
Apuntes críticos sobre tres obras teatrales vistas en el transcurso de una semana: Un domingo. Teatro total, Las escenas secundarias y La rota madre que te parió

Por Andrés Maguna
La crítica teatral supone riesgos emocionales, entraña peligros y dificultades de todo tipo, exige cuidados especiales, no ofrece cobijo ni seguridades, y si intenta ser objetiva y justa entorpece el establecimiento de lazos afectivos con los realizadores, además de encarnar en su concepto una contradicción insalvable: la subjetividad del que critica no puede ser dejada de lado, colisionando siempre (no puede ser de otra manera) con las miradas subjetivas de los creadores, sin otro remedio que ser un subproducto del hecho creativo, y un subgénero literario (la crítica teatral) de un subgénero (la crítica de arte) de un subgénero (el texto periodístico).
Todo esto lo sé, lo compruebo a diario, y por eso cada vez que encaro la escritura de una crítica me digo que será la última, y me pregunto qué me lleva a seguir, por qué insisto, qué saco en limpio para poner en la columna del haber. No lo sé, pero como son preguntas de carácter existencial decido encararlas así como decido, irreflexivamente, seguir respirando.
La semana pasada fui a ver tres obras, una muestra excelente de teatro circo llamada Un domingo. Teatro total; un drama romántico más que interesante y prometedor titulado Las escenas secundarias, y una tensionante puesta en escena, un drama en el que se buscan giros de comedia, de nombre La rota madre que te parió.
A continuación desgrano las tres críticas, y me permito advertir a mis fieles (y muy queridos) lectores que por un par de meses debo cesar en esta actividad debido a motivos personales muy pedestres: el dueño de la casa que alquilo la vendió y debo buscar una nueva y mudarme en los próximos 60 días (se agradece cualquier información de alquileres por dueño directo). Por eso la aclaración del comienzo, que además me da pie para reafirmar mi convencimiento de que cada crítica teatral debe ir acompañada de una calificación, la que sirve de guía para no esquivar responsabilidades ni transgredir los mínimos códigos humanos virtuosos:
1. Teatro circo total

(Calificación: 5/5 Tatitos)
En el marco de un proyecto (“En obra: ciclo de teatro de otras latitudes”) con la intención de juntar dinero para terminar de construir su teatro, La Comedia de Hacer Arte trajo a la ciudad un espectáculo de teatro circo de inusuales características y cualidades, llamado Un domingo. Teatro total, a cargo de un elenco argentino con un actor uruguayo y un director francés.
El domingo 30 de marzo en el Teatro Municipal La Comedia unos 500 espectadores resultamos atrapados (quien más, quien menos) durante 65 minutos en la atención hacia los seis actores cirqueros que desarrollaron sobre una historia simple (una payasesca comedia boba, de trama mínima) un excelso espectáculo del humor grotesco en andas de acrobacias de alto riesgo, malabares elaborados, danza y música, técnicas de clown, y experimentaciones varias.
Más allá de saberse que ya cuenta con más de 150 presentaciones, y de notarse que los ensayos rigieron la construcción de un caos en apariencia incontrolable, Un domingo. Teatro total exhibe un perfecto cuidado de los detalles, un preciso ajuste sincrónico de la sucesión de coreografías circenses, interpretaciones actorales superlativas en su fidelidad al género al que adscriben, entre otros logros, y lo hace con una frescura propia de aquello que se cultiva con amor, en este caso un modo de hacer teatro circo con un disfrute profesional que se retroalimenta con el disfrute y las reacciones de los espectadores.
Por si lo dicho no alcanzara para explicar la excelencia de la puesta, no se pueden dejar de mencionar las extraordinarias habilidades particulares de cada uno de los seis del elenco sobre tablas, ya sea en la suspensión capilar, el tiro con arco, las proezas de plasticidad física, el equilibrio, la danza, y demás, con el común denominador de una gestualidad exagerada en aras de la comicidad, facilitando la empatía humorística que se busca y se encuentra, a juzgar por la masividad de la risas y los fervorosos aplausos al final.

2. Escenas secundarias de la vida conyugal

(Calificación: 4/5 Tatitos)
El laburo que viene cultivando la dramaturga y directora Romina Mazzadi Arro demuestra una consistencia y una fidelidad a sus principios rectores que garantizan en cada nueva obra la aparición de aciertos reconocibles junto con la originalidad y los hallazgos propios de las búsquedas intelectuales específicas. Esas características de teatro de autor y de actores, ese que transita Mazzadi, se comprueban en Las escenas secundarias, según pude apreciarlo en la segunda función, el viernes 5 de abril, en la sala del Espacio Bravo, junto a una treintena de espectadores.
La puesta en escena, actuada por Vanina Frustagli y Martín Diéguez, durante 55 minutos desarrolla distintas situaciones de una relación de pareja, dos convivientes, desde un punto de vista traslacional: los protagonistas hablan de ellos mismos, se describen de la manera en que lo indica el guion, se ven desde afuera de sí mismos, y plantean los espacios y lo que ocurre como si ensayaran, como si lo que pasa entre ellos, el drama romántico que los aqueja o solaza, fueran, precisamente, las escenas secundarias de un todo inexpresable de amor.
A mí me resultó difícil entender el juego dramático, pero una vez que descifré de qué iba la cosa pude detenerme en la observación de los distintos elementos: el trajín de los intérpretes para actuar de actores de un romance que atraviesa un desgaste, que se torna difícil por la descompensación sintomática en la que caen con el tiempo la mayoría de las parejas, los diálogos ágiles y jugosos, los loops aliterados del relato, las luces que realzan con sutileza los distintos tonos emocionales de lo que va pasando, la precisa dosificación de “apagones” transicionales, y aquello de lo que habla específicamente la obra: la vida de esa pareja, quizás como en la mayoría de las parejas, está hecha de escenas secundarias, de pequeños dramas domésticos y cotidianos que se van eslabonando y pueden terminar siendo un salvavidas de telgopor, aunque por momentos parezca ser uno de plomo.
La circularidad planteada en Las escenas secundarias encierra algo potente, tan potente e infrecuente como un beso boca a boca en escena, y transforma lo que parece ser un laberinto sin salida de pasiones desencontradas en una ventana a través de la cual es posible asomarse para ver que el amor es posible y todo lo vence. Más optimismo no se puede pedir.
No me caben dudas de que con el correr de las funciones Las escenas secundarias alcanzará la excelencia, porque en esa segunda función pude notar que se trata de una de esas piezas teatrales que necesitan del rodaje y las reacciones del público para ir ajustando los detalles, explotar las vetas halladas en el feedback y navegar con la corriente a favor de todos los que creemos que se puede encontrar la felicidad en los besos y los abrazos amorosos, por más que la realidad de este mundo cada vez más cruel, u hostil, indique lo contrario.

3. Una madre averiada y dos hijas estropeadas

(Calificación: 3/5 Tatitos)
A priori, la cosa pintaba bien. Gustavo Guirado, un actor, autor y director de probada experticia en la lides teatrales, estrenaba su nueva obra, La rota madre que te parió, en el Teatro del Rayo, con el desempeño de tres actrices de fuste: Claudia Schujman, Anahí González Gras y Natalia Álvarez Dean.
En la sala, colmada en su capacidad (67 espectadores), se respiraba un aire cargado de hambre de teatro, de buen teatro, y pese a que durante 90 minutos (lo que dura la pieza) ese buen teatro fue servido en abundancia, algo no funcionó, y no bastaron la eximias interpretaciones de las actrices, el cuidado guion, el vestuario y los objetos escenográficos de alto vuelo escénico, ni la justeza de la iluminación, para salvar a la propuesta de una oscuridad karmática propia del tema que trata: una madre que abandonó a sus dos hijas, una de ellas postrada en una silla de ruedas (incapacitada de hablar y de moverse, producto de una enfermedad progresiva y degenerativa), vuelve a encontrarse con ellas luego de siete años de ausencia, y como las tres están irreparablemente dañadas afectivamente, solo puede acaecer el drama, un drama sin resquicios para el humor como no sea el negro.
La mujer en la silla de ruedas, Aída (González Gras), se comunica con gestos faciales y gruñidos, ruidos bucales y protopalabras que solo puede comprender su hermana Hilda (Álvarez Dean), quien pese a soñar con ser actriz, como su madre (Schujman), dedica su vida al cuidado de Aída. La madre no entiende o no quiere entender lo que dice o quiere decir su hija incapacitada, y le pide a su otra hija que le traduzca, y ésta lo hace cuando le conviene, y cuando no miente o subvierte el mensaje. Sobre esta engorrosa situación, es decir las incapacidades superpuestas de las tres girando en torno de la gran discapacidad de Aída, se trata de hallar el costado gracioso del espanto, pero no se consigue, tal vez por la ominosa y preponderante presencia de la monstruosa silla de ruedas (fue construida ad hoc para la obra), ya de por sí cargada de un simbolismo adverso muy difícil de sobrellevar.
En lo personal (desde lo que puedo contar en mi rol de crítico), me fui cargando de tensión teñida de angustia a medida que pasaban los minutos, sin poder reírme como algunos del público, y esperaba que sobre el final llegara una especie de “liberación” de esa tensión que sentía, y aunque llegó, con una previsible pero inconsistente jocosidad, no alcanzó a despejar los negros nubarrones ya instalados en mi ánimo.
Todos los géneros teatrales me atraen, me interesan, incluidos los dramas oscuros en los que no hay expiación posible para los protagonistas, aquellos que, como La rota madre que te parió, desnudan las miserias del alma humana y los amargos sinsabores inherentes a la existencia; e incluso suelen agradarme los remansos de humor que allí se suscitan, pero (no puedo evitar esta palabra desgraciada) en este caso me siento obligado a reconocer que la poiesis perfeccionista y supersensayada de la obra redundó en lo opuesto de una pretendida catarsis, y pese a que la identificación con los personajes se logra con creces, algo indefinible termina corrompiéndola, como si un espíritu elusivo hubiera colado un mensaje descorazonador en la preparación de una receta magistral del mejor teatro independiente de Rosario.

Foto: Claudio Perrin
A modo de cierre
Como dato curioso, tanto Las escenas secundarias como La rota madre que te parió incorporan como parte importante (tal vez nodal) de la puesta en escena el tema de Janis Joplin “Cry baby” (incluido en Pearl, último disco que grabó Janis poco antes de morir, en 1970), que en rigor es una canción que invita de manera conmovedora a soltar las lágrimas para aliviar el peso de las emociones que, en una montaña rusa de autitos chocadores, se nos quedan encerradas en el alma, querámoslo o no, y se pueden convertir en una bomba de imprevisibles efectos.
Y termino: el servicio de la crítica puede no tener otra utilidad que la que ofrecen las lecturas livianas sobre ficciones de la dimensión teatral. Es decir, no creo que la crítica tenga una misión que cumplir, ni ofrece garantías de nada, aunque estoy seguro de algo: como todo trabajo, puede servir para el que la ejerce como un sistema de puentes con los que atravesar los tumultuosos mares de las neurosis contemporáneas.
FICHAS:
Un domingo. Teatro total. Intérpretes: Juan Carlos Fernández, Sofía Galliano, Gabriela Parigi, Tomás Sokolowicz, Florencia Valeri, Tato Villanueva. Dirección: Florent Bergal. Vestuario: Celina Santana. Diseño de Luces: Ricardo Sica. Producción ejecutiva: María Paz Cogorno, Leticia Vetrano. Producción general: Pierpaolo Olcese. Producción independiente de Proyecto Migra y Galpón de Guevara. Lugar: Sala: Teatro La Comedia. Función única del domingo 30 de marzo.
Las escenas secundarias. Dramaturgia y dirección: Romina Mazzadi Arro. Actúan: Vanina Frustagli y Martín Diéguez. Sala: Espacio Bravo. Funciones todos los viernes de abril.
La rota madre que te parió. Dramaturgia y dirección: Gustavo Guirado. Actúan: Claudia Schujman, Natalia Álvarez Dean y Anahí González Gras. Diseño de arte y vestuario: Javier Palomino. Costura y confección: Marta Dean y Laura Gras. Asesoramiento corporal: Romina Brucellaria. Entrenamiento vocal: Angie Cámpora. Sala: Teatro del Rayo. Funciones todos los sábados de abril y mayo.
