Ure para principiantes

El actor Cristian Marchesi, dirigido por Rody Bertol y Guillermo Calluso, se pone en los zapatos de una leyenda del teatro argentino en “Ure. Un provocador entrañable”, cariñoso abordaje de una figura señera que incita a la búsqueda o el descubrimiento de su obra y sus textos

Por Andrés Maguna

El legendario director, docente y autor teatral Alberto Ure (1940-2017) escribió y publicó un montón de ensayos sobre el tema que lo apasionaba con locura y al que dedicó la mayor parte de sus energías creativas a lo largo de su existencia: el teatro. En uno de esos ensayos, titulado “Strindberg en Rosario”, no duda en parangonar con el sueco a su amigo y colega rosarino Rody Bertol (nacido en 1958):

(…) Entonces Strindberg pone el inconsciente en el lugar de los dioses y muestra en público que La señorita Julia y El padre funcionan con esta mecánica. Allí, en París, solito, buscando un mango y la fama. Me hace pensar en Arolas, ¿qué otra cosa iba a querer? La fama, la guita y, a la rastra, el estilo. Lo mismo que debe estar buscando Rody Bertol: que Rosario, el Litoral, la Argentina, Sudamérica y el mundo se pongan a sus pies después de ver El sueño. La locura paranoica de todo artista, que quiere conquistar para despilfarrar. El máximo egoísmo y la total generosidad, el narcisismo absoluto y el abandono oceánico. Todo en el mismo envase.

Uno, que es del gremio, disfruta tanto de Strindberg como de Bertol. Strindberg se hace el loco para tener prensa. Inventa novelas sobre sí mismo para ser alguien. ¿Se las creerá o se las hará creer a los demás? A mí eso no me interesa. Sólo me interesa él. Mientras Ibsen recibía manifestaciones de homenaje, Strindberg mascullaba paranoico. Todos –Ibsen, Lenin, Freud– se dirigían al éxito, pero él no, siempre postergado. Sólo desde Strindberg se puede pensar que esos tres eran oficialistas. ¿Quién puede creer que una obra maestra como Casa de muñecas ha sido escrita para ridiculizarlo en su intimidad? Sólo un genio. Denle un lugar en Rosario, por favor. Él había pensado en ustedes, porque sólo desde su dolor se puede recalar en una ciudad tan fea. Creo, incluso, que si Strindberg hubiera podido elegir sería rosarino desde la envidia, el resentimiento, las grandezas perdidas, el fracaso asegurado, la soledad total. Disfrútenlo. Es uno de los suyos. Y de los míos. De todos los que estamos siempre solos (…).

Ure escribía esto hace más de treinta años, cuando Bertol (18 años menor que él) consolidaba a fuerza de obras realizadas el grupo Rosario Imagina, que había debutado en 1991 con la puesta en escena de Edipo Rey, el clásico de Sófocles, adaptado por Ure, con vestuario de Dante Taparelli, música del Pichi de Benedictis y un elenco encabezado por Carlos Gimenes (Edipo) en el que figuraban, entre otros, Cacho Palma, Omar Serra y Cristian Marchesi. Y que haría dos años después El sueño (en la que brillaba Cristina Prates), la pieza de Strindberg de la que habla Ure, a la que seguirían Pasos, de Beckett, en 1996, y La sonata de los fantasmas, de Strindberg, en 1999.

En aquellos lejanos tiempos, la delirante década de los noventa, yo empezaba a borronear mis primeros esbozos de críticas teatrales en el diario La Capital, siendo Rosario Imagina una de las mieles que más me atraían, por su impronta, el discurso de Bertol, la propuesta en sí. En un par de charlas con Bertol en aquellos lejanos tiempos, la delirante década de los 90, fue que escuché el nombre de Alberto Ure, de quien nada sabía, y nada supe a ciencia cierta hasta hace un par de días, el domingo 15 de octubre, cuando fui a La Orilla Infinita y asistí a la representación de Ure. Un provocador entrañable, con dirección de Guillermo Calluso y Bertol e interpretada por el citado Cristian Marchesi, quien fuera en aquellos lejanos tiempos, a comienzos de la delirante década de los noventa, fundador de la Agrupación Filodramática Te Quisimos Con Locura, que alcanzaba un pico expresivo en 1996 con una versión de la obra de Los Macocos llamada Adiós y buena suerte, con Calluso asistiendo en la dirección a Marchesi.

En fin, que sólo sabía de Ure por su “leyenda”, y después de ver Ure. Un provocador entrañable, me sentí interesado por él y por las razones que lo erigen en una figura relevante entre los que más acertadamente supieron expresarse respecto de temas de los que tenían conocimiento y fundada opinión. Así, pude ver el video del programa Los siete locos en el que Ure dice, entre muchas cosas interesantísimas, que “la gente se aburre en el teatro”, que “no podés hacer una manifestación contra el público porque no viene”, que la sala teatral “es un lugar de reunión política”, y que “la lucha por la vigencia del teatro es una lucha sin sentido”.

También leí todo lo que pude del libro Sacate la careta, primera recopilación de sus escritos, y muchas entrevistas, y cosas, biografías que se escribieron sobre él a poco de su muerte. Por eso digo esto de “Ure para principiantes”, tomándome como recién iniciado en el universo Ure, cuya obra mayor fueron sus versiones de otras obras (con excepción de la única de la que es autor, La familia argentina) junto con su modo de trabajo, que también ofrecía como ejemplo docente, y sus expresiones literarias.

En la pieza de poco más de 50 minutos pergeñada por Bertol, Marchesi y Calluso se escuchan unas cuantas palabras de Ure dignas de ser celebradas, y Marchesi se desempeña con hidalguía, poniéndose en la piel de un director que raras veces actuaba, siendo él lo mismo (un director que rara vez actúa).

La iluminación resulta ajustada o destaca las evoluciones de Marchesi-Ure en torno de una alfombra sobre la que hay un silloncito y una mesita en la que destacan un libro (no lo toca) y un vaso con whisky (sólo toma un par de tragos). Por momentos, inopinadamente –casi que parece al azar–, una musiquita sensibilizadora entorpece el entendimiento de lo que se está diciendo, y lejos de realzar el relato remite a banda sonora de geriátrico a la hora de dormir a la nonada. Pero es lo único que me pareció desacertado, hasta ridículo. Todo lo demás está en regla, profesionalmente hablando, y el público (cerca de 70 personas) permanece atento, atraído y regocijado, hasta el final, tras el cual aplaude con ganas de premiar, tanto que Marchesi agradece y llama a escena a los directores, y habla él, y habla Bertol, que cuenta que su amigo El Gordo (así menciona a Ure, dando a entender que eran culo y calzón) le había dicho una vez, cerveza de por medio en un bar de Rosario, que “al teatro se debe trabajarlo seriamente, pero nunca tomarlo en serio”.

FICHA

Título: “Ure. Un provocador entrañable”. Sobre textos de Alberto Ure. Unipersonal en un acto. Interpretación: Cristian Marchesi. Dirección: Rody Bertol y Guillermo Calluso. Asistencia técnica y operación de luces: Ignacio Almeida. Foto y video: Vito Marchesi. Edición de video: Aixa Richard. Edición de banda sonora. Martín Fumiato. Prensa y difusión: Pamela Di Lorenzo. Sala: La Orilla Infinita.

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