solistas y grupos de la ciudad, en el Anfiteatro Humberto de Nito, a mediados del verano. Así, de esa semilla, nació en el estío del 2023 el Festival Anfiteatro Rosario, llamado FARo, que fue un boom de convocatoria, tanto de trabajadores de la música como de público, y al año siguiente se redobló la apuesta sumando actividades “interactivas y contemplativas” en el Complejo Astronómico (los rosarinos le decimos el Planetario) y el bosque que lo rodea, incluido un segundo escenario. Como excedía los límites del Anfi, se lo rebautizó Festival FARO, que en rigor historicista contiene una repetición: Festival Festival Anfiteatro de Rosario, aunque ya se lo nombraba como “el FARO”, dándole una significancia de faro de luz en la oscuridad, o de música en el silencio.
Tuve la suerte de poder concurrir a las dos ediciones anteriores del FARO, y el año pasado me gustó grandemente la expansión en torno del Planetario, con sus “estaciones” sobre el césped, a cielo abierto o bajo los árboles, sus puestos de comidas y bebidas, la pintoresca feria de editoriales y discos, su segundo escenario, conformando un paisaje visual de inenarrable belleza y armonía alegre, dicharachera, delimitado por una iluminación de tan preciosa justeza ambientadora que los paseantes nos sentíamos flotar en un fulgor crepuscular del Edén.
Este año el FARO sube la apuesta sumando un tercer escenario de recitales, y estaciones interactivas o contemplativas, puestos feriantes y de comidas y bebidas (aunque el acceso es público y gratuito, no se permitirá el ingreso al festival con bebidas alcohólicas, y adentro sólo se venderán cervezas de la marca Amstel), con una grilla artística ampliada y ciento por ciento rosarina.
El miércoles 29 de enero al atardecer hubo una presentación en el parque, entre el Anfi y el Planetario, a la que concurrieron muchos de los músicos participantes (ver grilla de programación y el mapa aquí), algunos de los funcionarios de Cultura municipal (área con cerca de mil empleados) abocados a la organización y desarrollo del FARO, encabezados por el infatigable secretario Federico Valentini, y unos pocos miembros de ese grupo en franca extinción llamado “gente de prensa”, del que formo parte como humilde cronista de la Revista Belbo.
En el relajado ambiente de esa presentación pude cruzar algunas palabras con Valentini y varios funcionarios de Cultura, con artistas, gente de prensa, y hasta uno de los responsables del Anfi Bar, que finalmente podrá verse con su remodelación concluida pese a que la inauguración será recién a fines de febrero.
Mientras me tomaba dos copas de Cunnington cola bajas calorías y comía dos empanadas de jamón y queso que me obsequiaron, pude enterarme de que todos esperaban con buena vibra, es decir expectativas optimistas, las tres noches de festival, y que la ampliación de la estaciones incluía treinta hamacas paraguayas colgadas de los árboles, que habría un espacio de “experimentación aérea” (puentes colgantes y demás), enormes lonas en el suelo para echarse a mirar el cielo o las copas de los árboles (en unas lonas nuevas rodeando los troncos más gruesos), otro para la construcción de vinchas y abanicos (las dos ediciones anteriores estuvieron marcadas por altas temperaturas, y para esta los pronósticos meteorológicos anuncias noches muy calurosas), uno para el esparcimiento de bebés de hasta tres años, un sector de escuela de minibicicletas (con un “paseo a ciegas”), y además se podrá apreciar el espectáculo del nuevo proyector del domo de Complejo Astronómico.
Tuve que irme temprano de la presentación del FARO porque había organizado una cena de Año Nuevo Lunar (el 29 empezó a regir astrológicamente la Serpiente de madera) con mis hijes, y aunque me fui con cierto pesar porque el clima social era inmejorable, por lo que auspiciaba, lo compensé prometiéndome asistir a las tres noches programadas para disfrutar de mi labor de cronista entre el festivo montón que seguramente se dará cita allí, en ese rincón del planeta en el que los rosarinos empezamos a reencontrarnos con nuestras músicas, nuestros bailes, nuestras charlas, nuestros suelos, nuestros árboles y nuestros cielos. Un lugar en el mundo, un momento de nuestro tiempo, un dónde y un cuándo probar a distendernos con la propuesta de un faro que busca guiarnos amorosamente hacia un puerto empático.