La asistencia a tres de las nuevas obras de Microteatro (El traficante de sueños, Va a venir y Cuando me lleva el espejo) permitió comprobar que su proyecto no es joda, sino todo lo contrario: va en serio
Por Andrés Maguna
La noche del viernes 3 de mayo volvimos al Microteatro, y las buenas impresiones de aquella primera vez, un jueves de marzo (ver nota aquí), se vieron incrementadas, y aumentada la buena vibra hecha de emociones, sensaciones y pensamientos en torno de breves ficciones, notorias muestras de arte dramático por medio de puestas en escena con todas las de la ley, modernas y hasta vanguardistas.
Esta vez fui acompañado otra vez por Zoe, mi hija más nueva y fotógrafa de la Belbo, y se sumó, por suerte, Eleazar, el novio de Zoe. Y digo por suerte porque nos permitió cotejar su mirada y sus descubrimientos, en tanto parte del público “genuino”, con los nuestros, más enfocados en la crítica, la foto, la apreciación evaluativa. Además de que siempre resulta reconfortante hacer de lazarillos, o Virgilio, en el recorrido de un mundo nuevo para el otro, en este caso un tercero.
Así, en el primer piso fuimos derecho a los carteles enmarcados de la Sesión Central (de 21 a 22.30) y elegimos en modo intuitivo-aleatorio dos de las cuatro obras en oferta mensual, El traficante de sueños y Va a Venir, luego fuimos a la pared en la que estaban los afichitos de la Sesión Golfa (de 22.30 a 24) y escogimos, de entre las cuatro piezas teatrales ofrecidas, Cuando me lleva el espejo.
Esto fue a las 21.20, y cuando salimos más de dos horas después (23.35), los tres coincidíamos en consideraciones fuertemente ponderativas de la experiencia: las tres obras nos habían cautivado, nos habían gratificado comunicativa y artísticamente, nos habían hecho reír en sus diversas instancias (de las tres nombradas sólo Va a venir es una comedia, las otras son un drama y una tragedia), y nos habían dejado ser parte de su plan de vuelo. Y por mi parte, volví a sentirme impactado por la magnitud proyectiva de la franquicia rosarina Microteatro como usina productora del teatro independiente de la región, como fuente generadora de trabajo remunerado para un buen número de realizadores teatrales, en fin, como fábrica de ficciones teatrales (se estrenan allí entre 80 y 100 piezas por año) cuyo alcance y profundidad parece no tener ni techo ni fondo.
Además –tal vez sea éste el dato mayor–, la capacidad de cada una de las microsalas (alrededor de 20 personas) en todas las funciones estuvo colmada, permitiendo un cálculo fácil: 24 funciones (en cada sesión de cada obra se ofrecen tres) por 20 da un total de 480 espectadores por noche (digamos 450, para no exagerar), tres días por semana (jueves, viernes y sábados), redondeando para abajo en 1.200 espectadores semanales, más de 5.000 mensuales y 60.000 anuales. Y estamos hablando de un número de espectadores, un público exclusivo del teatro independiente rosarino.
Allende estas febriles lucubraciones, trataré de esbozar críticamente, con la menor cantidad de adjetivos posible (por una cuestión de extensiones), sendas semblanzas de las tres obras que vimos y escuchamos, y de las que participamos.
1. El traficante de sueños. Drama.
Charo Colonna y Christian Valci en “El traficante de sueños”.
Sentado sobre una simple cama de pino, mirando al vacío, abstraído en lo que parece ausencia de pensamientos, un viejo vestido con sencillez, calzando una gorra de visera, espera quién sabe qué. Frente a él, sentada en una silla, una mujer de mediana edad lo mira. Ambos están iluminados por un viejo velador que está sobre una mesita de luz de lo más común (junto con la cama y la silla, únicos muebles de la habitación). Ni el viejo ni la mujer se percatan de que entran 20 personas y se sientan en dos hileras de sillas frente a ellos. Entre la primera hilera de sillas y la cama hay una distancia de metro y medio, metro cuarenta. Transcurren dos minutos durante los cuales las veinte personas miran en silencio al viejo y a la mujer abstraído y estáticos. De pronto, el cuarto queda oscuras unos cuantos segundos y, al encenderse la luz, la mujer comienza a hablar, con el tono de continuar una conversación: “No me podés hacer esto, Lito”.
Así comienza la obra El traficante de sueños, en la que el viejo Lito es interpretado por Christian Valci, y la mujer, su hija, por Charo Colonna. Un drama “de geriátrico” expositivo de un tema poco tratado por ser doloroso para muchos: el de los ancianos “depositados” y “abandonados” generalmente en horribles instituciones, sean del Pami o no. En esta ficción escrita y dirigida por Sebastián Villar Rojas, redonda por donde se la mire (en especial las actuaciones y el texto hecho de un diálogo), se aborda de manera intimista un conflicto tan común como negado, o evitado, por las corrosiones y culpas que nos provoca a todos los que envejecemos o envejeceremos. Y lo hace de frente y manteca, sin evitar tópicos incómodos ni situaciones risibles en su evidente decadentismo. No sobra ni le falta nada para ser una historia completa en una escena, con el plus del veterano Valci en su mejor forma.
2. Va a venir. Comedia.
Mascía y Pelanda en la pieza teatral dirigida por Carolina Diez.
La pieza teatral Va a venir, escrita y dirigida por Carolina Diez, cuenta la historia de una sanadora new age (Macu Mascía) que consigue “atrapar” a un pobre joven (Aquiles Pelanda) que cometió el error de poner un “me gusta” en una publicación digital de un “oráculo”. La escena transcurre en el ashram de la sanadora, donde el incauto joven le explica que no sabe por qué está ahí, que lo único que recuerda es que se golpeó la cabeza con una estantería mientras se levantaba luego de recoger una lata de arvejas (aún la conserva entre las manos) en el súper, justo cuando aún tenía en la mano el teléfono sobre cuya pantalla había pulsado el “me gusta”. Y allí estaba, siendo acosado, a la defensiva, por una casi loca que no paraba de hablarle. Sencilla e ingeniosa a la vez, con interpretaciones perfectamente ajustadas al género, Va a venir alcanza picos hilarantes y frases, en ese diálogo desparejo (la sanadora habla mucho, el joven muy poco), que calan por su humor no concesivo, es decir aquel que no subestima entendimiento alguno. Por eso es fácil reconocernos en los personajes, en la situación, e identificarnos en esa parte de comedia que tienen la vida y la realidad. Mérito de los tres realizadores de Va a venir. Aplausómetro al taco para elles.
3. Cuando me lleva el espejo. Tragedia.
Carolina Diez y Mauro Lemaire en “Cuando me lleva el espejo”.
Acá nos encontramos con una experimentación vanguardista con el soporte de la ciencia ficción especulativa para montar una tragedia hecha y derecha, pues en eso consiste, y persiste, Cuando me lleva el espejo, pieza en un acto escrita y dirigida por Mauro Lemaire, también a cargo de la interpretación junto con Carolina Diez, formando el contexto de una pareja que atraviesa unos días difíciles a raíz de haber encontrado, ella, un espejo tirado en la calle que, instalado en el hogar conyugal, ejerce una extraña influencia sobre ambos. “¿No sabías que no hay que levantar espejos de la calle?”, le recrimina en un momento él. Pero ya es tarde para advertencias, y el maleficio actúa progresivamente a lo largo de los días. Contar más sería spoilear. Sólo diremos que el laburo corporal y de la voz de ambos actores acompaña genialmente el guion fantástico sobre la increíble transformación, mágica y humana a la vez, de dos personas, una pareja, que sucumben irremediablemente ante la adversidad y la maldad de un poder monstruoso y desconocido. Y aunque parezca increíble, por esto dicho, hay espacio para instantes de un humor puro y asequible. Otro aplausómetro al taco para Cuando me lleva el espejo.
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Tan grata nos resultó la velada teatral que nos dieron ganas de volver a probar “la experiencia Microteatro” en un futuro próximo (¿será un oxímoron?). Atentos, queridos lectores de la Belbo: habrá nuevas entregas al respecto.
FICHAS
“El traficante de sueños”. Actuación: Charo Colonna y Christian Valci. Texto y dirección: Sebastián Villar Rojas.
“Va a venir”. Actuación: Macu Mascía y Aquiles Pelanda. Texto y dirección: Carolina Diez.
“Cuando me lleva el espejo”. Actuación: Carolina Diez y Mauro Lemaire. Texto y dirección: Mauro Lemaire.
Muy buena crónica de una noche a puro teatro!!