Niños de papel

Psicoanálisis y sociedad

Introducción

Por Susana Sherar

En Función y campo de la palabra y del lenguaje, Lacan escribe, refiriéndose a la práctica del psicoanálisis: «…que renuncie entonces aquel que no puede tener como horizonte la subjetividad de su época». 

El psicoanalista tiene el deber de estar a la altura de la subjetividad de la época. No es muy difícil cuando se tiene, por un lado, una grilla de lectura marxista (gracias en parte a la pertenencia a una generación) y, por otro, el consultorio donde se cosechan discursos forjados por el sistema simbólico en el que estamos inmersos. Cada sujeto ocupa un lugar en la sociedad, desde el cual tiene que habérselas con el malestar en la civilización. Cada vez con más frecuencia, ese malestar hace síntoma subjetivo, en el cuerpo y en la mente: lo vemos, por ejemplo, en los trastornos musculo-esqueléticos (los cuerpos ceden) o en el «burn-out», con toda la gama de depresiones (desde la falta de sentido del trabajo a causa de formalidades infundadas que matan el deseo, hasta el suicidio por identificación con la «cosa» placardizada, pasando por el maltrato, la injusticia, la violencia).

El sujeto, en el mejor de los casos, sale de ese lugar gracias a un desplazamiento de un cuarto de giro, a un cambio de discurso. Viene en posición de esclavo, gozoso en su sufrimiento, y al histerizarse, en  posición de analizante, se dirige al Otro (al amo) de otra manera y… ¡hop! Después de un tiempo de trabajo analítico, puede dar un paso al costado que le permita seguir: como por casualidad consigue otro trabajo,  logra establecer límites al goce del Otro, o correrse del lugar de objeto de goce.

Si esta posibilidad le es forcluida y la oferta de «cura» que la sociedad le ofrece es la readaptación, la reeducación, la «gestión» de su problema como un problema más de «recursos humanos», no es necesario ser complotista para encontrar una relación entre el sistema social y esta oferta.

Son  EEUU y su súbdito canadiense los que irradian desde hace dos o tres décadas una pseudociencia psicológica: la psicología cognitivo-comportamentalista y sus incalculables derivados, como si fuera el descubrimiento del agujero del mate (el behaviorismo existe desde principios de siglo XX y había sido abandonado por totalitario e ineficaz).

¿Cómo lograron reflotar este cadáver a la superficie? Dándole la apariencia de ciencia apareada a la neuropsicología, especialidad que se ha vuelto exigida en los mercados de trabajo de psiquiatras y psicólogos, o sea las instituciones, regidas esta última década por las leyes del mercado y manejadas como empresas. La imagería cerebral es, entonces, elevada al rango de prueba del estatuto orgánico de la causa –ya decididamente neurológica– de todos los problemas psíquicos (¿quién podría dudar de lo que «se ve»?)

El impasse del huevo y la gallina se reproduce hasta el infinito y, como «hace agua», la así llamada «plasticidad neuronal» viene a explicar el resto: lo que no explica la lesión cerebral que no existe, lo explica el medio ambiente, las condiciones en las que las neuronas se desarrollaron… El medio ambiente (el «Unwelt», término biológico) y no el lenguaje, reducido a una simple función de comunicación, unívoca, de código, a lo cual la era cibernética contribuyó mucho.

Orléans es una ciudad de 150.000 habitantes, en el centro de Francia, región de castillos reales, al borde del río Loire. Allí mi colega y amiga Catherine Richard trabaja con niños, niños cada vez más impedidos de ser escuchados, gracias a la estocada que sufre el psicoanálisis en el mundo occidental debido a la máquina compresora de un discurso capitalista donde la voluntad de plusvalía es más fuerte que la vida, transformándolos en «niños de papel».

Niños de papel*

Por Catherine Richard*

«No es el sujeto de la palabra quien se comunica con otro sujeto, el sujeto es el que está mas allá del discurso concreto. Aun más –Lacan lo demuestra– no está nunca en el discurso concreto.  Ese es el gran valor de la oposición entre enunciado y enunciación de Lacan». (1)

Me resultó ilustrativa esta cita en la que Jacques-Alain Miller destaca el valor de la oposición enunciado/enunciación de Lacan. Si bien la palabra está en el corazón de la experiencia analítica y de la experiencia humana, hoy en día aparece muy devaluada –incluso ocultada– no sin consecuencias en el lazo social.

En las instituciones de salud y educación nadie puede quedar afuera de la burocracia y la tecnología que se instalaron imponiendo un modelo normativo. Lógica contable, transparencia y trazabilidad dirigen el baile y nuestra clínica debe entrar también en estos casilleros.

Informes cada vez más computarizados, referenciados y formalizados se imponen a los profesionales, sometidos a los protocolos. El secreto y la confidencialidad –toda nuestra intimidad– están amenazados, porque el dossier médico pronto estará al alcance de todos los profesionales de la salud, paramédicos y en poco tiempo la escuela demandará un formulario con el resumen del tratamiento.

Los pacientes se vuelven flujos circulando por plataformas de admisión, cuyo trabajo consiste en marcar los casilleros para coordinar proyectos –cito aquí a la coordinadora de una Plataforma de Coordinación y Orientación (llamada PCO): «Se trata de un niño en el papel porque el dispositivo no prevé un encuentro». Se seleccionan «niños» en una pila sobre un escritorio de acuerdo a ciertos criterios que nada tienen que ver con la palabra. Estos propósitos fueron proferidos en la presentación de una nueva fórmula de admisión de pacientes en un Centro Médico Psico-Pedagógico (CMPP); hay uno en cada ciudad importante y, desde su creación, la práctica del psicoanálisis figura en los estatutos.

¿No tenemos ahí una demostración de la inepcia de la aplicación de un discurso concreto ?

La era de la comunicación generalizada tomó la delantera y la «novalangue» administrativa está ahora al mando en los «planes de acción», en los «objetivos a definir», en la «evaluación» constante.

Estos discursos concretos reducen la palabra a su dimensión utilitaria: el sujeto no sólo es amenazado, sino que desaparece. En efecto (repito la cita): «No es el sujeto de la palabra quien se comunica con otro sujeto, el sujeto es el que está más allá del discurso concreto. Aún más… no está nunca en el discurso concreto».

El ejemplo de las formaciones de primeros auxilios en salud mental, calcados al modelo del SAMU (ambulancias de las urgencias de los hospitales), sin ningún discernimiento de los lazos entre realidad psíquica y realidad somática que proliferan en la ignorancia del sufrimiento psíquico, no es más que otra manifestación de eso.

Primeros auxilios en Salud Mental (PSSM) propone:

«Frente a los trastornos de salud mental, se puede actuar. PSSM France propone a todos dos días de formación para aprender a detectar signos de malestar y poder ayudar: una formación indispensable para necesidades que aumentan. Devenga auxiliar en salud mental».

Esta formación desarrolla un método para aprender a ayudar, de forma virtual o presencial, alrededor de 4 objetivos pedagógicos –concerniendo los 4 problemas psíquicos más frecuentes: angustia, depresión, psicosis, toxicomanías. Del saber de base a las competencias relacionales, enseñan a aplicar un método para intervenir frente a una persona en crisis o en dificultad… ¡en 14 horas! Despistar los desórdenes, adoptar un comportamiento adaptado, e informar sobre las fuentes documentales disponibles.

La relación con el otro, que está en el fundamento del tratamiento psíquico, desaparece en provecho del aprendizaje de métodos comportamentalistas.

Además, la obligación de ser feliz, de bienestar en el trabajo, de éxito en los estudios, en la vida sexual, en su vida entera, tiene un eco en la proliferación de ofertas, desde el coaching hasta la meditación, y acentúa la desorientación de los sujetos contemporáneos asfixiados por la angustia, deprimidos, sin brújula, por la rápida evolución del mundo actual que sacude las referencias de cada uno.

¿Qué práctica de la escucha?

En este contexto, las prácticas basadas en la escucha «constituyen hoy una ‘bolsa de gatos’, una categoría confusa e inconsistente», indica Eric Laurent. (2)

La «escucha» está en todos lados; y la palabra, rebajada a dispositivos formateados.

Hasta los bancos proclaman en sus publicidades: «Lo escuchamos». «¡Siéntase escuchado!».

¡Nunca se «escuchó» tanto! Pura información…

La oferta del psicoanálisis es lo inverso a esta palabra estandarizada como un valor promovido por el discurso del amo. Allí se aprende que hablar no es «descargarse», sino que hablar sirve, tiene efectos, que la palabra no es solamente lo que se habla sino lo que se escucha; es a la manera de decir del analizante más que al diagnóstico a lo que debemos estar atentos.

¿Pero cómo orientarse en la clínica? ¿Cómo orientarse en el flujo de palabras dichas, oídas, recogidas a la cabecera de los que se dirigen a nosotros?

Con Lacan, la clínica analítica, la clínica bajo transferencia, consiste en «el discernimiento de las cosas que importan». En efecto: «el sujeto no quiere llenar un cuestionario (ejemplo de discurso concreto). Quiere testimoniar lo que le pasó, de un real contra el que se golpeó y quiere que su testimonio sea reconocido por el Otro como tal». (3)

La oposición de Lacan entre enunciado y enunciación –J. A. Miller nos señala su valor– nos esclarece sobre lo que se trata de oír y a qué apuntar en el discurso de los que nos piden ayuda.

Es bajo ciertas condiciones que la palabra puede cambiar de registro y «dar lugar a un decir que porte a consecuencias para el sujeto mismo. Es a menudo por sorpresa que ese decir emerge, sin que sea el objeto de una cogitación previa, de una elaboración deliberada». (4)

Una interpretación puede abrir un espacio nuevo en el sujeto, si éste se presta a escuchar su decir más allá del dicho y tomando en serio su inconsciente. Sin ninguna definición de objetivos, las respuestas no son dadas por adelantado, sino que se elaboran en el hilo de los encuentros y del saber que el sujeto produce nombrando su malestar, encontrando una salida a su impasse.  «El arte del analista es el de acomodar su oído a la palabra del analizante, a fin de poder ubicar los nudos que forman ciertos significantes». (5)

El primer encuentro es esencial para eso: algo puede fundarse allí, dando las claves para seguir.

Hablar dirigiéndose a alguien que cree en los efectos de la palabra, a alguien que no apunte a la conformidad de una norma, que no encarne una figura ideal sino que aprenda de eso –de la palabra que viene a experimentarse en el cuerpo–, puede permitir que un saber advenga sobre un punto de impasse, una causa de sufrimiento.

«Los psicoanalistas forman parte del concepto de inconsciente, porque se constituyen en su receptor» dice Lacan en Posición del inconsciente. «El psicoanalista puede dar en el blanco sólo si se mantiene a la altura de la interpretación que el inconsciente, ya estructurado como un lenguaje, opere».

Hacer la apuesta de un encuentro es hacer la apuesta del evento que una enunciación puede producir por sus efectos de desplazamiento, de separación y de apertura, dejando al sujeto la chance de «jugar su partida con las cartas que le tocaron». (6)

Ni comprensión, ni comunicación, ni soluciones «prêt-à-porter», tal como nos inunda la época, participando del rechazo contemporáneo del inconsciente, sino respuestas singulares.

Sin la oferta de una presencia y de un compromiso que respete lo íntimo y la opacidad del inconsciente con el auxilio del psicoanálisis, el malestar y el síntoma del sujeto se repiten con consecuencias a veces muy nocivas. 

«A pesar de todo, hay que aprovechar bien lo que nos ofrece de equívoco la lengua que hablamos. ¿Qué nos auxilia? ¿El decir o el dicho? En la hipótesis analítica es el decir, o sea la enunciación, la enunciación de lo que llamé recién ‘la verdad’» (7)

*Traducción al castellano de Susana Sherar

**Catherine Richard es francesa, psicoanalista, trabaja en instituciones y en consultorio en la ciudad de Orléans.

NOTAS

(1) Miller, Jacques-Alain; Respuestas de lo real; Curso del 23/5/84

(2)  Laurent, Eric ; «L’interprétation : de l’écoute à l’écrit» ; La cause freudienne N°108

(3) Dewanbrichies- La Sagna Carole ; «Comment s’orienter dans la clinique? »

(4) Cottes Jean-François ; «Comment s’orienter dans la clinique?»

(5) Georges, Nathalie ; «Inclusion, exclusion, ségrégation». Mental N°45.

(6) J-A. Miller.

(7) Lacan Jacques ; Seminario XXV : «L’insu qui sait de l’une-bévue s’aile la mourre», Curso del 14/12/76)

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