Who is Pablo Ananía?

A propósito de Who is me? Novela de un novelista malogrado, poesía vitalicia de Pablo Ananía-Portogalo: la disolución y la condensación del “Yo”

Por Paola Chinazzo

La poesía

se realiza queriendo

y sin querer.

Golpeas

en esta costa

y se juntan arenas

en la otra.

Hugo Padeletti

Pablo Ananía nació en Rosario en 1942. Residió en México, Costa Rica y España, y vive actualmente en Buenos Aires. A lo largo de su vida, además de poeta, ha sido periodista y ensayista: “Transitó el periodismo llamado profesional, en una vertiginosa sucesión de eficacia exitosa y apuestas audaces. Supo desplegar una prosa proteica y rápidamente ascendió en el escalafón de medios que, al tiempo que disputaban la primacía del mercado, se permitían lucir los mejores recursos de una cultura de masas desafiante, preocupada aun por cierta dignidad”, escribió Jorge Dorio, quien conoció a Ananía en los años 70. Fue director periodístico de varias revistas (Siete Días, First, Confirmado, Semanario, Egoísta, Alexis, Novedades, Pestalozzi, Imagina y Arquitecturalatina,de Costa Rica), jefe de redacción de diversas publicaciones masivas femeninas y de actualidad, y libretista de canal 11. Además, fundó y dirigió en Buenos Aires, desde 1978, Editores Cuatro, Editorial Triomphe, Editorial Proust y Ambigua Selva.

La extensa y cuidada obra que ha elaborado Pablo Ananía nos muestra a uno de los poetas contemporáneos más importantes de la Argentina. Entre sus publicaciones se encuentran: Tontas preocupaciones (1963), Tipos, observaciones (1981), Ciudad Irreal (1987), La comedia continua (1989), Pensar sin pensar (1992), Más milagro que muerte (1994), Hemos construido este país desde el principio al fin equivocados (1999), Diccionario inmoral de los argentinos (2005), La poema (2012), Un espectro asedia a la Argentina (2017), Mal de ojo (2021), El animal profundo (2022) y Canto a la Argentina, un manifiesto (2023). Tras una lectura atenta, podemos señalar que su ars poética conjuga, junto al dedicado tratamiento verbal, experiencias del mundo más íntimo (el que tiene que ver con el amor y los afectos) y del circundante (aquel donde la política es un todo influyendo en la vida cotidiana) con el afán de hipnotizar “al lector a través de giros en los que brillen palabra y vida”, diría nuevamente Dorio, quien hace unos años reconoció que “fuera del omnipresente Girri es difícil hallar en las letras nacionales un trabajo de afinación constante de la propia voz como el que viene desarrollando Pablo en su producción literaria”.

Nada le ha resultado indiferente a Ananía, quien ha escrito, en un registro particular, potentes poemas cuando el país era devorado (con tanta voracidad como en el presente) y prendía el desinterés y la confusión en la sociedad, bajo la idea de que, aún en el territorio de la nada, el artista puede percibir lo indescifrable y compartirlo.  

Tampoco ante la muerte o la pérdida, lo femenino o el azar, ha permanecido impasible la escritura de Pablo Ananía, según ha revelado en una entrevista, considerándolos como aquello que marcó toda su vida y su escritura; escritura que es una aventura de la lengua y de la mente.  Es así como su arte poética se vuelve “arte política” y su intención, un objetivo: “Intervenir en la realidad, como debería intervenir un buen poeta (no digo que yo lo sea) en la realidad para develarla”, “porque no todo es visible al ojo corriente y la única herramienta para detectar esa realidad paralela que nos acompaña todo el tiempo y que el inconsciente puede percibir es el poema”.

Y vivencia, observación y razón serán las tres caras de la escritura de Pablo Ananía: “la atención puesta en la observación” (que es aquello que le impacta de la poética de Girri), “me parece el hallazgo que me permite a mí generar un mundo completamente distinto”, intentando una “poesía de observación todo el tiempo”, “en cualquier registro, en cualquier modo” porque cuando  le prestamos atención a un objeto siempre encontramos algo que está más allá de ese objeto y que es visible sólo para el tipo muy atento que lo percibe”. Con estas palabras, el poeta nos confirma una postura contundente: existe una “sensibilidad (que) surge con la razón poética, y si no hay razón poética no hay poesía”.

Sobre la presente obra

Mi obra es una condensación, en la medida de lo posible, de lo que he leído.

Pablo Ananía

Pablo Ananía ha publicado recientemente Who is me? Novela de un novelista malogrado, y comienza su obra con esta dedicatoria: “Nombro por mis lecturas últimas y mis afectos a los que sé que laboran en ese territorio construido con materia personal sensible: Jaduszliwer, Tracey, Colombo, Bellessi, Freidemberg, Rizzi, Silva Rey, Cella, Dorio”, señalando, en la contemporaneidad, con quiénes comparte el hecho lírico. Pero también se dirige a otros, tanto a los más cercanos como a los más lejanos (en tiempo y espacio, en relaciones y lecturas), constelando una escritura en plena vinculación con la labor de otras y otros escritores. Escritura de una poesía vitalicia.

Tras la lectura de Who is me? se nos revelará que estábamos tranquilos con nuestra lengua, poco reflexivos e ingenuos, y con una literatura entre insulsa e insignificante hasta que nos llega a las manos este “¿Quién es yo?”.

Porque pensar que dominamos la lengua o la escritura, que podemos con su materialidad superficial, que estas “lo dicen todo”; o considerar que conocemos y logramos abordar la literatura, quizás constituyan parte de la ficción más dulcemente tranquilizadora que nos creamos (como cómodos lectores consumidores, como escritores laboriosos de lo inexplicable, caótico e inservible) para no sentirnos avasallados por esas fuerzas vitales y necesarias que aquellas vehiculizan en la pequeña comunidad que nos circunda.

Al indagar sobre la disolución del yo, en los poemas, nos encontramos con una lengua (propia y/o extranjera, en ese sugerente “Who is me?”) que, sin dudas, nos atraviesa, nos domeña; y con la pregunta movilizadora (filosófica, política y social, ¿personal?: ¿Quién es yo?) que carcome tanto una vida que puede ser novelada como una novela de la vida que nos “tiene” y retiene como protagonistas (si queremos, si podemos ser conscientes de esto), en el centro mismo de la última obra poética de Pablo. Los dos Pablos, todos los Pablos. Porque habría una novela conteniendo la historia de vida de uno de ellos y un novelista que es un otro (sustentado paternalmente) frustrado, ya que la lengua sólo puede ser poética, y lo anecdótico, lo prosaico, imposible, solamente encuadrado en una narración no-nacida, no-parida; mientras que el fundamento de un ser-escritor subyace en versos que, forjados con “voluntad de perfección”, abrevan, libertinamente, en marcas y aconteceres cobijados por una lengua que se impone.

Y, en el reverso de la cuestión, considerar la posibilidad de cierta condensación del yo a través de un dejarse ser por un lenguaje que, lejos de hallar su fundamento en una exterioridad, tiende a una esencia que se afinca en un mundo exclusivamente particular, y suprime los posibles confines identitarios para constituirse líricamente porque “todo es posible en el poema”; único consuelo que, probablemente, nos queda.

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