
En su estreno la obra Una flor en la boca, con Raúl Saggini en el protagónico, dirigido por Gustavo Maffei, profundiza en la esencia del sentido de “lo teatral” según lo entendía el autor italiano

Por Andrés Maguna

Calificación: 4/5 Tatitos
“No se puede vivir sin narcisismo”. En esa frase, que había leído a la mañana (en el libro de Françoise Dolto El Evangelio a riesgo del psicoanálisis), estaba pensando el jueves pasado a la noche mientras fumaba un Liverpool en la vereda del Teatro del Rayo, esperando a que dieran sala para ver El gesto de lo que respira (ver crítica aquí), cuando se acercó a saludarme un actor, director y docente teatral conocido mío, de nombre Gustavo Maffei, y me invitó al estreno de una obra que dirigía, el día siguiente, en el Cultural de Abajo: “Se llama Una flor en la boca. Una versión libre de una obra de Pirandello, El hombre de la flor en la boca”, me explicó, y le dije que conocía bien el texto y que había visto un par de versiones. Luego empezó a contarme algunos detalles, pero justo dieron sala, así que le dije, a modo de cierre de la charla: “Si podés anotame que mañana voy”.
El viernes 18 de julio a las 21 ya estaba en el foyer subterráneo del Cultural de Abajo, junto con unas cincuenta personas, esperando para asistir al estreno de Una flor en la boca, con actuaciones de Raúl Saggini y Fabricio Leocata, volcado a una especie de psicoprofilaxis necesaria ante una historia conocida (no habría sorpresas en ese sentido) y mi propio narcisismo de crítico que cree que se las sabe todas.
Luego de los casi 45 minutos que dura la puesta en escena no tuve más que rendirme ante la evidencia: esta versión de la obra breve de Pirandello profundiza en la esencia del sentido de lo teatral buscado por el autor italiano, y lo consigue por medio de certeras variaciones del guion original, la selección de citas exactas del texto, las interpretaciones, la inclusión de música en vivo, el diseño de la iluminación y el básico respeto de los recursos tradicionales del teatro independiente y autogestivo.
Vamos con las variaciones: en el texto original la acción sucede en una estación de trenes (aquí es una de colectivos) y los protagonistas son dos: “el hombre de la flor en la boca” y “el parroquiano pacífico”, y en esta versión el parroquiano fue suprimido y el hombre (Saggini) expone su soliloquio ante “el público pacífico”, con el acompañamiento en escena de un músico (Leocata) que toca un acordeón en la imaginaria estación de colectivos. Este desplazamiento que incluye a los espectadores, con guiños localistas actuales (el taxista que le dio el vuelto en un bollito de billetes, la napolitana con papas que se comió en un bodegón de “ahí nomás”), aumenta la cercanía identificatoria con este personaje que reflexiona en voz alta sobre algunos dramas existenciales, sobre los afectos, la vida en sociedad, la enfermedad y la muerte, dándole así un mayor espesor a las palabras pirandellianas que hablan de los modos de aceptar la alienación del deseo propia del ser humano, tanto a comienzos del siglo XX como en lo que va de éste.
En su rol protagónico, Raúl Saggini, veterano actor del teatro rosarino, no intenta el lucimiento, o luce en la modestia del trabajador esforzado, y el acompañamiento musical de Fabricio Leocata, aleatorio, siempre en segundo plano, le da un toque divergente al discurso sin distraer ni acentuar ningún pasaje.
Me gustó mucho Una flor en la boca, me hizo pensar en esto del narcisismo y la alienación del deseo de la vida en sociedad, en el poder del hecho teatral para comunicar algo casi incomunicable, y en la nobleza de los esfuerzos autorales de Pirandello para intentarlo, para que escuchemos al hombre común que tiene una “flor en la boca” y podamos darnos cuenta de que se pueden enfrentar el drama o la tragedia con hidalguía, con pedestre poesía y humor de buen talante.
Lo único que le resta potencia a la propuesta (por eso se cayó un Tatito de la calificación) tiene que ver con algo bastante infrecuente: el sostenimiento de un recato, una especie de timidez, en la fragua cohesiva de las innovaciones y recursos aventurados sobre un texto clásico, con el resultado de que se dificulta un poco la justa apreciación en todas sus posibilidades identificatorias y catárquicas. Es muy probable que ello se deba, en gran medida, a que asistí a la función de estreno, por lo que estimo que con el correr de las presentaciones Una flor en la boca consolidará su original manera de reversionar a Pirandello.
FICHA
Título: Una flor en la boca. Actúan: Raúl Saggini y Fabricio Leocata. Dirección: Gustavo Maffei. Vestuario: Julia Eva Saggini. Sala: Cultural de Abajo. Función del viernes 18 de julio de 2025.
