¡Otra que resultó heredera de Pepino el 88!

La payasa encarnada por Gisela Podestá ensaya una reconstrucción genealógica con “Podestá”, delicada obra que pudo verse en el Galpón 15 en el marco de la segunda edición de Tercerescena, Festival de Teatrocirco Tercermundista

Por Andrés Maguna

Nacida en la ciudad italiana de Génova el antepenúltimo día de 1829, a sus 12 años María Teresa Torterolo fue embarcada por sus padres con destino a una de las “tierras prometidas” de aquellos tiempos (al menos para los itálicos): el Río de la Plata, desembarcando en Montevideo meses antes de cumplir los 13, en 1842.

Dos años después, en 1844, en la misma capital oriental, con 14 y a poco de cumplir 15, tras un breve y apasionado romance, se casó con Pedro, un muchacho de 19 también llegado de Génova, pero en 1840.

María Teresa y Pedro, apellidado Podestá, en 1846 cruzaron el charco y se instalaron en Buenos Aires, donde abrieron una pulpería en el barrio de San Telmo y tuvieron a su primer vástago, Gerónimo, nacido en 1851 en una ciudad y un país partidos entre unitarios y federales, con la batalla de Caseros cerniéndose definitoria desde el horizonte del “interior”.

El gobierno de Rosas había fogoneado el rumor de que, en caso de vencer en la guerra, las tropas de Urquiza entrarían vengativas en Buenos Aires “degollando a todos los gringos”, y por eso María Teresa y Pedro, sin querer comprobar la veracidad del horrendo vaticinio alzaron campamento, tomaron a su pequeño párvulo, volvieron a cruzar el charco y se instalaron en Montevideo (Gerónimo, recién nacido, fue anotado allí), donde tuvieron ocho hijos más: Luis, Pedro, José Juan (Pepe), Juan Vicente, María Medea, Graciana, Antonio Domingo y Cecilio Pablo.

Fue Pepe, nacido en cuarto lugar, en 1858, el que desde niño se fascinó por los espectáculos circenses errabundos que pasaban por Montevideo, y siendo adolescente comenzó a practicar lo que había visto, e interesó a sus hermanos, quienes empezaron a jugar con “ensayos” en las playas montevideanas, no muy lejos de la casa y el negocio donde María Teresa y Pedro la yugaban con el comercio para mantener a su vasta prole.

El mismo Pepe en 1873, a los 15 años, fundó un circo en una cantera, arrastrando a toda la familia a las lides teatrales mientras trabajaba de trapecista en una compañía ecuestre, y hacia 1877 toda la familia fue contratada por Pablo Rafetto. En ese ámbito creó Pepino el 88, un payaso que nació porque debió reemplazar al payaso original utilizando un disfraz hecho con sábanas con cuatro lunares que simulaban ochos. Así, recorriendo Uruguay, los Podestá formaron su compañía, el Circo Arena, y en 1880 embarcan en el 18 de Julio para debutar en Buenos Aires en Jardín Florida, de Florida y Paraguay, en el comienzo de una historia de crecientes éxitos de público y popularidad, y de crecimiento exponencial de un “clan familiar” destinado a signar con su multiplicidad genética el pasado, el presente y el futuro de las artes escénicas del sur del continente americano.

En 1917, antes de cumplir los 88, María Teresa murió en Buenos Aires, habiendo sobrevivido a su amado Pedro por 15 años. Su generoso vientre había gestado, a los saltos entre Argentina y Uruguay, la semilla fecundizada de un género nuevo, el circo criollo (y el estilo circense rioplatense), junto con los pioneros fundadores de los teatros argentino y uruguayo, estableciendo además una marca perdurable, un rasgo del carácter común, naturalizado socialmente, del “ser comediante” (el modo en que somos graciosos, una partecita constitutiva de nuestro sentido del humor) de uruguayos y argentinos.

El archifamoso Pepino el 88.

Y ya en este 2023, acá nomás, en el Galpón 15 de la Franja del Río (Rosario, Argentina), una tataranieta de María Teresa, bisnieta de su primer hijo, Gerónimo (y sí, sobrina bisnieta de Pepino), llamada Gisela Podestá, ofreció su espectáculo Podestá en una función única el pasado sábado 16 de septiembre, a la que tuve la suerte de asistir.

Así, con su Compañía Destapo (anagrama de Podestá), la clown se embarcó en este proyecto que va mutando con el correr del tiempo (se estrenó en diciembre del 2020 en un teatrito de Los Hornillos, en Traslasierra, Córdoba, donde vive Gisela) y mediante el cual, explorando en su propia identidad, va sumando información del “legado familiar” por medio de diferentes versiones e insospechadas aportaciones que van apareciendo con el correr de las presentaciones.

Viendo la obra fue que se me ocurrió pensar en el origen del fenómeno Podestá, en la perdurabilidad de sus hallazgos escénicos, en todo eso que sirve (y seguirá sirviendo) de base para construir y delirar creativamente en diversas áreas de la representación escénica y, a grandes líneas, el mundo del espectáculo. Así llegué a María Teresa, a los sueños de intención a la hora de realizarse como madre, a su modo de encarar la técnica de maternar desde antes de quedar embarazada por primera vez. Seguramente allí, en sus ganas de tener hijos, en sus ganas de que esos hijos fueran alegres y generosos, divertidos y emprendedores, simpáticos y compañeros; en esas ganas proyectivas de familia unida está dicho origen, la primera vertiente nutricia al germen, la semilla que se convirtió en un enorme baobab que sigue creciendo y bajo cuya sombra nos seguiremos solazando, se seguirán solazando, unas cuantas generaciones más.

La obra, que dura aproximadamente una hora, tiene un buen ritmo sin apresuramientos, con muchas e imperceptibles transiciones que se suceden con naturalidad, y van desde un comienzo ingenuo (una payasa que duerme en una cama y despierta a una realidad teñida de onirismo) al relato de su búsqueda de información de sus ancestros, con “bajadas” al público para inmiscuirlo en sus demostraciones (reparte hojas con fotos y datos históricos para que los espectadores se las vayan pasando).

Exhibiendo un sofisticado manejo de la técnica de clown, con delicadas y dedicadas manipulaciones de mínimos objetos escénicos, apoyada en una gestualidad muy graciosa, sobre textos cómicos simples y efectivos en su “payasosidad”, Gisela Podestá demuestra y prueba el punto que quiere demostrar y probar.

En una entrevista difundida el 21 de este mes (a propósito de la presentación de Podestá en Buenos Aires) por la agencia Télam, firmada por Pedro Fernández Mouján y titulada “La rica historia de los Podestá, en una obra de clown realizada por una de sus descendientes”, dice Gisela:

“El clown trabaja mucho con la veracidad, con las cosas que te interpelan, te pasan, te duelen, y esta es mi historia personal. El trabajo lo desarrollé con Yanina y con Rosalía, que se sumó más tarde, y en un determinado momento del proceso tuvimos una crisis fuerte donde no sabíamos bien qué dirección tomar, y entonces Yanina llamó a Darío Levín que nos dijo: «La historia de los Podestá ya la contaron un montón de personas, lo que tienen que contar es la identidad de esta payasa», esa fue la llave que destrabó la situación, y la historia se centró entonces en una payasa que descubre su identidad a partir de localizar de dónde viene y quiénes son su familia. (…) A partir de la obra empecé a conocer a un montón de historiadores que me contaron cosas que desconocía, es como si la historia no cesara nunca, como que sigue en movimiento y se le van sumando pedazos”.

Con un desenfado ejemplar y una frescura apabullante, incluso para el público hippie de Tercerescena (el festival de teatrocirco tercermundista más hippie del momento), acostumbrado a las demostraciones del ideario escénico más natural, desprejuiciado, positivista y optimista, propio del género teatral circense, Podestá pasó por Rosario y abrió puertas a fantasías especulativas divergentes del duro historicismo vernáculo rioplatense, posibilitando el acceso al conocimiento amigable de un pasado en el que una familia de payasos de circo empezó a abrir el camino, la senda política del humor, el reírnos de nosotros mismos, que hace llevadera la existencia.

A la final, oscurezco para aclarar: los Podestá quizás hayan sido, también, la primera familia rioplatense en establecer el paradigma del “ser hippie” (en la nota de Télam citada arriba Gisela habla de un “ser gitano”), poniendo en valor su carácter de independiente y autogestivo, libre de las ataduras de los protocolos represivos, propiciatorio de la actividad artística e intelectual, potente con su mensaje amoroso en oposición a los discursos del odio. Siendo el hippismo de los Podestá transmitido hasta una descendiente payasa hippie de Traslasierra traída a Rosario gracias a los esfuerzos hippies de los organizadores hippies de un festival hippie, para el exclusivo disfrute de un público hippie, incluido este crítico hippie.

FICHA

Título: “Podestá”. Autoría: Gisela Podestá. Dirección: Yanina Frankel y Rosalía Jiménez. Actuación: Gisela Podestá. Asistente técnica: Estefanía González. Dramaturgia: Gisela Podestá y Yanina Frankel. Música original: Martín Mangone. Grabación en estudio: Tomás Yacachury. Coreografía: Valentina Paiavonskis. Entrenamiento vocal: Mara Ferrari. Diseño y realización de vestuario: Gina Peiretti. Diseño y realización de escenografía: Maximiliano Damperant. Diseño y puesta de luces: Lucas Lavalle. Ilustración: María Podestá. Diseño gráfico: Julia Izaguirre. Fotografía: Débora Cerutti. Filmación: Juan Martín Dell’oro.

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