El discurso completo de Lula en la CGT

Lula Da Silva y Pepe Mujica en la sede de la CGT Azopardo (Fotos Victoria Gesualdi / TÉLAM) 

Lula da Silva vivió su reencuentro con grandes movilizaciones populares en las jornadas por el Día de los Derechos Humanos: al breve discurso en Plaza de Mayo del 10/12, lo siguió el pronunciado en la sede central de la CGT, el 11/12. A continuación, la trascripción traducida del mensaje con el que regresa al centro de la escena política: la militancia sindical frente a los desafíos del siglo XXI, historia reciente, números del daño neoliberal y un pedido al pueblo latinoamericano.


Luis Inácio Lula Da Silva


En nombre de mi delegación quiero agradecerles el noble gesto de recibirnos en esta sede histórica del movimiento sindical argentino. Principalmente estoy emocionado. Hace un tiempo leí un libro llamado Santa Evita; no sé si es fidedigno, pero me tocó mucho el relato de la fuerte relación de Evita con el pueblo argentino. Fue en aquel salón de ahí arriba, en aquella puerta, donde el cuerpo embalsamado de Evita estuvo mucho tiempo, hasta que los militares lo desaparecieron. Quiero decirles la emoción que tengo de estar en este salón histórico. Y también hacer un homenaje a los dirigentes sindicales argentinos que lucharon contra el régimen militar: ellos dieron su vida para que ustedes pudieran reconquistar la democracia.

Algo que me llama la atención es el hecho de que Argentina y Brasil —dos países tan importantes en América del Sur— estuvieran tantos años alejados, dándose la espalda, haciendo de las diferencias la gran causa de la discusión política.

Les confieso que hace más de tres años no participaba en un evento público. Estaba con muchas ganas de hacer una movilización en Brasil, pero decían que por la pandemia era conveniente no hacerla. Y tuve el placer y la honra de participar (junto al presidente Alberto Fernández, la compañera Cristina y de muchos de ustedes) en la primera movilización posterior a mi salida de la cárcel, en la Plaza de Mayo. ¡Algo tan importante! Porque esa plaza de la Casa Rosada es un símbolo de lucha y de las conquistas de las mujeres y los hombres argentinos. No tengo palabras para agradecer el cariño que ustedes dedicaron a mí y a mis compañeros. 

También quería agradecer a todos ustedes, dirigentes sindicales, trabajadores y trabajadoras, profesionales, intelectuales, militantes del PT. Quería agradecer el gesto de ustedes de hacer un movimiento extraordinario de solidaridad hacia Brasil y hacia mí, por mi presidio injusto y por las mentiras dedicadas a provocar la destrucción, no sólo de Lula, sino de las fuerzas sociales brasileñas que luchan contra la arbitrariedad. También quiero agradecer que hayan sido tan solidarios cuando la presidenta Dilma sufrió el golpe con el que la derecha se apoderó del poder en Brasil. 

***

Estoy acá para decirles que el tiempo en que estuve preso no fue un tiempo de sufrimiento, sino un tiempo de reflexión. Pensé mucho en lo que había hecho en el movimiento sindical, pensé mucho en lo hecho como presidente de la República, pensé mucho en las luchas que vivimos durante años y años para construir el PT, para construir el Movimiento Sin Tierra, para construir diversas organizaciones sociales. Pensé que estábamos consiguiendo conquistar el sueño de mejorarle la vida al pueblo brasileño; que las personas desayunaran, almorzaran y cenaran, que pudiesen tener un trabajo honrado y recibir un salario digno. Imaginé que los hijos de los pobres estaban consiguiendo entrar en la universidad, hijas de empleadas domésticas estaban estudiando Medicina, hijos de albañiles estaban estudiando Ingeniería, hijos de personas que trabajaban en cementerios estaban estudiando Diplomacia. Parecía que estábamos logrando la realización de un sueño inmenso y secular para los pobres de mi país. 

Pero casi como en un pase de magia, todo eso se esfumó. Fue desmontado por una secuencia de mentiras contadas por la prensa brasileña, contadas por la elite brasileña, contadas por nuestros adversarios políticos y, por primera vez, asumidas por el poder Judicial, representado por el Ministerio Público, que decidió intentar destruir la democracia, los partidos políticos, hacer que la sociedad desacredite al Congreso, a la Corte Suprema y a la clase política. 

Para que tengan una idea, este comportamiento del Ministerio Público, y de la prensa brasileña, causó una pérdida de:

  • 4.400.000 puestos de trabajo.
  • Prácticamente 272 billones de reales dejaron de ser invertidos en la economía brasileña, haciendo que llegase al 15%  el desempleo de nuestra población económicamente activa. Es importante recordar que en diciembre de 2014, cuando la presidenta Dilma fue reelecta, teníamos sólo 4,5% de desempleo en Brasil. Hoy tenemos el 15%.
  • Tenemos 33 millones de personas trabajando en la informalidad.
  • Más de 6 millones de personas que ya desistieron de buscar empleo, porque no lograron encontrar.
  • Y al mismo tiempo tenemos 19 millones de personas pasando hambre y
  • 116 millones de personas con algún problema de inseguridad alimentaria.

Lo triste es que habíamos acabado con el hambre en Brasil. En 2012, la ONU reconoció que Brasil había salido del mapa del hambre. Lo que es más triste es recordar que cuando el mundo rico desempleó a más de 100 millones de personas, en Brasil, en el mismo período, teníamos 22 millones de empleos formales. Y todavía más importante: estábamos consiguiendo convencer a los gobernantes de América Latina de que, juntos, somos muy fuertes, y que separados somos frágiles. Recuerdo que fue acá en Argentina, en 2005, en Mar del Plata, con la venida del presidente Bush, que dijimos: «No al ALCA».

Es importante que sepan que la primera vez que vi a Kirchner él fue llevado a Brasil, por Duhalde y por el compañero Alberto Fernández, para que me conociera. Hacía tres meses que yo era presidente, y Duhalde me dijo: «Ese hombre va a derrotar a Menem y a Reutemann». Algunos meses después Kirchner era electo presidente. Juntos conseguimos construir, posiblemente, el momento más importante de relaciones políticas entre Brasil y Argentina. Fortalecimos el Mercosur, que había sido construido antes de nuestro gobierno, construimos la Unasur, la Celac (la única institución multilateral en la que participaba Cuba y no participaban ni Estados Unidos ni Canadá); Argentina y Brasil participaban juntos del G-20.

***

Quería contarles la importancia de lo que sucedió en ese período, quería contarles lo que sucedió en esta América del Sur gracias a nuestros gobiernos progresistas. En Brasil hay un dicho popular que dice que sólo valoramos las cosas cuando las hemos perdido. Y la democracia es una de esas cosas. Muchas veces no le damos importancia, y cuando la perdemos es cuando valoramos lo positivo de conquistar el derecho a protestar, a gritar, a manifestarse; posibilidades que nos prohibieron durante tanto tiempo en Argentina, Brasil, Uruguay, Chile y distintos países de América. 

Tengo un número que quiero decir acá, en esta casa de los trabajadores argentinos, que grafica la unidad que construimos en Sudamérica. Quiero mostrarles qué sucedió en el período en que gobernamos juntos, un período que tenía a Michele Bachelet y Lagos, a Kirchner y Cristina, a Lula y después a Dilma, a Lugo, a Tabaré y después a Pepe Mujica, que tenía a Chávez… Fue un momento muy rico para el ejercicio de la democracia, posiblemente el momento más importante de reconquistas de políticas de inclusión social. Compañeros de la CGT, quería que prestaran atención a un número que voy a darles:

  •  En el 2003, el flujo de la balanza comercial entre Brasil y Argentina (todo lo que Argentina vendía y compraba y todo lo que Brasil vendía y compraba), era de apenas 9 billones de dólares.
  •  En el 2012 llegó a 39 billones de dólares. Pasamos de 9 a 39 billones de dólares. Un salto extraordinario.
  • Hoy está, apenas, en 16 billones de dólares. 23 billones de dólares menos (la mitad de la deuda que Macri contrajo con el FMI) y que dejaron de entrar en Argentina en el comercio con Brasil, dada la política recesiva y neoliberal de nuestros gobernantes.

Pero presten atención al significado de la creación del Mercosur. Aquí en América Latina todo el mundo quería negociar con Estados Unidos: una manía de pobres. Todos los países pobres le sonríen a los Estados Unidos, «porque Estados Unidos te va a ayudar; si le sonreís a Europa, Europa te va a ayudar…»¡Y ninguno va a ayudar a nadie! ¿Quién nos va a ayudar? Sólo quienes sienten orgullo por nuestra soberanía, por nuestro pueblo, por producir y generar empleo y… (La última frase es tapada por el aplauso y el vitoreo del público).

Por eso hay que tener un gobierno fuerte. Celso Amorim recuerda cuánto tiempo perdimos para importar agua mineral de Uruguay. Decidimos que era necesario importar para ayudar a Uruguay, pero los empresarios brasileños siempre inventaban un problema sanitario para no importar agua. Tardó mucho, pero lo logramos. Y de vez en cuando escuchábamos al compañero Tabaré dar su opinión del Mercosur (que no sabía mucho del Mercosur…) porque pensaba, quizás, que con Estados Unidos estaba defendiendo mejor los intereses de su país. En otro momento exportamos para Ecuador 900 millones de dólares, y Ecuador no exportaba nada a Brasil. Entonces creímos que era necesario comprar un poco de banana a Ecuador, comprar 50 millones de dólares de bananas. Pero los empresarios brasileños se juntaron y crearon múltiples impedimentos para que no podamos importar 50 millones de dólares de Ecuador. No podíamos comprarle casi nada a Bolivia y teníamos en la cabeza que el comercio exterior tiene que ser una ruta de dos manos; no podés sólo vender, también tenés que comprar para que haya un equilibrio en la balanza entre dos países. Porque así tenés algo más saludable. Vean qué pasó con el Mercosur: 

  • En 2003, el Mercosur tenía un flujo (entre todos los países que lo integran) de sólo 12 billones de dólares.
  • En 2011 ya teníamos 48 billones de dólares. Es decir 36 billones de dólares más. 
  • Hoy sólo hay 24 billones: la mitad de lo que teníamos en nuestro período de gobierno.

La relación entre los países de Sudamérica, cuando llegamos al gobierno, era de apenas 18 billones de dólares. En el 2011 teníamos 78 billones de dólares: 60 billones más. Y hoy, de 78, cayó a 40 billones. Es una demostración de la incompetencia del neoliberalismo, de la incompetencia de los gobernantes que sólo piensan en el sistema financiero, que sólo les dan respuesta a los intereses del mercado, de los gobernantes que no pueden entender que lo más precioso que tiene un país es su pueblo. El pueblo es lo más precioso: debemos tratarlo con dignidad y respeto. 

Es por eso, compañeros y compañeras, que medité mucho. Y me puse a pensar en qué hacer. ¿Será posible construir otro mundo? ¿Será posible cambiar la lógica? Veíamos un proceso de logros de la clase trabajadora después de la Segunda Guerra: se construyeron Estados de bienestar social en distintos países del mundo, el pueblo argentino tenía un mejor estándar de vida, Argentina era un país con una extraordinaria propensión a la industrialización, el 30% del PBI brasileño era industrial (y hoy es sólo el 11%). 

He visto a Celso Amorim negociando junto a Cristina y Kirchner: no hicimos el acuerdo con la Unión Europea porque sólo nos querían comprar comodities y vender productos que tienen valor de mercado. Nosotros no queríamos, nosotros queríamos que sean respetados nuestros derechos de convertirnos en naciones industrializadas y competitivas desde el punto de vista tecnológico. Pero ellos no querían. Ellos quieren, ahora, esta propuesta de acuerdo para intentar ayudar en la elección de Macri; ellos quieren seguir comprándole soja a la Argentina, comprarle carne a Argentina. Pero no quieren comprar otros productos que podamos producir para generar empleo de mejor calidad. 

¿A dónde va ese mundo, si al trabajador se lo hace a un lado? ¿Cómo es posible? ¿Recuerdan la creación del Consenso de Washington en 1989? La idea del Consenso de Washington era destruir el papel del Estado y enaltecer el rol de la iniciativa privada. Todo lo público no servía. Todo lo privado era extraordinario. Todo lo público era una robadera. Todo lo privado no robaba. Y eso no era verdad. Lo que en verdad querían era que la iniciativa privada se apoderase del Estado y que tuviera acceso a la gran parte del dinero del Estado. Quienes decidían las políticas económicas eran los grandes empresarios. Así el Estado se fue enflaqueciendo, las empresas fueron cerrando, los trabajadores fueron ganando menos. Y de repente surgió la globalización: «¡…Ah, la globalización era fantástica…!» (Risas) «¡Ah, la globalización permitirá que el pueblo argentino pueda comprar productos de cualquier país del mundo! ¡Argentina le podrá vender a cualquier país! ¡Ah!» 

Mentira. Ellos sólo querían vender. El libre comercio que defienden es para vendernos a nosotros; cuando nosotros debemos venderles a ellos, aumentan los problemas sanitarios y terminamos no vendiendo nada. Miro el comercio de Brasil con Francia, con España, con Inglaterra y da la impresión de que tenemos una buena relación comercial; si fuera así, estaríamos exportando 50, 60 billones. Y no es así. Nuestra gran exportación fue con países de Sudamérica, y después con China, que es un fenómeno reciente.

La pregunta que me hago es la siguiente: ¿Qué le van a decir a los trabajadores? ¿Qué tipo de empleo vamos a ofrecerles a los trabajadores? ¿Qué oportunidades tendrán nuestros hijos y nietos, ellos, que estudiaron mucho más que nosotros? Y ahora estamos entrando en una era digital. «¡Qué sensacional!» Estamos dejando de ser seres humanos y nos vamos a convertir en algoritmos… Así ganó Trump las elecciones: inventó una máquina de informaciones sobre los electores de Clinton, y empezó a contar mentiras sobre Clinton, hasta derrotarlo. Lo vimos en Brasil: la industria de las fake news trabajando con información acumulada por la industria de datos, contando todas las mentiras posibles. A los chicos que están con el celular los van a transformar en algoritmos, y van a tener menos sentimientos, van a tener menos deseo, serán ciegos, las redes de información les mostrarán lo que las redes quieren, a decir lo que quieren, y a votar lo que quieren. Parece difícil, imposible, pero esa es la verdad de lo que está sucediendo en nuestra querida América del Sur.

Entonces me pregunto: ¿Cuál es el papel que nosotros, dirigentes sindicales, vamos a tener de ahora en más? ¿A dónde vamos a conseguir empleos? ¿Cuál es la política de seguridad que el Estado nos va a ofrecer? Imagino, compañeros, que llegará un momento en que una parte de la sociedad será considerada inútil, porque no domina el empleo digital, y entonces no tendrá qué hacer. Y ese es el papel del Estado. Siempre que hay una crisis profunda no son los bancos privados los que la resuelven, no son los grandes empresarios; siempre que hay una crisis, por ejemplo la de 1929 en Estados Unidos, ¿quién la solucionó? Fue el Estado norteamericano, con Roosevelt, quien resolvió tomar deuda para generar empleo. Cuando quebró Lehman Brothers en 2008, en Estados Unidos, ¿quién la resolvió? No fue otro banco, fue el Estado norteamericano. Cuando tuvimos la crisis de la pandemia, ¿quién la resolvió? Fue el Estado. No fue ninguna iniciativa privada. Nadie vio ninguna empresa de aplicaciones donar millones para comprar vacunas destinadas a la población pobre de los países de América Latina.

***

Compañeros, tenemos un desafío para los próximos años del siglo XXI: discutir qué tipo de sindicalismo vamos a hacer, qué tipo de empleo vamos a generar, qué tipo de Estado va a cuidar a nuestro pueblo. El Estado es el que tiene la obligación de cuidar a los que no tuvieron oportunidades, a los que no tuvieron formación. ¿Esas personas serán indigentes el resto de sus vidas? ¿Van a vivir en la calle, pasando hambre todo el tiempo? ¿O el Estado los va a acoger? Por eso la gran importancia de la democracia. Porque es por la democracia que tenemos oportunidades de elegir personas que tienen un compromiso con las aspiraciones del pueblo trabajador. 

Hay dirigentes sindicales a los que no les gusta ser políticos y dicen: «yo no me meto en política». ¿Cómo es posible que digan eso? Porque habrá una elección, los trabajadores irán a votar, y ellos deben orientar al trabajador a que den su voto a alguien que piensa de la misma manera que el sindicato, a alguien que va a beneficiar a los trabajadores, a quien va a legislar pensando en defender los intereses del pueblo trabajador. Porque de lo contrario  estamos todo el año peleándonos con los patrones y cuando llegan las elecciones «no nos molestamos con política» y se elige al patrón. Es como poner un zorro dentro del gallinero, creyendo que el zorro va a cuidar a las gallinas. ¡Se las va a comer! ¡Como hizo Macri aquí en Argentina!

No me gusta hablar sobre la política de otros países, pero yo conviví mucho con Kirchner y con Cristina. Si ellos tenían problemas, todos teníamos problemas. Yo tenía varios problemas. Pero cuando mirás para atrás ves lo bueno que eran esos dos. ¡Y cómo los criticaba Clarín! ¡Y cómo los medios de comunicación intentaban destruir a la Argentina! Recuerdo que cuando estaba Kirchner en la presidencia, Clarín decía: «el que manda a Kirchner es Cristina, la que gobierna es Cristina». Entonces Cristina se convirtió en presidente, y ahí Clarín decía: «quien manda a Cristina es Kirchner». Contaron tantas mentiras contra Kirchner y Cristina, que el pueblo resolvió votar a otro candidato. Ahora les pregunto: ¿cuál es el beneficio que ustedes vivieron durante el gobierno de Macri?, ¿hubo algún beneficio para los trabajadores?

Brindando una entrevista en Brasil, dándome cuenta de que no le gusto mucho al entrevistador, digo: «Los desafío a ustedes y a los universitarios a que encomienden una investigación para saber si en la historia de este Estado hubo un presidente que colocó más dinero en el Estado que yo o que Dilma. Desafío a que encuentren un presidente que haya destinado más recursos de los que destinamos nosotros desde el PT». Entonces le pido que me diga una obra que haya construido Bolsonaro. «Sólo una, una ruta cualquiera», le digo. Ese día Bolsonaro viajó 4 mil kilómetros para inaugurar un puente de madera de 18 metros. ¡No hizo nada! Ahora… ¡Con Macri se hizo una gran obra! ¡Agarró 44 billones de dólares para pagar a las empresas!

Hizo una gran obra: dejó una deuda inmensa para que pagara Alberto Fernández. Es eso lo que pasó en Argentina. Entonces dirigir un país no es tan fácil como dirigir un equipo de fútbol. Para dirigir un país tenés que decidir de qué lado estás, para quién gobernás, quién tiene la prioridad. Porque para que el rico tenga prioridad, no se necesita gobierno: ya tiene la prioridad. Sólo tiene sentido gobernar si estás dispuesto a hacer que los más pobres asciendan socialmente. Nadie quiere nacer pobre, nadie quiere andar mal vestido, a nadie le gusta comer carne de segunda calidad, a nadie le gusta comer comida ruin. Todo el mundo sueña y desea vivir bien, todo el mundo sueña con una casa, con la formación de sus hijos, con ir una vez por mes a un restaurante a comer; las personas más pobres quieren ir al teatro, ver un show de artistas famosos. Y sólo los que tienen plata pueden hacerlo. Y eso no puede ser. «¡Ay, el pobre quiere tener auto! ¡Quiere comer camarón! ¡Quiere comer langosta!» Él es el que pesca, él es el que produce, ¿por qué no tiene derecho?  Necesitamos tomar consciencia de que nosotros tenemos derecho. Y si tenemos derecho tenemos que luchar por nuestro derecho.

***

Sé que ya hablé mucho, me voy a quedar sin voz si sigo, pero quiero decirles algo: 

Fui dirigente sindical desde 1969, cuando entré al Sindicato de Metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo, y nunca vi un Estado brasileño mandar a la policía para que le pegue al patrón cuando se niega a darle un aumento a los trabajadores. Los trabajadores tienen el derecho de pedir el aumento y el patrón tiene derecho a negar el aumento. Pero cuando el patrón lo niega, el trabajador tiene el derecho de defender lo más importante que tiene, que es su fuerza de trabajo. Sin embargo, cuando el trabajador deja de vender su fuerza de trabajo, el Estado se pone del lado del patrón, y va a pegarles a los trabajadores, y los va a detener y a perseguir. Yo nunca vi a la policía entrando a una fábrica para decirle al patrón: «Vos tenés que darles respuesta a los trabajadores, si no vas preso. Ellos están pasando hambre». Siempre es contra los trabajadores. ¿Por qué? Porque el Estado fue capturado por el capital, y sólo tenemos un poco de importancia en épocas electorales. 

No vemos ni a un candidato durante las elecciones haciendo un discurso que defienda al banquero. En elecciones todos defienden a los trabajadores. ¡Todos! Cuando terminan las elecciones ustedes no son invitados ni al desayuno, ni al almuerzo, ni a la cena. Y tenemos que cambiar eso, porque si somos la mayoría, no podemos continuar siendo gobernados por la minoría. Es algo matemático. Por eso creé un partido en Brasil. Fui al Congreso Nacional en el 78, estaban queriendo aprobar una ley para prohibirles la huelga a los profesores, a los bancarios e incluso a los de las estaciones de servicio. Entonces fui al Congreso. Creí que allí iba a encontrar a muchas personas iguales a nosotros, pero no había nadie. Descubrí que no había nadie de los trabajadores. Entonces no es posible pretender que las cosas suceden favorablemente para nosotros.

Vamos a tomar el ejemplo de Brasil: el Movimiento Sin Tierra es uno de los movimientos más extraordinarios que existen. Yo participé en la fundación de los Sin Tierra, en el 84. ¿Ustedes saben cuántos diputados tienen los Sin Tierra? Tres. ¿Saben cuántos tiene la bancada ruralista, los dueños de los campos? Trescientos. O sea: no es posible. ¡Algo está errado! Si nosotros somos la mayoría, ¿qué estamos haciendo? Estamos creyendo en los discursos de ellos. Y lo primero que dicen para ajustarnos es: «el Estado es corrupto». Normalmente aparece un corrupto en la televisión, bien vestido, con saco y corbata, hablando difícil, y dice: «El Estado es corrupto. El servicio del Estado no sirve». Y nosotros lo creemos. Le entregamos el oro a nuestro enemigo. Y no es posible seguir así.

*** 

Sé el orgullo que sentí cuando lo vi a Alberto Fernández ganando las elecciones. Reconocí el grandioso gesto de Cristina, que sabía las dificultades que generaba ponerlo a Alberto Fernández. Y sé la herencia que él recibió, y conozco las dificultades que eso le provoca. Les voy a repetir a ustedes una cosa que le dije a un dirigente sindical, cuando lo eligieron a Kirchner (no voy a decir quién fue). Cuando vine aquí a Argentina, Kirchner hacía tres meses que había asumido, y el diario de un sindicato ya lo criticaba. Yo le decía a este amigo dirigente: «Compañero, no puede ser… Acaba de ganar, compañero; no es posible que ya estén haciéndole críticas. Por favor, hagamos pautas de reivindicaciones, sentémonos, y vamos a ver si logramos hacer algo… ¡No llegó ni a sentarse!» 

¿Por qué les estoy diciendo esto? Porque los enemigos de hoy son más grandes que los de ayer, y por lo tanto es necesario que apoyemos al compañero Alberto Fernández.

El otro ciudadano, que era el salvador del mundo, le puso mucha pimienta a la comida, y quiere que los otros se ahoguen comiendo ese plato. ¡No! Es necesario que haya un acuerdo (lo dije en varias ocasiones): el FMI debe respetar a Argentina. Cuando hubo una crisis financiera en Europa y Estados Unidos, el FMI fue muy permisivo, los trató con mucho cariño, no hizo ninguna crítica. Y el FMI sabe que el argentino es un pueblo pagador. Es necesario que no se penalice al pueblo argentino, es necesario que este pueblo pueda comer tres veces al día; este pueblo tiene que poder seguir estudiando, este pueblo tiene que tener la oportunidad de trabajar. El acuerdo no puede sofocar al pueblo: que se haga un acuerdo a largo plazo con esa Argentina, que decida su destino con soberanía. Ya tuvimos muchas influencias negativas en nuestros países. 

***

Voy a terminar diciéndoles dos cosas, desde lo más profundo de mi corazón:

Yo no necesitaría ser candidato a presidente. Ya fui presidente. Tuve la suerte de tener el apoyo del pueblo brasileño y llegar a la presidencia con el 85% de imagen positiva. Dejé el mayor legado de inclusión social que haya conocido Brasil. Tuve la más extraordinaria experiencia de trabajo conjunto con los países de Sudamérica, haciendo que creáramos posibilidades para vivir dignamente. Fue una experiencia muy exitosa, y los números financieros que les di son una demostración de que ya estuvimos mucho mejor a como estamos ahora.

¿Y qué está pasando? Lo que está pasando es que la extrema derecha está creciendo, y tenemos de eso un ejemplo en Brasil; el mayor ejemplo lo tuvimos con Trump en Estados Unidos, pero tenemos grupos que están creciendo en todo el mundo: durante la última elección aquí en Argentina ustedes vieron a la extrema derecha creciendo. Ustedes vieron el discurso fascista ganando espacio. Y tenemos que prepararnos para enfrentar eso con un discurso progresista, con un discurso de izquierda, con un discurso que defienda al pueblo trabajador. 

¿Y por qué les digo todo esto? Conviví con Lagos cuando él fue presidente; participo de la vida política de Chile desde el plebiscito del NO y del SI a Pinochet, que fue una de las campañas más maravillosas que hayamos visto. Después lo tuvimos a Lagos, después a Bachelet, y ahí vino toda una onda de gobernantes progresistas y después vino toda una ola de gobernantes conservadores. 

Y ahora lo tenemos  a Luis Arce en Bolivia, a Castillo en Perú (que empieza ahora con muchas dificultades), y tenemos a nuestro querido compañero Alberto Fernández, que simboliza la primera derrota del neoliberalismo en esta segunda ola. Yo estoy trabajando para derrotar el neoliberalismo en Brasil; Brasil no merece tener el gobierno que tiene. Brasil ya comprobó que puede ser mucho mejor, pero antes de las elecciones en Brasil tendremos elecciones en Chile. Y no es el candidato de Piñera el que está intentando ganar; es otra cosa, es un candidato de extrema derecha, con un pensamiento fascista, un pensamiento, incluso, nazi. ¡Defensor a ultranza de Pinochet! Tenemos que meternos en las elecciones de Chile, tenemos la obligación de decirlo a nuestros hermanos y hermanas chilenos. No hay posibilidad de que Chile tenga un retroceso mayor al que ya tuvo. En Chile tenemos un compañero progresista, un compañero como Gabriel Boric, que puede ganar las elecciones.

Yo quería, aquí, frente al compañero Pepe Mujica, frente a los principales dirigentes sindicales argentinos, frente a la Central Única de los Trabajadores, decirles: nosotros debemos hablar con las personas que conocemos en Chile; debemos decirles que no es momento para que Chile retroceda. Es hora de que Chile avance. La democracia es importante para Chile, y es necesario que siga. El que tenga un amigo en Chile, el que tenga cariño por Chile, debe tener el coraje de decirle: «Vamos a reconquistar Chile para el pueblo chileno, votándolo a Boric para presidente de Chile en las próximas elecciones». Que el pueblo chileno sepa que estamos preocupados, porque si yo gano las elecciones en Brasil y con Alberto Fernández aquí, con un gobierno progresista en Chile vamos a poder hacer mucho por nuestra querida América del Sur. 

Compañeros y compañeras, en marzo voy a discutir si vuelvo a la presidencia de Brasil. Quiero que sepan que si vuelvo, va a aumentar nuestra relación con Argentina. Vamos a trabajar para crear un bloque económico, político y cultural; para que podamos negociar con la Unión Europea y enfrentar la guerra fría que Estados Unidos está intentando establecer con China. No queremos más guerra fría; nosotros queremos más empleos, nosotros queremos más salarios, nosotros queremos más educación, nosotros queremos más comida, nosotros queremos más oportunidades.

Queremos más respeto, porque queremos ser naciones soberanas.

¡Un abrazo, compañeros!

¡Muchas gracias!

TRANSCRIPCIÓN Y TRADUCCIÓN: REVISTA BELBO

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