

Por Julio Cano
Si los humanos estamos signados por luces y sombras, por contradicciones sucesivas y sin pausas, el ejemplo de Mujica es excepcional. El Pepe transitó por todas las facetas imaginables de infortunio y grandeza, desde calabozos dignos de la Alemania nazi a la Presidencia de la República, desde el trabajo como chacarero y floricultor a personaje central de libros, desde dirigente del MLN-Tupamaros a un encarnizado defensor de la paz social. Y ese recorrido vital le fue otorgando una visión de conjunto procesal que le permitió incursionar en múltiples caminos, con errores y aciertos asimismo múltiples, pero con una tozudez digna del militante que siempre fue.
A esto se agrega el hecho de que nunca quiso estar por encima de nadie, que siempre defendió el transitar de igual a igual por los caminos de la lucha emancipadora: “Todo con los otros y sin nada de pamento”. Esto me consta personalmente, en los breves momentos en que me acerqué a su práctica.
Si lo escuchamos con atención apelando a sus múltiples alocuciones orales, veremos que su discurso político estuvo signado, sin duda, por una intención filosófica (en el sentido mas estricto de “filosófico”). Se puede encarar la práctica política encuadrándola básicamente en dos marcos de referencia: o se asume como participación activa en un agrupamiento humano que actúe como Partido o en otro en el cual el agrupamiento actúe como Movimiento. Mujica siempre se decantó por la segunda opción, desde su primera militancia en filas del Partido Nacional hasta sus esfuerzos finales con la mira puesta en el Uruguay como fenómeno inteligible únicamente a través de lo regional.
La opción por militar en un Partido tiene su fundamento en la historia europea posterior a la Revolución Francesa, y supone encuadrar la acción personal en un conglomerado humano que se disciplina en torno a un Programa de ideas. Aquí, la diversidad deja su paso a la organización. Los partidos europeos, norteamericanos y, muy posteriormente, los nuestros, latinoamericanos, siguieron este carril. Un momento crucial de su desarrollo estuvo marcado por la aparición del concepto de centralismo democrático, de cuño leninista.
La opción por militar en un movimiento, en cambio, pasa por solidarizarse y tomar como guía la acción y el pensamiento de un caudillo, que hace suyas y expresa las necesidades, ideas y emociones de las masas, muy especialmente las de los paisanos pobres, y que las va haciendo práctica colectiva en procesos no expresados en documentos. El movimiento se concreta en narraciones vividas en el imaginario de las masas, que el caudillo sabe dar forma madura.
La concepción del Partido como Movimiento (y vale el oxímoron) tiene un momento crucial en el Uruguay con la creación del Frente Amplio (FA) en 1971. Hay que aclarar enseguida que se trató de la irrupción, la emergencia política, de un fenómeno en tensión interna entre sus características constitutivas. En efecto, el FA reunió en su seno movimientos y partidos. Y con la presencia por fuera de su conformación de una especie de piedra en el zapato: el Movimiento de Liberación Nacional, Tupamaros, que se las arregló enseguida para marcar presencia en el mismo con el Movimiento 26 de Marzo, que constituyó su expresión de masas, la cara visible de los tupas.
Un Movimiento político en América Latina es un fenómeno frecuente a lo largo de toda su historia. Supone, como dijimos, la movilización de masas tras la figura de un caudillo y una unidad de acción marcada por la adhesión emocional al mismo. Es asimismo una adhesión racional pero expresada en una suerte de simbiosis entre política y existencia, que resultó muy resistida por la concepción de adhesión política a través de una serie de ideas, la adhesión a Partidos de ideas, los Partidos marxistas notoriamente.
La concepción de Movimiento que maneja el MLN se entronca con lo vivida en la historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata y con las de las montoneras. Una concepción marcada por la referida simbiosis, por la identidad de concepción geopolítica entre las masas de criollos desposeídos y el caudillo. No fue (ni es) la sustitución de la racionalidad por la vida emocional y por una adhesión vivencial sin más al caudillo, sino un modo de pensamiento diverso al de la tradición europea moderna, signada ésta por el liderazgo de ideas a las que se patentiza en personas y textos que valen tanto (o más) que los portadores.
En la historia de Nuestra América Latina se ha invisibilizado de continuo la postura política que asume al Movimiento como otra manera de racionalidad política; a esta se la ha visto, en cambio, como el modo de ser del caudillo, como lo que piensa y dice este conductor de masas inscripto, a su vez, en los vaivenes del devenir histórico. Y que nunca da la talla para aproximarse al dirigente de los Partidos de Ideas, según lo explicado por buena parte de la historiografía.
Es así que Mujica se ubica en un cruce político decisivo, el que se imbrica entre el caudillo y el dirigente de un Partido de ideas como lo es el Frente Amplio.
Esta caracterización así planteada es un esquema grueso, una especie de caricatura que debemos excusar ante los lectores. A saber: el Frente Amplio uruguayo no es solamente un Partido de ideas. Es un híbrido entre una coalición de Partidos y una interrelación de Bases no partidarias y solamente declaradas frenteamplistas. Un Movimiento desde las bases, digamos.
Este híbrido fecundo maduró en el tiempo hasta desembocar en una interrelación compleja que tuvo en Mujica su expresión cabal (o una de sus expresiones cabales) cuando fue Presidente de la república (2010–2015).
La teoría de la complejidad es una de las vertientes de la filosofía contemporánea, y supone una interrelación entre fenómenos en los cuales se pretende interpretarlos, no explicarlos. No se trata tanto de análisis y síntesis (de los cuales se nutre la tradición racional cartesiana) sino de decidir paso a paso lo que va sucediendo, en una serie de secuencias no lineales. Si bien se tienen presentes finales de camino en el futuro, ellos no son condicionantes del presente. Mejor dicho, de la práctica del presente. Y esos futuros finales son tenidos como mojones a alcanzar, esto es, como utopías. Utopías acotadas por los acontecimientos.
Creemos que Mujica tuvo estos elementos complejos presentes en su práctica política, lo que lo hizo un caso único en la historia política contemporánea. Una concepción que, si bien contenía a los procesos uruguayos en su seno, desbordaba los limites rioplatenses de la misma. Por eso la importancia internacional de algunas de sus medidas (matrimonio igualitario, regulación de la venta de cannabis, desconcentración de la educación mas allá del centralismo montevideano, creación de la universidad tecnológica, etcétera).
Otra característica importante de la teoría de la complejidad que se revela en su practica política es la de la interrelación de los planos, ya que no hace del terreno político un terreno privilegiado frente a otros. La regulación de la marihuana es un buen ejemplo de esto. Su propuesta no involucro en primer lugar a los interesados en la regulación encuadrados en el Movimiento de Participación Popular para luego ampliar su radio de acción e influencia hacia los interesados de otros grupos políticos frenteamplistas y así sucesivamente, sino que lo hizo partiendo de los consumidores de marihuana, sin discernir entre politizados o no. Le importó partir de la muchedumbre, no de la clase, y esto no supuso una confusión inicial sino un uso de la diversidad humana viviente en la sociedad y que se le ve emerger de concepciones implícitas y no de politizaciones de tipo escolar, de las que sobresale la marxista leninista. Esto indica además su grado de desacuerdo con los comunistas. Anotemos que tal desacuerdo en el Uruguay no se reduce a sus peripecias, sino que viene de larga data e involucra las diferencias entre comunistas y anarquistas, de las que no nos ocupamos ahora.
Aunque Mujica no renegó en ningún momento de la acción de los marxistas, su inspiración debe mucho más a la de los caudillos orientales (con los dos Pepes a la cabeza que lo anteceden: Artigas y Batlle y Ordóñez), que suponen una tradición sin nombres propios a la que las oligarquías centralistas bautizaron despectivamente como montoneros o tupamaros. Lejos de significar un tumulto desordenado, para nuestro autor, como para muchos otros, estas expresiones colectivas adquieren una rica significación cuando se las imbrica de otra manera con los acontecimientos de los cuales forman parte. Siendo gráficos y parafraseando a nuestro autor: ante un acontecimiento con sentido, dijo más de una vez que una cosa era como se lo comprendía desde la dirigencia frenteamplista y otra como se la sentía desde un Comité de Base.
La práctica política de un Partido de izquierda como lo es el Frente Amplio posee sus bases en Documentos que son designados precisamente como Bases Programáticas. La práctica política de un Movimiento (como lo es el MLN- Tupamaros y el Movimiento de Participación Popular) se nutre de otra forma: lo hace desde narraciones, que son paráfrasis de las narraciones del caudillo, de su entorno o de la semiespontánea expresión de la multitud. De todas estas se configuran sus textos, que pueden tener o no autores especificados con nombre y apellido, pero donde se sabe que el que piensa es el colectivo.
En esta vorágine con que se va elaborando el día a día de un Movimiento, Mujica formó parte con un fervor de a ratos alucinado. Seguramente que por estas y otras muchas características no mencionadas aquí, es por lo que a él también le cabe lo que le cantaron miles de compañeros despidiéndolo en las escalinatas del Palacio Legislativo: se le reconoce como el tercer Pepe de nuestra breve e intensa comunidad, nuestro filósofo General.
