Con la obra Por arte de sueños, que dio inicio al primer Festival Fontanarrosa, la directora Miranda Postiglione evita, a puro teatro, las trampas de un laberinto “institucionalizante”
Por Andrés Maguna
Calificación: 4/5 Tatitos
El viernes 22 de noviembre de este 2024 se estrenó en la ciudad de Rosario, Santa Fe, Argentina, una pieza teatral del género comedia, titulada Por arte de sueños, en el inicio de la primera edición de un festival llamado Festival Fontanarrosa, bajo la excusa de conmemorarse el martes 26 los 80 años del nacimiento del conocido historietista y escritor del mismo nombre, fallecido el 19 de julio de 2007, a los 62 años.
Dos días antes del estreno de la obra, basada en un cuento de Roberto Fontanarrosa (“Sueño de barrio”), el intendente de la ciudad, Pablo Javkin, acompañado por la viuda de Fontanarrosa, Gabriela Mahy, y la ministra de Cultura de la provincia de Santa Fe, Susana Rueda, entre otros muchos funcionarios del área cultural, en un encuentro con fines de difusión mediática del Festival Fontanarrosa, anunció la intención del Estado municipal de realizar el Festival Fontanarrosa “cada dos años, por lo menos”. Ese acto de lanzamiento del Festival Fontanarrosa se llevó a cabo en un centro cultural llamado, precisamente, Centro Cultural Roberto Fontanarrosa, con Javkin y sus acompañantes parados a metros de una estatua de bronce de Fontanarrosa, en una sala del extremo norte del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa (donde antaño estuviera el bar Vittorio) que lucía por primera vez (estreno de ocasión), en su parte externa, un enorme mural de Roberto Fontanarrosa, obra de China del Río. Además, en ese acto en el Fontanarrosa se detallaron las actividades que concluirían el martes 26 con la presentación de un libro (recopilación de algunas columnas escritas por Fontanarrosa en el diario Rosario 12 en los 90) en el bar El Cairo, situado en la esquina de Fontanarrosa y Serrat (el cantante catalán, de 80 años, vino a la ciudad, invitado por el Estado, para contribuir con su presencia a la celebración del cumpleaños de su amigo fallecido hace más de 17 años).
La figura y la obra del humorista gráfico y cuentista, nombrado invariablemente por los funcionarios de turno, desde su deceso, como “nuestro querido Negro”, o “nuestro querido Negrito”, fueron y seguirán siendo objeto de sentidos homenajes, incluido el que contiene el concurso nacional de dramaturgia del Programa Comedia Municipal de Teatro Norberto Campos, motorizado por la Secretaría de Cultura y Educación de Rosario, a través del Teatro Municipal La Comedia, que este año indicaba expresamente que la temática debía adscribirse al “Universo Fontanarrosa”.
El ganador de ese concurso fue Miguel Kot con su guion de Por arte de sueños, tras lo cual se abrió la siguiente instancia de la décima edición del Programa Comedia Municipal de Teatro Norberto Campos, el Concurso Abierto de Proyecto Teatral, que fue el que ganó Miranda Postiglione, quien adaptó el texto de Kot basado en el texto de Fontanarrosa.
Luego de poner este último punto releo lo que escribí, y saltándome a los ojos el nombre tantas veces repetido (Fontanarrosa) se me vino a la cabeza un viejo tema de Jorge Schussheim titulado “Mi personaje inolvidable”, que en una parte dice, en clara referencia a Perón, a quien nombra como Duval: “… y de un modo natural se volvió inmortal. Justo en el centro de la Capital a una avenida llamaron Duval, y a la provincia más meridional la bautizaron igual. (…) En homenaje al hombre genial todo empezó a llamarse Duval. De una forma artificial, y totalmente anormal, fue Duval el problema sexual, y la brecha generacional…”.
Luego de buscar el tema y escucharlo con atención, me cayó la ficha: el dibujante que quería tener un millón de amigos, como Roberto Carlos, al dar su paso final en esta dimensión cedió, sin proponérselo, su nombre a una necesidad de posteridad de muchas de las muchas personas que lo habían conocido, casi todas del sexo masculino, en su mayoría canayas (simpatizantes de uno de los dos equipos de Rosario con mayor cantidad de seguidores). Como si la frase, la entelequia “mantener viva la memoria de Fontanarrosa” fuera un conjuro para acceder a una parcela de algún territorio en el que el olvido no puede entrar. Algo así como “hoy por ti, mañana por mí”.
Hace 12 años que por medio de una ordenanza del Concejo Municipal se cambió el nombre del centro cultural inaugurado en 1978 por un capitán de navío, de cuyo nombre no quiero acordarme, que era el intendente de Rosario (entre 1976 y 1981) y decidió bautizarlo con el nombre de Bernardino Rivadavia, honrando (dudosa honra, proviniendo de un gobierno dictatorial) al primer presidente de la Argentina. De lo cual se colige que en 2012, cuando se rebautizó el lugar como Centro Cultural Roberto Fontanarrosa, ya no quedaban amigos o descendientes de amigos de Rivadavia (1780-1845) con aire suficiente para “mantener viva su memoria” y defender el nombramiento instalado durante 34 años, al que ya nos habíamos acostumbrado los rosarinos a pesar de su largor de trece sílabas (Centro Cultural Bernardino Rivadavia), como rápidamente nos acostumbramos al nuevo nombre (Centro Cultural Roberto Fontanarrosa), también de trece sílabas.
Pero me estoy yendo de tema, porque en estas líneas quería plasmar una crítica de Por arte de sueños, que no habla del arte plástico y literario de un soñador llamado Fontanarrosa ni de oníricas proyecciones de acérrimos fontanarrosistas, planteando en cambio una salida por la tangente: si bien proviene del “Universo Fontanarrosa”, y conserva “aires” de la cosmovisión del artista a la hora de dotar a sus personajes de vida propia, la obra que plantea Postiglione supera el paradigma e introduce su personalísima manera de entender la teatralidad como una dinamogenia (Bachelard dixit), la dirección de actores como herramienta constitutiva de la puesta en escena, y la dramaturgia como una materia maleable en la que el realizador pueda aplicar la fuerza de sus manos para satisfacer sus necesidades expresivas.
Foto: Zoe Maguna
Miguel Kot, el autor del guion original, ya había efectuado cambios sustanciales respecto del cuento de Fontanarrosa: el escenario pasó de una comisaría a una escuela secundaria, el soñante se convirtió en un estudiante de secundario enamorado, en reemplazo de un lumpen de un club barrial; la autoridad la ejerce un director de escuela en vez de un comisario; suprime a uno de los progenitores de la joven incluida en el sueño, y cambia el eje del conflicto central (muy diluido en el cuento, porque Fontanarrosa no lo escribió para ser representado sino para ser leído) agregando dos fuertes subtramas románticas, dos historias de amor paralelas.
La cosa se pone interesante cuando Por arte de sueños llega a las manos de Miranda, que podría haber respetado el texto ganador del concurso ad hoc, pero no lo hizo, sino que introdujo un simple cambio de sexo de dos de los personajes planteados por Kot: de un director varón y una madre mujer, pasó a una directora mujer y un padre varón. Y esa simple variación obró mágicamente: “Para mí los textos de la madre estaban escritos para un padre. Es una cuestión política y personal, pero simplemente cambiando el rol de madre por padre ya podía exponer muchas cosas sin tener que decir nada más, sin una cuestión panfletaria”, explicó Postiglione en una nota aparecida el mismo día del estreno en el diario La Capital, firmada por Morena Pardo.
En la función inaugural, que duró 72 minutos, ante un público que casi colmó la capacidad de “la catedral del género chico”, pudo apreciarse un sólido desempeño actoral (mención especial para Elena Guillén en su rol de directora) ajustado meticulosamente al sostenimiento del paso ágil de toda comedia que se precie de tal, sobre una composición de lugar con escasos objetos y un video mapping (con animaciones de Lucas Velek) bien integrado, enriquecedor, al igual que las puntuaciones musicales del guitarrista en escena, Julián Cicerchia.
Los seis actores, Elena Guillén, Mumo Oviedo, María Belén Ocampo, David Zoela, Graciana Tucat y Leny Federico, bien caracterizados y bien dirigidos, como ya se dijo, logran que la zonzas historias de sus personajes, con su trama y subtramas, sean asimilables en el ámbito de la recreatividad, bien lejos de los planteos intelectualizantes. Y si bien no buscan las carcajadas recurrentes, consiguen transmitir una liviandad del tono, la ligereza con que el humor ablanda las durezas de la cotidianidad y de las dificultades relacionales. Algo que sin dudas buscaba, con toda la humildad de sus habilidades artísticas, Roberto Fontanarrosa.
Poniéndose al frente de un equipo y un aparato gigantescos (ver ficha), tomando el timón de un Titanic con firmeza y seguridad, Miranda Postiglione encontró la que quizá era la única salida del laberinto de la Fontanarrosalandia “oficial”, o institucional, en el sentido de ser funcional a intereses más privados y comerciales que públicos y desinteresados.
En la misma nota de La Capital citada, dice Miranda: “La primera pregunta que me hicieron en la defensa del proyecto fue si se sostenía Fontanarrosa. Hay que ser conscientes que Fontanarrosa venía de otras circunstancias y otra coyuntura, mucho más machista y patriarcal. Yo creo que Fontanarrosa, si estuviera vivo, se hubiera adaptado un poco a esta coyuntura. Estoy segura que hubiese escuchado al pueblo, porque de lo que él habla es de eso”.
Y cierro con esto: la joven directora jugó sus fichas con habilidad de maestro a pesar de tener fuertes marcas encima, sobrevolando antinomias, contradicciones y sentimientos encontrados al momento de valorar vida y obra de Roberto Fontanarrosa, y lo hizo con altura y un gran respecto por los más básicos códigos del lenguaje teatral, lo que tal vez sea un logro inmenso, aunque parezca una nimiedad.
FICHA
Dramaturgia: Miguel Kot. Dirección: Miranda Postiglione. Asistente de dirección: Germán Lucatti. Elenco: Elena Guillén, Mumo Oviedo, María Belén Ocampo, David Zoela, Graciana Tucat y Leny Federico. Diseño de escenografía: Carolina Cairo. Animaciones: Lucas Velek. Diseño técnico de proyecciones: Hernán Roperto. Vj: Lucía Pozzi. Fotos para animaciones: Ariel Frazzetto. Diseño de vestuario y caracterización: Ramiro Sorrequieta. Asistencia de vestuario: Liza Tanoni. Realización de vestuario: Cintia Pendino, Claudio Benitez, Marian Gregoret y Carolina Leali. Estampas textiles: Marcos Bracho. Asistencia de maquillaje y peluquería: Eugenia Luchini. Realización de postizos: Ulises Freyre. Diseño de luces: Equipo del Teatro Municipal La Comedia. Producción general: Equipo del Teatro Municipal La Comedia. Fotografía para gráfica: Nano Pruzzo. Música en escena: Julián Cicerchia. Equipo del Teatro Municipal La Comedia. Dirección: Carolina Garralda. Subdirección: Daniela Groppo. Producción: Cristina Carozza, Adriana Ananía, Natalia Dean, Hernán Araujo y Paola Chávez. Comunicación y diseño: Analía Garasa, Paula Bertolino, Lara Villegas y Jorgelina Tomasín. Administración: Anabela Vitantonio, Adriana Ananía y Florencia Quinteros. Diseño de luces e iluminación: Federico De Battista y Nacho Farías. Realización escenográfica: Cristian Osés. Mantenimiento: Osvaldo Albornoz. Atención de sala: Juan Munuce y Diego Ullúa. Boletería: Yanil Enríquez, Sabrina Díaz y María Victoria Baños. Funciones programadas con entrada gratuita: los viernes y sábados, a las 20.30, hasta el 14 de diciembre, en el Teatro Municipal La Comedia.
Excelente Maguna ,como siempre
No vivo en Rosario
Los eventos culturales son portadores de interesante activismo
Me inclino más por la lectura silenciosa que activa la memoria del lector y revive al autor .