Otro dios mundano

Por Lucía Sbardella

Se sabe que la mayoría de los juegos que conocemos provienen de ceremonias y rituales sagrados. Para la mitología griega, el fútbol era el juego de los dioses con los mortales. Cuenta la historia que el dios-titán, Prometeo, no robó el sol. En cambio sí la pelota. Supimos, desde entonces, que jugar es profanar el tiempo sagrado —y que no son formas ajenas el uno del otro. No hay sólo juego, no hay sólo rito. 

Continúa la historia de que hace 37 años se inventó la mano de Dios. Una suerte de adaptación del espíritu sublime a la finitud de los cuerpos ordinarios. El relato dice algo así: La va a tocar para Diego / ahí la tiene Maradona / lo marcan dos / pisa la pelota Maradona / arranca por la derecha el genio del fútbol mundial / deja el tendal y va a tocar para Burruchaga / ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! / Ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta / ¡Gooooool! ¡Gooooool…!

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Podríamos decir que Román heredó la gestualidad política del Diego: dos dioses amantes del barro. Los rasgos de éste o aquel cuerpo muestran las marcas singulares de la digresión a la plataforma mundana de la civilización. Bárbaros de la mudez. Bocas fugadas de la razón. Sentipensantes de la historia que les toca. Cuerpos padecientes que ostentan su rebeldía.

Las declaraciones de Román incluyen la sencillez táctica de su juego: incorpora la justeza como su mejor aliada. Conoce el peso de la palabra como alguien a quien describiría Montalbetti: “decir poquísimo, decir lo mínimo / que uno puede decir, / eso es lo que nos permite decir algo.”

Estamos ante las elecciones más claves de la historia de nuestro club. Que si nosotros permitimos estos señores quieren volver al club y a partir de ese momento privatizar el club y no se vota nunca, nunca más…

A pocos días del resultado de las elecciones definitivas de nuestro país, y de un nuevo gobierno, Román nos ha permitido la emoción y el contagio anónimo por “algo” que nos pertenece; “algo” de lo que podemos decir “es nuestro”. Se le llama Sentimiento de patria. Y no importa si conocemos o no de fútbol, si somos bosteros o si pisamos alguna vez la cancha de Boca. Hay una memoria secreta que nos reclama conjurar el cinismo y el desencanto; el fanatismo personal. El alma frustrada y resignada en su solitario espacio de conformidad decepcionada. Román nos evoca las raíces afectivas de lo político más que cualquier candidato en el último año de campaña electoral.

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Juan Román Riquelme resume dos modelos de país en la frase: nos quitan el corazón, porque privatizar el club es privatizar el corazón

Todo acto de amor es producción de mundos en tanto percibimos en el cuerpo-otro la causa de una potencia vital que nos conmueve a imaginar, crear, inventar, hacer… cada vez más. La ternura es una de las formas del amor a través de la cual componemos una parcela de vida en común con esta causa. Fernando Ulloa hizo de la ternura un concepto político: “La ternura es lo antitético de la crueldad. Se piensa que es un sentimiento medio blandengue, pero en un escenario cultural, la ternura es un formidable dispositivo donde se estructura la condición ética del sujeto. La ternura significa brevemente tres cosas: el abrigo frente a los rigores de la intemperie, el alimento frente a los rigores del hambre y el trato justo.”

A través del amor se nos presenta el Otro. Instancia de visitación de una alteridad que porta consigo una dimensión ética ya que ante su presencia no podemos permanecer indiferentes.

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Motiva la mirada hacia el interior de una práctica ético política que clama por la invención de existencias solidarias, poéticas, amorosas, cuidadosas entre sí.

porque para mí tener poder es que la gente te quiera mucho

En la conferencia de prensa, Román se emociona cuando habla de su madre. Retorna a su origen; su escuela.

Hoy la María estaba contenta porque siempre dice lo mismo. A la vida venimos para algo. Esto es lo que me tocó y lo disfruto mucho

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A Román se lo escucha hablar de afectos emancipados de la insípida y rancia antipolítica contemporánea.

Tomar partido supone un llamado. La convocatoria a una comunidad de distintos para la defensa de un bien común: el voto, el derecho a la fiesta o su promesa de felicidad. Como queramos llamarlo. Es, al fin, la invitación genuina a formar parte de una misma declaración: “Nosotros”.

“Nosotros” es el pacto preexistente a cualquier forma parlamentaria instituida. “Nosotros” es la configuración de lo común que excede al campo de disputas electorales. “Nosotros” interviene en el agotamiento de las dicotomías cerradas. “Nosotros” es la imagen inconclusa del Pueblo por venir.

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