Pájaros de fuego, cohetes y trapitos

Foto: Archivo General de la Nación
Una lectura sobre la INDIGNACIÓN DE LOS DIARIOS: contexto, neologismos y posibles discusiones.
POR FIDEL MAGUNA

“La Policía de Rosario le dará una medalla de reconocimiento al agente que abatió a un motochorro” (Rosario3); “Detuvieron al motochorro que huyó tras enfrentarse a balazos con un policía de civil en zona sur” (La Capital); “Lo sorprendieron dos motochorros y le robaron una mochila con dinero” (Clarín). Estos tres titulares aparecieron la mañana del viernes 19 de febrero y refieren a un asesinato ocurrido en la ciudad de Rosario. Días atrás, dos de estos diarios hablaban de un conflicto, según ellos, protagonizado por un grupo de trabajadores a quienes llamaban «trapitos». En ninguno de estos casos las notas llevaban firma.

Es curioso cómo los neologismos motochorro y trapito se instalaron, sin discusión, en la voz de los principales diarios argentinos. Son dos palabras abiertamente despectivas, que reducen y acusan al sujeto, incluso cuando el sujeto está muerto. Horas después de haber escrito estos títulos, esos mismos diarios (entre muchos otros) se encargaron de analizar, juzgar y definir lo que dieron en llamar “escándalo de la vacunación VIP”, instalando inmediatamente el binomio vacunación-VIP en el nunca escrito diccionario de neologismos y lugares comunes de nuestros titulares.

Hecho sorpresivo y con pocos precedentes, la otra ala del ave fénix que conforman los diarios argentinos, esta vez no se encargó de desmenuzar y analizar el precipitado escarnio, sino que aleteó, aunque sea por un rato, en la misma dirección y con la misma fuerza: un director de radio se quejó porque le habían cagado el inodoro de su casa (sic) y una serie de periodistas se despachó hablando de moral y ética, de narcisismo y deber, de nosotros y ellos, de medios compañeros y de medios enemigos.

Como de costumbre, la discusión se planteó a través de polarizados y banalizados tópicos en los que sólo era posible, aparentemente, tomar una posición. Y todas las posiciones, escandalosas, giraban alrededor de los valores morales de un individuo, sin plantear nunca una reflexión sobre el lugar que ocupa la prensa. De a poco, a medida que pasaban las horas, el ave fénix se iba quemando en su vuelo a ningún lugar y el lunes sólo quedaban cenizas de lo que había sido el aleteo compartido: los diarios que fueron cómplices del genocidio militar siguieron hablando de ética, los que inventan neologismos inmorales siguieron hablando de moral y un diario oficialista, cuyos trabajadores mantienen serios conflictos laborales y editoriales con su dueño, siguió acompañando la agenda presidencial y narrando el día a día de un robot en Marte.

Pasados los días, mientras el ave fénix volvía a nacer, nos sentamos a ver qué podíamos encontrar después del fuego, con la esperanza de que hubiera algo más que cenizas. Y había algo, poco, pero había algo: el portador del apellido más nombrado de los últimos días había pedido disculpas (y fue juzgado por su forma de pedir disculpas), un intelectual inició una fértil discusión sobre moral (a la que la gran prensa le dio la espalda), algunos medios replicaron una vieja carta de un importante historiador argentino (pero no la respuesta) y los trabajadores de El Cohete a la Luna, el semanario dirigido por el portardor del apellido más nombrado de los últimos días, escribieron un comunicado, acompañando el mea culpa de su director y cerrándolo con una frase que abre una interesante discusión:

“Hablemos de lo que hay que hablar y hagamos lo que urge hacer para salir de este infierno, pero no nos pleguemos mansamente a la partitura de los dueños de la orquesta. Sigamos construyendo, que es lo nuestro, en lugar de sumarnos a la destrucción, que es la especialidad de los enemigos del pueblo”.

La partitura de los dueños de la orquesta es una justa forma de nombrar la pobreza de lenguaje y la zigzagueante línea editorial que impera en nuestros grandes diarios. Esta pobreza de lenguaje, esta rústica forma de inventar palabras, se inocula en los lectores todos los días, disminuyendo drásticamente las posibilidades de discusión y de enriquecimiento del discurso. Durante días asistimos al piar frenético del ave fénix y no paramos de escuchar juicios de valor, alegatos sobre los supuestos deseos de lo que llaman, pobremente, «la gente común».

El piar frenético del ave fénix nunca discutió sobre la responsabilidad de la palabra, sobre el estancamiento que generan los lugares comunes, sobre la xenofobia de larga data encofrada en siniestros neologismos. El hecho de que un hombre de 79 años se vacune sin turno y gracias a su amistad con un ministro, de pronto era algo más atroz que las cotidianas atrocidades de estilo y de rigor periodístico a las que nos someten, a diario, los periódicos con mayor poder de influencia.

El hombre que se vacunó sin turno muchas veces abrió caminos. Quizá esta vez, después de haber cometido un grave error, también haya abierto el camino de pedir disculpas y reconocer la gravedad de los hechos. ¿Podrán imitarlo los editores, empresarios de prensa y periodistas que hablan de moral y ética? ¿Pedirán perdón por encerrar a un muerto, por ejemplo, en la palabra motochorro y por darle el lugar de trapo a un trabajador? Pero esta es, de nuevo, una discusión sobre ética y moral. Cada quien hará su juicio de valor sobre las personas implicadas en este pretendido escándalo: creeremos o no, supondremos conspiraciones, vejez o miedo, aceptaremos las disculpas, seguiremos indignados o nos mantendremos indiferentes. Pero la discusión centrada en la bondad o maldad de una persona no nos puede llevar muy lejos.

Sobre lo que sí se puede hablar −y sobre lo que se habla poco− es sobre el estado de nuestra comunicación escrita, sobre el destino de la prensa, sobre los equipos de trabajo que día a día intentan darle obra y realidad a sus lectores.

El director y fundador de El Cohete a la Luna cometió un error, pero tuvo −y mantiene− un acierto digno y poco común en estos tiempos: el medio que fundó lucha por no pisar los lugares comunes, por no responder a la ilusoria obligación de ser políticamente correcto. Y, en el medio del caos, el semanario que dirige logra mantener una línea editorial y hacer una actividad «que a todas luces está en riesgo en la Argentina de hoy: periodismo», como dice en su mensaje a los lectores.

Hay una rigurosa concepción de futuro planteada por El Cohete a la Luna. Y eso, en un contexto en el que los lectores nos acostumbramos, por ejemplo, a la xenofobia explícita en los titulares, no es poco. No nos pleguemos mansamente a la partitura de los dueños de la orquesta, sugiere la redacción. Tal vez no plegarse a una partitura sea el comienzo para empezar a pensar, por ejemplo, cómo se escribirán los títulos de mañana. Esa es una cuestión que trasciende los errores y aciertos de un hombre. Es una cuestión social, un compromiso que muy pocos medios asumieron; una cuestión pendiente que cada día depende más de nosotros, los lectores y editores de esto que damos en llamar «medios argentinos».

Post navigation

Plural: 2 Comentarios Añadir valoración

  1. Betsabé dice:

    La nota editorial Pájaros de fuego, fue lo mejor que he leído desde el momento que estalló el escándalo del vacunatorio VIP
    Hay que marcar con todas las letras, a los verdaderos enemigos del pueblo. Los grandes medios que vienen envenenando a amplios sectores de la sociedad. Les han quemado la cabeza. Cuanto hay que hacer para acabar con esa lacra. Gracias Río Belbo.

    1. riobelbo dice:

      Recién vemos tus comentario, tarde pero seguro: Gracias a vos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *