Político, internacional y con personalidad

Proveniente de Chile, Bruta, interpretada por Habib de la Jara, demostró que en poco tiempo se puede decir mucho.

Por cinco días locos el Faer (Festival de Artes Escénicas de Rosario) puso en acción y en discusión, en diversos espacios, a rosarinos y visitantes de otras ciudades, otros países, en torno de un teatro interpelador, que reclama derechos, que sintetiza para potenciar su decir sobre las relaciones de poder. La Luna llena sobre el Paraná y días ideales de primavera signaron la vivencia antropológica de ese presente.

Por Andrés Maguna

Rendido ante la evidencia, luego de cinco días seguidos (del miércoles 27 de septiembre al domingo 1° de octubre) de asistir al Faer, a cinco presentaciones (acto inaugural y cuatro piezas escénicas), me veo en la obligación de señalar que la tercera edición de la “fiesta de las artes escénicas”, lanzada en 2021 a costas del empeño delirante de Mayra Sánchez y David Gastelú, mostró un crecimiento exponencial, y rasgos propios que demuestran personalidad. Además, la azarosa fenomenología del clima quiso que esos días fueran prototípicos exponentes de las bondades extraordinarias de la primavera, con la efervescencia del resurgir de la naturaleza palpándose en el aire, o impregnando las relaciones interpersonales con una contagiosa camaradería proclive al entendimiento y la comprensión, la escucha y las visualizaciones comunicantes.

Entre los rasgos propios de personalidad del Faer quizá destaque el político, es decir la vehiculización de mensajes con contenidos de llamamiento a la toma de posiciones políticas, o con intenciones de mover voluntades políticas hacia el cauce de lo que debe ser, lo que se llama “hacer lo correcto” o “corregir lo que fue mal hecho”.

Esto que digo se pudo apreciar marcadamente en el “acto” inicial y en el “acto” final. En la inauguración y en el cierre del Faer, con el estreno de la obra Un día de poder, significativa pieza de orfebrería teatral ideada y realizada por Andrea Fiorino, con dirección del mismo Gastelú, en el Petit Salón del complejo Lavardén.

En el inicio, el miércoles 27 durante el crepúsculo, en las terrazas a nivel cogoteo (para los que miraban desde las veredas) del Museo de la Memoria (Córdoba y Moreno), con una performance actoral Marcia Echenique y Carolina Boetti (de la organización Archivo Memoria Travesti-Trans) reconstruyeron los padecimientos del colectivo trans-travesti en los años de la dictadura, resaltando la continuidad en el presente, e hicieron un fuerte llamamiento a “parar los travesticidios” y consolidar la “reparación histórica” de muchísima gente de ese grupo social que sufrió, y sufre, discriminación, violencia institucional, exilio y olvido.

En un momento las actrices-performers fueron ganadas por la emoción y lloraron, y entre el público asistente, un nutrido grupo de rosarinos mezclados con chilenos, uruguayos, porteños, cordobeses, entrerrianos, también afloraron lágrimas sentidas, empáticas. Luego tomó el micrófono la actriz Andrea Fiorino, ungida madrina del festival el año pasado, en la apertura de la segunda edición, acompañada de los directores Mayra y David, y entre los tres, cada uno a su vez, dieron la bienvenida formal con un llamamiento a disfrutar la alegría del momento.

En un rincón, sobre una mesa grande, se habían dispuesto sencillos manjares (quesitos, empanadas, sanguchitos, pochoclos salados) entre copas, botellas de vino y latas de cerveza, estando todos convidados con toda esa conmovedora ternura de algunos agasajos simpáticos a cargo de anfitriones cariñosos. Porque no estamos hablando de un encuentro basado en intereses corporativos, o negocios, o cualquiera otra órbita en torno del dinero, sino de una pequeña cofradía reencontrada con ganas de compartir, de aprovechar y ampliar sus horizontes humanos, artísticos, de conocimiento.

Una porción considerable del teatro rosarino, así introyectado y proyectado a través del Faer, pudo cotejar siete de sus puestas en escena con una porteña (Limítrofe, la pastora del sol), una uruguaya (La Sapo, en la versión del cordobés Ignacio Tamagno) y una chilena (Bruta).

Puesto en un plan de ver al menos una de las ofertas del festival en cada una de sus jornadas, tuve que elegir, descartando las tres que ya había visto (las tres ganadoras del concurso Descarriadas, del CCPE, el año pasado: Todavía no. La importancia de acordarse, de Laura Copello, Maricón, de León Ruiz, y Proyecto REC, de Jésica Biancotto), y pude apreciar virtudes y defectos de Escenas del próximo capítulo, de Daniel Soto Calistro, el jueves 28 en el CEC, la chilena Bruta, interpretada por Habib de la Jara (dirigido por Marco Ignacio Orellana), el viernes 29, en la sala Príncipe de Asturias del Centro Cultural Parque de España, El ángel de la valija, celebradísimo unipersonal de Severo Callaci (con dirección de Sergio Mercurio), el sábado 30, en el Galpón 15 de la Franja del Río, y Un día de poder, la citada pieza de Andrea Fiorino (acompañada en la actuación por Mabel Machín), en el Petit Salón de la Lavardén, en el cierre dominguero del primer día de octubre.

Los tres espacios en los que están las tres salas en las que vi en tres sucesivos días (jueves, viernes y sábado) tres representaciones teatrales, el Galpón 15, el CEC y el CCPE, están situados a la vera del río, por lo que al entrar o salir de las funciones los del público nos dábamos de sopetón contra un espectáculo paisajístico deslumbrante, anonadador: la Luna llena (la fecha del plenilunio fue el viernes 29) apenas alzada, inmensa, sobre la línea de islas al Este, reflejando sobre las broncíneas y cobrizas aguas mansas, apenas irisadas por olitas del sereno fluir, su luz, su condensado reflejo de la luz del Sol; en una senda que se amplía hacia el observador y tiende un puente que debe su magia, su encanto, al carácter de breve y efímero encuentro con la percepción de la imagen inolvidable que da marco a un momento único.

Alunando entonces sus durezas contra las blanduras de sus asistentes, para esta edición el Faer amplió el número de laburantes en la organización (Leandro Doti, Malena Podestá, Dana Maiorano, Héctor Román y Melisa Martyniuk), consiguiendo un funcionamiento de relojería, un relajado tic tac que evitó descalabros o posibles sinsabores.

Dos de los “nuevos” son actores-realizadores teatrales que conozco: Martyniuk (creadora e intérprete de Border) y Doti (uno de los dos animadores de la versión rosarina de La moribunda), y puedo dar fe de que estuvieron al pie del cañón con la mejor de las ondas los cinco días.

En cuanto a las puestas que vi, me gustaría dedicar un par de párrafos a un par de ellas: Bruta y Un día de poder. Y no es porque las otras dos que nombré no merezcan una atención similar, sino que se debe a condiciones subjetivas: El ángel de la valija lleva seis años juntando espectadores con pala, cosechando distinciones a la par de elogios en varios países de dos continentes (América y Europa), y se escribieron sobre ella cientos de notas en varios idiomas (incluso su texto está editado por la editorial Casa Grande), razones por las cuales necesitaría un par de días y un par de páginas para esbozar algunas ideas que pudieran aportar algún tipo de novedosa observación. En cuanto a Escenas del próximo capítulo, la función que presencié me resultó aburrida en un par de instancias, incluso sabiendo que se estaba utilizando el recurso de la repetición para remarcar la alienación que padece el protagonista, y me costó entender el beneficio de la ausencia de palabras pronunciadas, sobre una banda sonora instrumental, estridente y monocorde a lo largo de los casi 40 minutos que dura la acción, resultándome escasos los momentos de “alivio poético” en bellas disrupciones en que las luces juegan con sombras, dibujos y colores. Y también fundamentar esto me llevaría un par de páginas.

Vamos con Bruta, entonces, que nos voló los pelos a muchos de los cerca de 140 espectadores que la vimos en la Príncipe de Asturias la noche del viernes de Luna llena.

La performance actoral de Habib de la Jara duró 28 minutos, los que bastaron para desplegar una danza-teatro tan llena de sutilezas que imantaba la atención de todos los presentes; un unipersonal de “sólo cuerpo”, y ese cuerpo vuela sobre la consistencia del aire y la inconsistencia del suelo, con una música que puntualiza la variedad de las instancias del relato, lo que dice el danzarín-actor (básicamente, “este soy yo, así soy yo, aunque así me traten, resistiendo con orgullo”) esclavizando la iluminación (recurso utilizado a un máximum de esteticidad) junto con las miradas.

Bravo por Chile, por traernos Bruta, por compartir esa adrenalina de la buena con la que está hecha y transmite, por más que a algunos les resulte chocante el formato estético e ideológico con que se pergeñó y se expresa.

Mabel Machín y Andrea Fiorino, las intérpretes de Un día de poder, estreno rosarino “de lujo” en el cierre del festival.

Finalmente, respecto de Un día de poder, que marcó el cierre del Faer, puedo explicar por qué dije que se trata de una pieza de “orfebrería teatral”: la puesta en escena para 24 espectadores de la obra creada por Andrea Fiorino, secundada en escena por Mabel Machín, en el Petit Salón, fue un estreno inusual en varios aspectos, desde el cuidado formal y minucioso de cada uno de sus componentes materiales e inmateriales (el texto, las caracterizaciones, la escenografía, la iluminación, los solos de violín interpretados por Machín, la ambientación, las actuaciones) hasta la consecución del efecto buscado en los espectadores, convidados a reírse pero también a reflexionar, porque la desquiciada anfitriona interpretada por Fiorino, una representante de las clases más acomodadas caída en desgracia, convocó a un selecto grupo de “eminencias de las artes y las ciencias”, representado por el público (11 personas sentadas a su mesa y 13 en dos hileras de sillas), para comunicar que halló la manera de restablecer la justicia en el mundo con un maravilloso invento de un tío suyo, muerto hace tiempo, desarrollado por la más moderna tecnología alemana.

Con gran manejo de ese registro de humor ácido que parece ser su especialidad, Fiorino construye una ficción que se mete de lleno con la cuestión de la lucha de clases, en una feroz crítica a la oligarquía y al entramado de la política en que se sostiene, con giros hacia el drama de “conciencia” y final trágico. Además, el horario de la presentación coincidió con el del debate presidencial en Santiago del Estero, como un correlato en paralelo temporal de la gran comedia nacional que está virando a lo que puede ser un drama para la totalidad de la población… Pero me estoy yendo de tema. Un día de poder, en definitiva, ofreció un cierre ajustado al nivel del Faer, que sin dudas volverá el próximo año tonificado por el éxito de esta convocatoria, con su personalidad ya torneada, para beneficio de la gente, los trabajadores de las artes escénicas y los destinatarios de su trabajo.

Post navigation

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *