Sobre la proyección de Adiós Sui Géneris en el BAFICI-Rosario, una experiencia “que borró los límites del espacio-tiempo”, dice la cronista
Por Leonela Sagasti
Del 28 de agosto al 1º de septiembre, los rosarinos fuimos invitados a participar del BAFICI-Rosario, el festival porteño de cine independiente visitó nuestra ciudad para compartirnos una selección de sus mejores proyecciones. El festival abrió en El Cairo con una serie de cortos y cerró, en el mismo lugar, con Adiós Sui Géneris (1975) en 35 mm: sala llena tanto en apertura como en cierre.
Es costumbre que, al terminar una película, si fue de agrado para el público, se aplauda. (Sí, aplaudimos a una pantalla incluso cuando vemos una obra extranjera, cuando ni el director ni los actores se encuentran presentes; y también aplaudíamos en el Cine Madre Cabrini cuando terminaban de proyectar una película estrenada hacía décadas).
¿A quién va dirigido ese aplauso, ese elogio, esa aprobación? ¿Qué es lo que nos moviliza a chocar las palmas? El domingo 1º de septiembre a las 20.30, alrededor de cuatrocientas almas esperaban ansiosas un viaje en el tiempo. Una sala repleta se transportó a aquel mítico 5 de septiembre de 1975 en el Luna Park, donde, en el mismo horario, empezaba el primero de los dos shows de despedida, transformándose en uno de los recitales más largos de la historia del rock nacional argentino.
El registro logrado por Bebe Kamin sigue emocionando hasta el día de hoy. El logro pudo evidenciarse cuando el público aplaudía cada vez que una canción, cuyo último acorde sonó hace casi medio siglo, terminaba.
El aplauso no se dio al finalizar el primer tema del repertorio. El aplauso aún tímido no se dejaba mostrar. Escapa a toda lógica aplaudirle a una imagen o a una secuencia de imágenes en movimiento de un Charly y un Nito veinteañeros. Pero el aplauso opera en el campo de las pasiones. El film, ya un clásico, logra captar las caras sorprendidas de aquellos jóvenes que quizás entraban al Luna Park por primera vez, las chicas con sus vinchitas y los chicos con sus pelos largos. Poniéndose en clima con la música, poco a poco iban moviendo los primeros músculos hasta quedar en completo trance, olvidándose que fuera del teatro los esperarían los palos.
A medida que pasaban las canciones, la fiesta se hacía inolvidable. Progresivamente el público empezó a soltarse, a cantar encima de los cantantes y a bailar, algunos de pie y otros en las butacas. Hablo del público del 75 y también el de 2024, que se unió a aquellos veinticinco mil jóvenes creando un Luna Park infinito. El éxito de la película está allí. Cuando la razón se olvidó que estaba sentada en un cine, ahí nació la necesidad del aplauso. El Adiós Sui Generis se vivió como si fuera una novedad o como si nunca hubiera terminado. Se fueron borrando los límites del espacio-tiempo, se fusionaron ovaciones y aplausos, nuevos y viejos, filmados y en vivo sin posibilidad de discriminarlos cada vez que el dúo soltaba los instrumentos.
Si bien podemos ver la película por Internet en la comodidad del hogar en el momento que se desee, la experiencia colectiva en pantalla grande, sin dudas, nos teletransporta a ese concierto histórico más vívidamente. Desde pequeños, nos enseñan a aplaudir. También lo hacen otros primates, lo que pareciera contestar que el aplauso es una expresión que se da en forma natural, instintiva, casi genética. Pero en casa, ¿hubiéramos aplaudido?
Se encendieron las luces y se dejaron ver las manos de tres generaciones: abuelos, padres y nietos. El director tuvo la amabilidad de contar detalles de la filmación y de la misteriosa desaparición de una de las partes: “Se podría hacer otra película sólo con esa historia”, dijo Bebe Kamin, en una breve charla que puede oírse acá.
Adiós Sui Generis fue finalmente estrenada en 1976 y con prohibición de ser exhibida a menores de dieciocho años. El gobierno creyó que, con esta medida, entre otras “inteligencias”, protegía a la juventud de la rebeldía. Si algo aprendimos de nuestra historia reciente es que la censura no hizo más que crear leyendas. Hoy, conmemorando los cuarenta y nueve años de ese concierto, los aplausos continúan.