Presentamos cuatro poemas, hasta ahora inéditos, de Mariano Abrevaya Dios (Buenos Aires, 1971), director de la revista político-cultural Kranear (www.kranear.com.ar) y autor de los libros de cuentos Fogonazos (2010, Pánico el pánico) y El enyesado (2015, Ediciones Outsider), la biografía del dirigente villero Alejandro “El Pitu” Salvatierra, Ya viví cien años (2017, Punto de Encuentro/UNDAV), la novela El predicador invisible (2018, Ediciones Ciccus) y de un libro de poesía titulado Los des años (2021, Qeja Ediciones). (IG: @matupandeiro ):
Cuatro poemas inéditos
Por Mariano Abrevaya Dios
¿Si disfruto de la playa de pinamar? Tengo la piel
ardida y la crema humectante debe costar 30 mil pesos
ahora que la regulación/afueeeera. Al mar no lo regula ni dios
pero ahí está/reverbera al fin frente a nosotros. Te lo regalaría
envuelto en seda y al rugido de sus olas lo sedaría
en la cajita musical de tu tocador para soltarlo
en nuestra habitación y que se arre
moline con la perfecta gimnasia de un berberecho
en la orilla. Pero ahora quiero que el rugido arras
tre nuestro tóxico masticado entre dientes
los choclos enmantecados la expresión severa
del guardavidas. Que el viento no sea excusa
que sea rugido que sea palabras y el muelle
que sea el definitivo quiebre del silencio nuestro silen
cio que acá en la arena pesa diez conservadoras y
hasta el peso de la banana que viborea
y escupe gritos con brazos en alto
anaranjados allá lejos. Pelearse frente al mar
no tiene ningún atractivo. ¿Qué se hace
con el rugido y el médano cuando se
convierten en rutina? Rutina mañana
de tarde rutina porque sinceré
monos: el ocio te puede atemperar
el espíritu pero no sabes qué hacer
con la arena en el libro la sal en las encías
el sol punzón en la sien y la
palabra inhibida en la boca. ¿Y qué se hace
con los padres de piel aceitunada
que hacen negocios con el crucifijo en el
pecho de gran porte lacoste que votaron
a un desequilibrado porque nunca/jamás
peronismo? Armo carpa tengo cuadri hago
tacles como lomo. El ocio
te convierte en un diván frente al mar
esquivo que revienta y espu
mosea corrientes y mareas hasta hundirte en la ola
aunque ayer señores esto era una postal de qué
caribe me hablan. No hay reposera
que tolere nuestro resentimiento
qué hora será qué cenamos a la noche
allá las chicas compran pulseritas acá
los cordobeses se bajan tres docenas
de berlinesas con un stanley
verde militar. ¿Y el rugido de los vendedores
oscuros ambulantes todos jóvenes?
¿Por cuántos médanos hay que arrastrarse
para comprar los pañales que el año
pasado conseguían en una mañana? Una rutina de
llagas gorra y voz rota. La rutina de los rotos
nace detrás de la circunvalación y ahora
es un soplo incómodo e infatigable
con los gemelos hinchados y la piel machucada
escuchalos espialos por encima de la pantalla
dale porte espalda ancha lacoste escuchalos de
una puta vez: algunos no venden, imploran.
Ruge otra vez el viento norte nos achina los ojos
obliga al turista a ser audaz
porque si la sombrilla levanta vuelo
no se aplaude se grita
la rutina la rutina
qué hacemos con el nene
ya son las dos de la tarde
se va a insolar.
Rabioso
No son los truenos
que se tragan la noche
ni tampoco la balacera
de mariposas tristes. Es la neurosis
un animal enfermo
cocido con miedos de la
infancia que ahora de adulto
te devora el sueño.
¿con el sonido hueco de las pisadas?
¿de reojo la luz pálida del pasillo que desciende
violenta y en picada?
¿con el rumor sordo de las conversaciones
la risa estridente una voz aniñada?
¿a qué estabas atento, marito
ahí en el rincón hediondo?
quizá te entretenés
con el temblor del suelo
el tiempo que tarda en volver a repetirse
las toneladas de acero en movimiento
inquietan a cualquiera
o quizá pesques el pánico de una paloma
el cuchicheo de una rata
la fritura de los altoparlantes
la indiferencia de casi todos
sé que escuchás
sé que observás
balbuceás también
lo sé lo admiré
en tus contorsiones sobre la silla
en el esfuerzo denodado de tus muecas
en tu baba espesa
y las palabras atolondradas
que provienen del mundo del deseo
y se expresan a los gritos:
no te vayas
nada
de lo que esperan de mí salió bien hoy
no fui al chino ni fregué el baño
no lavé ropa ni barrí los cuartos
a la cama no la tendí me arrojé
adentro y me extravié
en un sueño empalagoso
sin molestar ni molestarme en
configurar la alarma
y qué
cuando me desperté el agujero seguía allí
me escrutaba desde la negrura tenía
la viscosidad de un sitio porno los
gritos de mi padre furioso
me devoré media tortilla fría
fumé en el patio de los reincidentes
y aunque luego me cepillé
los dientes la pasta sabe
siempre supo a fracaso
porque lo sabemos todos:
no se puede lavar la culpa
aparte
cometí un acto de cobardía
digno de un nomeolvido
fue debajo del acolchado
antes de ser sueño:
le avisé al psicólogo
que pegaba el faltazo cuarenta
minutos antes de la sesión
oh oh oh
todos los síntomas todos
los culos pesados
que me persiguieron
como la culpa de los sobrevivientes
hoy hicieron metástasis
en la piel en mis neuronas
en los huevos hartos de mí
mismo mis ojos su asma
lo palpé lo supe
y lo vi con la claridad
de un relámpago
que se clava en el medio
de la ruta:
en cualquier momento
te hundís