El 25 de septiembre, a las 18.30 horas, en el Museo Estévez de la ciudad de Rosario, Patricia Quaranta presenta su libro díptico Sales de la memoria y Liturgias profanas (ed. Tinta Libre). Revista Belbo comparte el prólogo que escribió el poeta serbio Jan Krasni para el segundo de estos títulos:
Resignación religiosa y la profanación del yo-sacro
Por Jan Krasni
Traducción: Evelin M. D’Angelo
Las historias femeninas difieren de aquellas contadas desde la perspectiva masculina. Esto constituye la primera lección en la historia del pensamiento feminista. El género, según esta escuela filosófica, parece determinar la tradición de nuestras sociedades, la cual nos resulta invisible a nosotros, los hombres, quienes supuestamente la dominamos, pero obviamente no la controlamos ni la comprendemos. Es este escenario del mundo el que Patricia Quaranta recrea en su obra: sus poemas exhiben la mirada femenina en historias e instantáneas (semi)personales. Es esta mirada la de mayor importancia (¿para los hombres?) para entender el fluir de los acontecimientos en el tiempo como una “herstoria” poética.[1]
Patricia Quaranta, poeta y artista de Rosario, pareciera reflexionar sobre los problemas de las sociedades argentinas contemporáneas en sus piezas poéticas personales. Argentina, como todo país grande y heterogéneo, debería, en términos de sociedad, ser siempre comprendida en plural, ya que es la única manera de percibirla adecuadamente. Un creador que considere al arte como una intervención social (y Quaranta evidentemente lo hace desde el momento en que asume su rol como tal dentro de una importante familia artística en Rosario) siempre se ubica en la intersección de estas sociedades internas que construyen la Argentina social. La percepción poética personal de la sociedad, como lo es el caso en cuestión, no puede verse entonces como desconectada de la poeta misma, especialmente si la obra recae sobre la expresión poética de la biografía. El rol de género (dentro de la familia artística que ella abraza y emancipa al hacer esto) determina la mirada sobre el paisaje social histórico de su entorno, a través de motivos, temas, alusiones y formas presentes en su poesía.
Siempre ha sido una problemática sustancial si la identidad personal, de género, sexual, nacional, política, religiosa, entre otras, del autor constituye un punto de relevancia para la literatura. En función de la teoría de la escuela literaria de la que se trate, para muchos la identidad del autor no debería considerarse, excepto que sea tematizada en la obra misma, que sea importante para el acto creativo de comprender e interpretar la obra de arte. En el caso de la poeta Quaranta; la política, el género y la sexualidad como indicadores de la identidad parecieran constituir un elemento indivisible de su poética, pero su propia identidad o, más bien, la identidad de la voz que canta las “liturgias profanas”, solo puede reconstruirse a través de su mirada femenina. Ahora bien, ¿cuáles podrían ser los elementos de extrañamiento[2] de la mirada femenina en la obra de Quaranta? El más obvio es la atención a lo diferente e inusual, es decir, los motivos que recurren a la identidad de los otros y del yo, tal como las reconoce y las recrea desde su perspectiva personal.[3]
Algunos ejemplos tomados de su obra nos servirán como trazos para encontrar una aproximación posible a la interpretación. El motivo de la monja que se enamora al abrirles sus puertas a los visionarios puede interpretarse como una referencia al deseo natural que se enfrenta a las normas culturales, inducidas por la religión como una fuerza antinatural que sofoca la pasión y que son parte de la educación cultural tradicional. Además, sólo parcialmente, si acaso, la autora denuncia este aspecto de la tradición. Antes pareciera que la toma de consciencia sobre esta tradición es una manera de comprometerse con la vida real y con los cambios o disrupciones que conlleva. Además de la sexualidad tradicional que va en contra de las convenciones religiosas, la sexualidad liminal, es decir, el fenómeno de los travestis, posee una significación similar y constituye otro de los motivos en las liturgias de Quaranta. La escenografía es el marco familiar o, una vez más, el contexto del catolicismo conservador. Uno de los elementos de extrañamiento de la mirada femenina es la imagen, altamente inesperada, de aceptar a uno de ellos con amabilidad, comprensión y aprecio, al reconocer la memoria de su existencia con estima y como parte de la comunidad (quizás aun reconociendo a esta persona como parte de la familia). El sentido especial de esta imagen es logrado a través de su ubicación en el recuerdo, es decir, en el pasado.
Al mismo tiempo, al menos en el nivel de la herstoria (personal), se establece la relación con el elemento femenino de la familia. Las apariencias de la madre y de la hermana manifiestan la percepción de la imagen femenina concreta dentro del marco familiar, lo cual se observa particularmente con claridad cuando posiciona al propio yo en oposición a ellas (vos eras devota / yo profana). La resignación religiosa alcanza aquí su pico, ya que el contexto católico ahora se conecta abiertamente con la hipocresía. Finalmente, la cadencia del último poema evoca como un eco las menciones previas del padre como el principio viril y muestra abiertamente la relación con el elemento masculino, como así también con la familia como una estructura en sí misma: hoy me dijeron que los huesos de mi padre / fueron a dar en una fosa / a quien le importa / sí está ya muerto / son solo huesos / llevo tiempo sabiendo / que no soy / la hija de mi padre. Uno puede sentirse tentado a leerlo como una discontinuidad con la tradición que la autora ha dispuesto como la escenografía ideológica (católica y peronista) y aún más concretamente en clave feminista como el rechazo final de la dominación masculina. Sin embargo, también puede leerse de forma irónica, donde el rechazo de los huesos muertos (de las antiguas estructuras con los valores que encarnan) constituye un mecanismo que sustenta y que incluso celebra la vida. Aun así, la crueldad de no expresar congoja por alguien tan cercano como un miembro de la familia puede, una vez más, conjeturarse como el efecto de extrañamiento conferido por la mirada específica que la poeta sostiene. La interpretación depende, entonces, de la decisión de cuán específicos son los motivos que deben comprenderse o de cómo es percibido el marco ideológico con respecto al pasado cultural argentino, en particular, y occidental, en general. Esto nos retrotrae a los valores fundamentales o, mejor, la ideología que las referencias establecen. La imagen fundamentalismos / de ladrillo y pan son los valores desafiados en esta ideología femenina personal a través de un toque irónico.
Las liturgias profanas constituyen un testimonio del profundo conflicto entre los sistemas de valores de ambos siglos que aún revisten la misma importancia. Esta poesía acoge los valores y las ideologías de nuestro siglo XXI. No obstante, las temáticas y el conflicto en sí aún pertenecen al siglo pasado, el siglo maldito que trajo los principios y las traiciones. Pero la poética e, incluso, en alguna medida, la travesía religiosa hacia la herstoria presenta un ambiente complicado, en el cual la mirada personal, femenina y argentina ha sido forjada en el umbral de los siglos. Pareciera que, en sus piezas poéticas, Patricia Quaranta se desplaza entre el reconocimiento y la denuncia del pasado. Ella parece reconocer cómo se es parte del todo y cómo la persona se adapta al mismo con su profanidad por razones religiosas. Su mirada es, según sus propias palabras, multifocal / miope / astigmática / propia / anarco-punk,y nos permite ir más allá del conflicto y hacia nuestras propias interpretaciones. La resignación religiosa que este libro de poemas ofrece al lector no implica que se rechace la espiritualidad, sino que ayuda a lidiar con la profanidad de aquellos más cercanos, la familia escondida detrás de la hoja de parra de la virtud religiosa. Y el abordaje de dicha profanidad tiene lugar por medio de la verdad poética personal que la refleja completa y amorosamente.
[1] “Herstoria” es un juego de palabras en el cual se enfatiza la autoría femenina.
[2] Remitir a la “ostranenie” (extrañamiento) o Verfremdungseffekt en el contexto de la teoría feminista.
[3] La mirada como parte de la identidad colectiva difiere de la perspectiva como un elemento del yo.