La calidad y la cantidad de cartas escritas por Faulkner es proporcionalmente extraordinaria. La editorial Aguilar publicó una vasta y bien glosada selección en la última edición que hizo de las obras completas. De ese ejemplar transcribimos las tres cartas que siguen, traducidas y comentadas por Alfred Sargatal y Alícia Ramon.
Hemingway
En 1950, en medio de la ola de críticas con que había sido acogida la publicación seriada de Ernest Hemingway, Al otro lado del río, entre los árboles, Evelyn Waugh había escrito al editor de Time atacando a los críticos que se habían manifestado en contra del libro. Entonces Faulkner escribió al editor aplaudiendo a Waugh y añadiendo su propia defensa de Hemingway en una carta que apareció el 13 de noviembre de 1930. Cuando Faulkner regresó de Francia en junio de 1952, su amigo Harvey Breit, del New York Times Book Review, le pidió si quería reseñar la nueva novela de Hemingway, El viejo y el mar. Faulkner contestó que no sabía cómo podía hacer una reseña pero se llevó el libro a Mississippi con él. Allí escribió una declaración que comprendía ideas y frases de su anterior carta y se la envió a Saxe Commins para que la hiciera llegar a Breit.
20 de junio de 1952,
Oxford, Mississippi
Hace unos años, no recuerdo en qué ocasión, Hemingway dijo que los escritores deberían agruparse al igual que los médicos, los abogados y los lobos. Creo que en esta afirmación hay más ingenio que verdad o necesidad, al menos en el caso de Hemingway, ya que los escritores que necesitan juntarse para sobrevivir se parecen a los lobos que sólo lo son en manada y, en solitario, son simplemente otro perro.
Porque el hombre que escribió obras como Hombres sin mujeres y Fiesta y Adiós a las armas y Por quién doblan las campanas y los mejores temas americanos y de otros lugares, no es uno de ésos y no necesita ninguna protección de grupo.
Por lo tanto, no la necesita tampoco de otro escritor. Quizás ni siquiera la quiere. Pero puede recibir libremente la de alguien que, independientemente de cómo valorar lo restante, nunca ha dudado de su integridad, y que siempre ha afirmado que nadie será más rápido y severo para juzgar el resto que el hombre que escribió Hombres sin mujeres y Fiesta y Adiós a las armas y Por quién doblan las campanas y el mejor material americano y de otros lugares, y que si lo restante no hubiera sido tan honesto y verdadero como él podía hacerlo, habría quemado el manuscrito antes de que pudiera verlo el editor.
William Faulkner
La prensa
A mediados de septiembre, Life había enviado un fotógrafo a Oxford para que sacara fotografías. Sobre la publicación de una de esas fotografías Faulkner escribió la siguiente carta.
A Phillip E. Mullen
Miércoles 7 de octubre de 1953, Oxford
Querido Phil:
No he visto todavía lo de Life, ni quiero. Mi madre está furiosa al respecto, al parecer considera que en él hay mentiras encubiertas y ha anulado su suscripción.
Durante años había intentado evitarlo, siempre me negué, les pedí que me dejaran solo. Es una lástima que en este país el individuo no esté protegido contra el periodismo, supongo que ellos lo llaman así. Pero parece estar en el mismo espíritu que permite que haya extraños que se introducen en mi jardín y cogen libros o pipas que dejé en la silla cuando estuve allí sentado, como recuerdos.
Vaya observación. Los suecos me dieron el Premio Nobel. Francia me dio la Legión de Honor. Todo lo que mis conciudadanos han hecho por mí ha sido invadir mi vida privada por encima de mis protestas y de mis ruegos. No es de extrañar que no les gustemos a la gente del resto del mundo, ya que al parecer no tenemos ni buen gusto ni cortesía, y no conocemos ni creemos en nada más que en el dinero, sin importarnos mucho la forma de conseguirlo.
Esta vez no fui ni siquiera consultado, ni siquiera sabía qué se estaba haciendo, mi madre tampoco. Ella se enteró de que la estaban fotografiando y pidió específicamente al fotógrafo que no publicara la foto en ninguna parte.
Me parece que esto es una triste recompensa para un hombre que sólo ha intentado ser un artista y llevar el honor que esto implica a su tierra natal.
Sabiendo inminente la publicación de Una fábula, Faulkner recibió una carta de Donald Klopfer pidiéndole su cooperación para una artículo de portada para Time. Faulkner telegrafió inmediatamente a Commins diciéndole que pidiera a Klopfer que detuviera el plan, y añadiendo que aquella misma noche escribiría a Klopfer.
Sábado 19 de junio de 1954
Querido Don:
He estado pensando en el hombre que venga aquí para realizar el artículo y tengo miedo. O sea, Time ya lo hacho una vez, y Life también el año pasado. Si debe venir aquí para hacerlo, ello significa que necesita husmear en mi vida privada. No quiero de ningún modo, aunque tal vez no puedo evitarlo. Pero por el simple hecho de que en nuestro sistema americano yo sea noticia, al menos mi familia y mis amistades no deberían estar sometidas a la vergüenza que significan estas visitas.
Quizás estoy equivocado, pero aquí abajo la intimidad de las personas no se utiliza para este tipo de cosas. El asunto de Life demostró que yo no puedo evitarlo, que las revistas no se preocupan de si a mí me gusta o no, por lo que tal vez lo único que puedo hacer es negarme a cooperar con él. Pero ya sé que tampoco es culpa suya; no tengo nada en contra de los periodistas como individuos, ellos también son víctimas del sistema y sus jefes podrían despedirles si mostraran su asenso con mis sentimientos. O sea, si insiste en venir tanto si me gusta como si no, y puesto que ya sé que n es por obra suya sino por sus jefes, lo menos que puedo hacer antes de que sufra las molestias del viaje es hacerle saber que no cooperaré con él cuando empiece a hurgar en mi vida privada y en la de mi familia.
Mi deseo es que no venga, aunque ya sé que no puedo evitarlo, no hasta que un número suficiente de nosotros –por pocos que parezca que quedamos- que conservan el valor de su intimidad, se unan para protegerse de una de las cosas más temibles de la moderna vida americana: la Libertad de Prensa. Un individuo puede protegerse de la libertad de otro individuo, pero cuando enormes y acaudaladas organizaciones como la prensa, la religión o los grupos políticos empiezan a federarse bajo reclamos morales como la democracia y la libertad, en cuya estructura los miembros o practicantes individuales son absueltos de toda limitación individual, que Dios nos ayude.
Por lo tanto, si sus jefes insisten en enviarle a pesar de todo, por favor adviértele de que me atrincheraré para defender lo que queda de mi vida privada hasta la última bala. Por lo menos, mantenle apartado durante la próxima semana. El prometido de Jill está aquí y también me gustaría protegerles. Por lo menos debe dejar tranquila a mi madre. Es demasiado vieja para esto; el último grupo le mintió para introducirse en su casa. Mis mejores saludos a Pat, como siempre.
Bill