Por Ciro Korol
En una entrevista reciente a Javier Milei (se puede encontrar en YouTube como el “Narcotráfico está vinculado con la Izquierda”) el conductor, que se hace llamar “El Pelado Liberal”, le pregunta si está loco, a lo que el candidato neofascista responde:
—¿Sabés cuál es la diferencia entre un genio y un loco? El éxito. El 22 de octubre, que además es el día de mi cumpleaños, vamos a ver quién está loco.
Con estas palabras Milei está relegando la locura al lugar del fracaso, un lugar muy duro para los locos. Como si la locura fuera, además, un territorio del cual no se puede salir. Y como si de la genialidad tampoco se pudiera salir, como si no hubiera un movimiento pendular. Por poner un caso paradigmático: Van Gogh. Según muchos testimonios de su época, Van Gogh era considerado un loco. Eso se puede leer en las cartas a su hermano Theo. Sin embargo, después de la muerte, la obra de Van Gogh tiene un éxito tremendo. Hay personas que son consideradas locas que hacen arte contemporáneo y son tremendamente exitosas y sin embargo siguen estando locas. También hay quienes son exitosas en otras áreas con su locura incluida. En mi experiencia pude pasar por la locura y salir de ella. Y al mismo tiempo mientras estuve loco atravesé el momento de mayor éxito de mi vida profesional. En cualquier otro trabajo hubiera tenido muchos problemas para sostenerlo, para que no me despidieran, supongo. Pero un guion audiovisual para una serie de animación sobre árboles que hablan a través de sus raíces era un territorio propicio para que mi locura se explayatra. La serie está teniendo muchas visualizaciones y está siendo, por qué no decirlo, muy exitosa en términos mercantiles. Y, sin embargo, yo estaba loco mientras escribía y actuaba en esta serie. Lo cual prueba que el éxito no es una condición de la cordura.
Pero en ese entonces mi objetivo era el mismo que el de Milei: ser presidente de Argentina en 2023, salvo que mis chances de lograrlo eran ínfimas. Sólo creía que era posible porque yo era El Elegido, el señalado por las profecías de Parravicini.
A mediados de siglo XX existió en nuestro país una especie de Nostradamus argento: Benjamín Solari Parravicini. Dejó cientos de dibujos proféticos en los que combinaba un trazo libre en negro con unas pocas líneas en cursiva. El mencionado pintor, que integraba la troupe de Xul Solar y Jorge Luis Borges, logró acertar en varios hechos paradigmáticos de la historia, como la caída de las Torres Gemelas, el triunfo de Kennedy, la ascensión de Fidel Castro en Cuba, la Segunda Guerra Mundial, el Covid, entre otros. También hizo una serie de profecías que aún no ocurrieron y que tienen su eje en la Argentina. Son interesantes, plantean la llegada del Caos y de un Hombre Gris, que será terrible. Argentina sufrirá en carne propia lo que asolará al mundo. Pero luego, según consta en los dibujos, Argentina renacerá de sus cenizas y será un Faro del Mundo. En la Pampa surgirán jóvenes que se irán a vivir a los barrios populares, que meditarán y harán una Nueva Argentina. Será cuando la música negra se masifique. Según Parravicini esto ocurrirá en el año 66 (arranca a contar en el 1969, al llegar la humanidad a la Luna, y el año 66 refiere al 2025).
Así como yo integraba la troupe de los salvadores, porque era el Pintor Gris, el candidato neofascista era el Death Vader de esta saga delirante. Yo era el único capaz de enfrentarlo en las arenas de la política y vencerlo en las elecciones. El hecho de que ambos usáramos el pelo largo y despeinado me hacía competitivo. Todo lo que hacía en mi vida lo hacía para tratar de alcanzar ese objetivo. Y leía señales en todos lados que me señalaban que estaba cada vez más cerca de lograrlo.
Milei no está pasando por una locura de ese tipo. Sin embargo, está convencido que él es El Elegido para conducir Argentina como presidente en 2023. Eso se lo dijo el Número Uno, a través de una conversación que tuvo con Conan, su perro muerto. Milei puede ser exitoso, puede ganar en las elecciones de octubre y en las de noviembre. Puede ser exitoso, pero ese tipo de creencias místicas, en mi opinión y creo que en la de cualquier psiquiatra, están dentro del paradigma de la locura.
En fin, volvamos a la raíz de este texto.
En 1821 el pintor francés Théodore Géricault estaba atravesando un momento de gran éxito, sin embargo estaba corto de efectivo. Su camino lo llevó a encontrarse con el psiquiatra Étienne Jean Georget, que por ese entonces era médico jefe de la Salpétriere. Hagamos por un momento el esfuerzo de retrotraernos dos siglos. Pensemos en la distancia entre los hospitales de salud mental de hoy en día y los de dos siglos atrás. Al menos mi experiencia en el Hospital Agudo Ávila de Rosario fue muy buena, me trataron muy bien, la comida era excelente, tenía una habitación muy cómoda, con baño y ducha con agua caliente. Pasé ahí cinco días que me salvaron la vida. Pero calculo que en 1821 las condiciones para un loco eran mucho peor en la civilizada Francia que en una aldea cualquiera de un pueblo periférico del mundo, donde imagino que si estabas loco te dejaban ser con tu locura. A lo sumo te harían bromas los niños traviesos. La cuestión es que ahí estaban el joven pintor y el psiquiatra. Según algunos, el médico lo trató a Géricault porque estaba aquejado de una profunda melancolía. Otros dicen que el médico le proporcionaba los cadáveres que Géricault usaba para pintar su trabajo La Balsa. Lo cierto es que le encargó retratar a diez internos, como un trabajo de catalogación, como si por la cara se pudiera notar si alguien está loco. Y lo cierto, lamentablemente, es que cuando veo las fotos de cuando yo estaba loco, observo que estaba como encendidamente presente. Tan presente que saturaba. Creo que eso también se puede notar en imágenes de Javier Milei.
Pero hay un rasgo todavía mayor de lo que defino como “locura” (me parece el término más claro, más allá de que mi psiquiatra no está de acuerdo), un rasgo que yo compartía con el candidato neofascista y que tiene que ver con la explicación del mundo. Todos tenemos nuestra propia explicación del mundo, aunque sea de manera incipiente. Ya sea la de la ciencia o la de alguna religión o la de muchas religiones. Pero cuando uno comienza a crear una religión, el aire se empieza a enrarecer. Yo tenía mi propia cosmogonía, creía que estaba descubriendo cómo estaba hecho el mundo. Los verdaderos ángeles eran los extraterrestres, y yo tenía un lugar asignado en la nave espacial de Dios. Y muchas otras creencias que dan para hacer una serie de ciencia ficción, pero que son muy tristes haber necesitado para elaborar ciertos dolores.
Debajo de los retratos de Géricault figuran los títulos de las obras, por ejemplo: “Monomanía del juego” (Ludopatía) “Monomanía de creerse soldado” (Fijación obsesiva), “Monomanía del robo de niños” (Pedofilia). Georget seguramente puso los nombres de esos diez retratos que funcionaban como material didáctico que llevaba a sus clases para mostrar a los estudiantes las distintas formas de manía. ¿Cuál será la monomanía que le asignaría Georget a Javier Milei? El psiquiatra francés creía que las enfermedades mentales no sólo eran una enfermedad de la modernidad, sino que serían el mal del futuro. En este futuro, que ya llegó hace rato, podemos ver que la profecía científica de Georget se cumplió. Vemos cómo proliferan los problemas mentales, problemas de adicciones, problemas de los cuales se empieza a hablar más en la actualidad. Juan Monteverde, quien estuvo muy cerca de ser intendente de Rosario, señaló en una oportunidad que en nuestra ciudad se suicida una persona por día. Ante esa estadística es evidente que la enfermedad mental es una epidemia grave, y que es síntoma de una sociedad enferma mentalmente que triunfe un candidato como Javier Milei. No, estoy exagerando, no creo que la sociedad esté enferma mentalmente, tal vez sí está “alienada” (un término lamentablemente en desuso, según el editor de esta nota). Sí creo que hay mucha inestabilidad económica, mucha conflictividad social, venimos de la pandemia, de un momento en que había que quedarse en la casa incluso ante situaciones extremas. En mi caso se murió mi papá y yo tuve que quedarme solo en mi casa porque no se podía hacer velatorio. Fue una situación extrema que generó una respuesta totalmente loca. Recuerdo ahora las marchas anticuarentenas, la quema de barbijos, toda una serie de episodios locos que derivan en que triunfen opciones que proponen “la libertad total”.
Algunos lo comparan a Milei con Hitler, y es factible la comparación. Otros van más allá y lo comparan con Jean-Bédel Bokassa, un dictador centroafricano que a fines de los setenta saltó a la fama porque tenía en los frigoríficos de la casa presidencial cadáveres con partes comidas. Parece que Bokassa le hacía honor a su nombre y se desayunaba a sus víctimas. El parecido entre Milei y Adolf Hitler no está en su antisemitismo, sino en la idea de que hay otro que es “El Maligno”. En la visión de Milei es el Papa Francisco, que según él está sentado en el trono de la casa de Dios. Para Hitler, El Maligno estaba entre los judíos, los comunistas, los gitanos, los homosexuales y otras minorías. Milei se refiere a Horacio Rodríguez Larreta como “El Siniestro”. Sin dudas, como dijeron desde los Curas Villeros, “hay que preguntarse si alguien con ese desorden emocional puede ocupar la presidencia, con la presión que los cargos públicos ejercen”.
Creo que Milei es un prodigio discursivo que logró, estando loco, convencer a mucha gente de sumarse a su locura. La situación es tan crítica que surge la necesidad histórica de creer en un salvador, pero la salida no puede ser individual, sino colectiva. A la par que se da el avance de Javier Milei a nivel nacional, sucede a escala local, en Rosario, que Ciudad Futura creció muchísimo y estuvo cerca de entrar ni más ni menos que al Palacio de Los Leones. Son dos propuestas muy distintas frente a la crisis de representatividad política y el descreimiento del sistema actual. En esta elección ambos partidos lograron introducir a dos concejales. Veremos a partir del 10 de diciembre qué debates se dan en el Concejo de Rosario. Algunos dicen, mal citando a Gramsci, que cuando lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer, surgen los monstruos. Yo creo que hablar de “monstruos” es un error histórico, tanto como lo es creer en salvadores.