Daniel Olmos y Hugo Trifiro, dos actores que se meten de lleno bajo la piel de sus personajes.
La tragedia en un acto de Daniel Dalmaroni Un instante sin Dios, dirigida por Christian Álvarez y muy bien interpretada por Hugo Trifiro y Daniel Olmos, habla de un drama social del que nunca se habla lo suficiente
Por Andrés Maguna
Calificación: 3/5 Tatitos
Empecemos por el final (si a usted no le gusta saber los finales, no siga leyendo), porque no sería justo ofrecer de carnada un título tan sugerente como el que encabeza esta crítica sin tirar de la línea cuando el pez muerde el anzuelo: la frase “¡Al final, era un violín!” me la dijo al pasar un señor flaco de más o menos mi edad, a quien creí reconocer como uno de los combativos dirigentes del Centro Cultural de La Toma, a la salida de la representación de la pieza teatral Un instante sin Dios, de Daniel Dalmaroni y con dirección de Christian Álvarez.
La cosa fue así: a las 21 del sábado 3 de agosto concurrí al estreno de dicha obra, anunciada para esa hora en el Espacio Dorado, la sala teatral subterránea, tenebrosamente hermosa, de La Toma. En el hall de ingreso, en la planta baja, el director Álvarez nos dio una breve charla a los 60 que estábamos, y a los 15 minutos descendimos las escaleras, nos acomodamos en las butacas, y a las 21.19 entraron, bajando por las mismas escaleras y conversando, los únicos dos actores que habrían de agitar la escena, Hugo Trifiro y Daniel Olmos. Noventa y dos minutos después, a las 22.51, un sostenido aplauso de los espectadores premió al elenco por su desempeño. Los actores llamaron al director a escena, quien agradeció al público, e hizo lo propio Trifiro, y cuando parecía que ahí concluía el asunto una espectadora pidió permiso para expresar algo que le parecía pertinente (dijo trabajar en un centro de atención a víctimas de abusos en Empalme Graneros), y lo hizo, y otra señora, que dijo ser psicóloga, también quiso expresar algo referido a las violaciones de niñes, y lo hizo, y por efecto contagio una tercera señora, sentada al fondo, en la última fila, se sintió movida a expresarse, en este caso para pedirles a los realizadores teatrales que “mejoren el sonido” en futuras funciones… Pero ya habían pasado las 23 y todos, supongo, queríamos volver a la realidad de nuestros delirios personales. Cosa que hicimos.
Olmos, conmovedor interpretando a un sacerdote católico con un pasado oscuramente luminoso.
La síntesis argumental de Un instante sin Dios es simple: un empresario nacido en 1967 (Hugo Trifiro) visita a mediados del 2016 a un cura septuagenario (Daniel Olmos) en una parroquia a su cargo en un pueblo fronterizo para, supuestamente, ofrecerle una cuantiosa donación, con una condición: que el sacerdote le responda algunas preguntas, que se “confiese” con él. Resulta que en 1976, cuando el empresario tenía 9 años, el cura había abusado sexualmente de él, y cuarenta años después el atribulado sujeto se había decidido a confrontar a su violador para redimirse y castigar. Aunque esto, lo de la violación, se sabrá 10 minutos antes del final, luego de una larga conversación que sube gradualmente su crescendo emotivo.
Olmos se luce como un cincuentón que sufre un trastorno de la afectividad por un trauma de infancia.
En la premiada versión inaugural de la obra (se estrenó en 2018 en CABA, dirigida por Dalmaroni, con Arturo Bonín y Nelson Rueda en la actuación) la escena única, la larga conversación, el dramón que desemboca en tragedia, se desarrollaba en 70 minutos, lo que tal vez explique por qué los veinte minutos de más que dura la versión rosarina pueden considerarse excesivos, según comprobé en el estreno del sábado, toda vez que algunos espectadores, quienes habían observado con gran atención e interés cuanto sucedía en escena, transcurridos los 70 minutos iniciales de la acción teatral comenzaron a mirar sus celulares y a contestar mensajes de WhatsApp.
Ahí, en ese moroso estiramiento, la obra pierde un Tatito de la calificación expresada en esta crítica, y el otro lo pierde por el texto de Dalmaroni, que si bien trata, entre otras, dos cuestiones de gran significancia (la violencia y el genocidio argentino de los 70, y la violación de niños por representantes de la Iglesia Católica), lo hace recurriendo a simplificaciones y lugares comunes, subestimando el entendimiento de quien sea con un marcado didactismo.
Pero el laburo teatral hecho por Álvarez y equipo salva las papas, porque las actuaciones están buenísimas y el entramado dramático de la puesta en escena, el enfoque que acentúa los desempeños actorales, logra llevar a buen puerto lo que se ha dado en llamar “un thriller teatral”, y así el final, por zarpado en su desmesura, consigue poner la piel de gallina a más de uno.
En fin, cuando estaba subiendo a mi moto en el estacionamiento de La Toma, entre los que salían del interior del centro cultural pasó cerca de mí el señor flaco de más o menos mi edad y sin decir agua va me preguntó: “¿Te gustó?”. “Sí, algunas cosas… –titubié– ¿A vos?”. Y su respuesta fue: “Me encantó. Tanta charla, tanta incógnita ¡y al final era un violín!” Luego se dio vuelta y siguió caminando, muy vivazmente (tal vez feliz por haber experimentado la famosa catarsis), en dirección a donde estaban aparcados algunos autos.
FICHA:
Título: “Un instante sin Dios”. Autor: Daniel Dalmaroni. Actuación: Hugo Trifiro y Daniel Olmos. Dirección: Christian Álvarez (también a cargo de la operación técnica). Asistencia: Gisela Bernardini. Fotos: Theo Figueroa. Vídeos: Matías Aghem. Sala: Espacio Dorado del Centro Cultural de La Toma. Funciones: todos los sábados de agosto 2024, a las 21.