¿Qué es un padre? ¿Cómo se recuerda a un padre? ¿Qué hay del otro lado de la muerte de un padre? El cine de Charlotte Wells tal vez responde.
Por Lucía Sbardella
Viejo padre, viejo artífice, tenme al calor de entonces y de ahora.
James Joyce
I
Conocemos a Charlotte Wells por Aftersun (2022), aunque la realizadora británica, por aquel entonces, ya cultivaba tres cortometrajes anteriores a su debut: Tuesday (2015), Laps (2016) y Blue Christmas (2017). Podríamos hermanar a Tuesday y Aftersun como películas de un mismo proyecto sobre el padre; el comienzo de la narrativa nostálgica en torno a la figura paterna ya está presente en Tuesday, siete años antes de su corolario en el drama filial que interpretan Paul Mescal y Frankie Corio.
A primera vista, parecería ser que la directora cambia de tema cuando filma, en Laps, la secuencia de una chica que es acosada en el metro. No obstante, acá también, se muestra el ensimismamiento y el agobio de los personajes que caracterizan las películas de Wells.
Un año más tarde filma Blue Christmas: un hombre de familia que encuentra en su trabajo una escapatoria a la vida con su esposa, una mujer que empeora en su psicosis. El hombre trabaja como cobrador de morosos y, si bien no disfruta su profesión, intenta extender la jornada laboral lo más posible para demorar su regreso a casa. Allí lo espera su hijo, un niño que soporta las penurias de su madre en soledad cada vez que su padre se va. No deberíamos ignorar la profesión del protagonista, ni tomarla como una decisión azarosa de la directora. Esto es: el padre visita la casa de los deudores, les exige y ofrece formas de pagar su deuda mientras que, en su casa, él también es deudor. Evade la enfermedad de su esposa a la vez que, también, deja a su hijo. Éste es el reclamo que el niño le hace al padre, en forma de pregunta, cuando regresa: ¿dónde has estado?
II
Día martes. Primer plano de un pulóver descosido. Una mano que intenta arreglarlo, a las apuradas. Una adolescente de dieciséis años, Allie, perdió a su padre y regresa, todos los martes, a su casa. Allie recorre los objetos de su padre en los que persiste la vitalidad de su presencia: una heladera repleta, un vaso con jugo de naranja por la mitad, los cajones de su ropa. Una serie de objetos “transicionales” entre la muerte y la vida.
Eso es Tuesday.
El tema del padre continúa varios años después para Wells. Podríamos decir que Tuesday es el preámbulo de Aftersun, porque así podemos enterarnos qué sucedió, tiempo después, con esa niña que viajó alguna vez con su padre, a algún lugar de Turquía, a algún hotel.
Me gustaría que vayamos a una de las escenas finales: la del baile, mientras escuchamos Under Pressure de Freddy Mercury y David Bowie.
Hasta ese momento, la película siembra la trama de una relación entre una hija, llamada Sophie, y su padre, Calum. Si bien no existe un conflicto evidente entre ambos, sospechamos que se gesta la aparición sorpresiva de una desgracia. Algunas secuencias del film dan cuenta de ello, por ejemplo cuando vemos de espaldas a Calum, sollozando al borde de su cama, o parado sobre el borde de su balcón. Son imágenes de un padre que contiene el desborde mientras se articula una ficción que sostiene, durante todo el relato, a la Sophie de niña.
Llegamos a la escena del baile. El último baile (como repite la canción, this is our last dance…). Poco a poco, la película llega a transcurrir en dos planos temporales: el presente de Sophie, en su adultez, y el de su niñez, durante las vacaciones con su padre. En este último, Calum baila, se hace el gracioso mientras que Sophie lo mira y se ríe, un tanto avergonzada. Ella no quiere bailar.
A medida que avanza la escena, escuchamos la armonía extrañada de Under Pressure a coro con las voces que simbólicamente le otorgamos al padre y a la hija (Turned away from it all like a blind man/ Sat on the fence but it don’t work/ Keep comin’ up with love but it’s so slashed and torn/ Why, why, why?[1]).
De manera intermitente empiezan a aparecer los flashes de una memoria remota; imágenes de otro lugar, y de otro tiempo. Sophie ya no es una niña, sino una mujer que intenta hablar con su padre. Notamos los gestos de ambos por cada resplandor de luz en la oscuridad de una discoteca. La imagen aparece y desaparece en un juego de luces trágico. Sophie grita. Su padre no escucha. Él continúa bailando. Incluso su cuerpo se desvanece hasta caer en los brazos de Sophie adulta. He aquí una escena clave: cuando su padre cae sobre su cuerpo, ella lo separa de sí. Seguidamente, vemos a Calum perdiéndose en la oscuridad. Sophie lo mira caer.
Charlotte Wells habló varias veces sobre el trasfondo autobiográfico del film en relación con su padre. Pienso que esta escena metaforiza el comienzo de una alteridad, de una historia. Aquel arrebato —su separación con el cuerpo del padre— fue necesario para que Sophie adulta (o la directora, más bien) pudiera hacer algo, a la vez que sostenerse con relación a su falta. No por nada mencionaba antes Tuesday: acá empieza el camino de una transformación posible a partir de la carencia paterna que culmina en la forma de un anhelo, un pedido, o una plegaria por un padre fuerte. Un padre todopoderoso. Así es que Wells, en este hacer, en sus películas, gestiona el fantasma de la omnipotencia paterna.
La última escena es la prueba de ello: Calum registra a Sophie en el aeropuerto antes de partir, diciéndose mutuamente: te amo. Finalmente, luego de que Sophie agitara la mano despidiéndose, vemos a Calum, cerrando su cámara, regresar a la oscuridad de antes. Pero, ¿cuál es el lugar simbólico al que regresa el padre? ¿Regresa al sitio del conflicto? Aunque así fuera, Sophie pareciera haber aceptado la impotencia de Calum. Su padre la deja, y es la licencia por la cual ella podrá inventarse un padre.
III
Allí estamos nosotros. Sabiéndonos testigos de una tragedia que está por suceder pero que nunca llega. O no llega como la esperamos. ¿El padre muere?, ¿se suicida?, ¿o simplemente desaparece de la vida de su hija? No lo sabemos y, en este punto, no debería importarnos una conclusión. De ello resulta una película con un final que, al mismo tiempo, es el comienzo de otra historia: el de Sophie, en su adultez.
Sea como sea, Wells deja sueltos algunos hilos narrativos, y con justa mesura. El estado de alerta nos mantiene expectantes hasta enterarnos que lo trágico, tal vez, sea una línea de puntos por completar (si tal cosa pudiera hacerse) desde nuestra experiencia vital.
Hay muchas películas sobre historias paterno filiales, pero pocas con la habilidad de Aftersun para quitar el relato de una relación entre padre e hija de finales tranquilizadores, demasiado consoladores u honoríficos. Es el espacio vacío, la incompletud, lo que nos permite ver esta película, una y otra vez, actualizando la pregunta: ¿qué es un padre? E incluso: ¿cómo se recuerda a un padre?
IV
Te siento respirar
lejos de tu lugar
hoy tuve un sueño con vos
(…)
no hay señales en tus ojos y estoy
llorando en el espejo
y no puedo ver
a un hábil jugador
trascendental actor
en busca de aquel papel
que justifique con la acción toda fantasía
Serú Girán
Una nota personal.
En unos días me mudo a otro país. Voy a dejar de vivir en la ciudad que me vio crecer, pienso. Pero sobre todo, dejo la ciudad en la que viví y crecí con mi papá. En este tiempo, la imagen de mi padre es recurrente y su recuerdo aparece, cada tanto, con una angustia conocida. Y vértigo (pues, ¿qué hay del otro lado de la muerte de un padre?). Es como si volviese a tener dieciséis años, y él me mirase, desde el umbral de la puerta de mi habitación, examinando qué hago (recuerdo cuánto me fastidiaba que se me quedase viendo, sin decir algo. Creo que me molestaba que interrumpiera mi soledad. Siempre fui una niña en su mundo, con sus cosas).
Me resulta extraño volver a pensar tantas veces en él, sentir su falta (pasaron más de diez años, me repito). Y no por invalidar mi tristeza es que me pregunto, sino por ignorar, hasta ese momento, la razón de su aparición.
Luego recuerdo, por esas clases de derecho romano y el apresurado latín de la profesora, el origen de la palabra patria y la relación semántica que mantiene con otra: padre. Padre y patria tienen el mismo origen: pater. Con el tiempo la expresión primigenia “terra patria” (la tierra paterna) prescindió de terra y quedó sólo patria para designar el lugar de nuestras raíces.
El otro día se lo contaba a un amigo, y él agregaba que la palabra superficie significa “límite de un cuerpo”. La superficie separa y distingue lo que no es de él.
Mi tristeza tomó algo de sentido y así, en el fondo del lenguaje, encontraba los esbozos de una razón. Dejar la patria, es dejar al padre. Una costosa libertad.
[1] Me aparté de todo como un ciego/ Sentado en una valla, pero no me funciona/ Sigo dando amor/ Pero está tan cortado y rasgado/ ¿Por qué, por qué, por qué?