El sabor de la experiencia

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Dibujo de De Kooning borrado, 1953, Robert Rauschenberg

Por Andrés Maguna

En 1948 Robert Rauschenberg (EE.UU. 1925-2008) se metió a estudiar pintura en el Black Mountain College, de Carolina del Norte, y allí se hizo amigo de John Cage, que estaba interesado en la música.

En 1969 el también artista Forrest Frosty Myers invitó a Rauschenberg a participar del Museo Lunar (Moon Museum), una pequeña oblea cerámica que mide tres cuartos de pulgada por media pulgada y contiene trabajos de seis artistas prominentes de la década del 60: los citados Myers y Rauschenbeg más David Novros, John Chamberlain, Claes Oldenburg y Andy Warhol.

Esta oblea está anexada a una pierna del módulo lunar que partió a la Luna con el Apolo 12, el 14 de noviembre de 1969 (el Museo Lunar se considera el primer objeto de arte espacial, y resulta imposible saber con certeza si se encuentra en la superficie de la Luna sin enviar una nave para comprobarlo).

Existen seis obras de arte localizadas en la cerámica, cada una de ellas en blanco y negro. En la parte superior central se encuentra una simple línea trazada por Rauschenberg. A su derecha hay un cuadrado negro, con líneas blancas delgadas intersecándolo, pareciendo una pieza de circuito, contribución de David Novros. Debajo se encuentra la obrita de John Chamberlain: un patrón de figuras que también parece circuito. En la parte media central se encuentra una variación geométrica de Mickey Mouse, colaboración de Claes Oldenburg. Myers, por su parte, creó la obra que se encuentra en la parte inferior izquierda, un dibujo generado por computadora de un símbolo llamado Interconexión. Finalmente, el último dibujo en la parte superior izquierda es de Andy Warhol: una versión estilizada de sus iniciales.

El Museo Lunar y sus seis obras.

Catorce años antes de participar con su línea negra sobre blanco del Museo Lunar, Milton Ernest Robert Rauschenberg, con 27 años y tratando de abrirse paso en el mundo del arte, visitó al ya célebre Willem de Kooning (de 49, por entonces uno de los pintores mejores valuados del mundo) y le pidió uno de sus dibujos para borrarlo.

Antes de ir a lo de De Kooning, Rauschenberg se emborrachó a conciencia, tal vez para envalentonarse o para clarificar su plan. Quién sabe. Lo cierto es que lo hizo y le salió bien: De Kooning le cedió un dibujo muy preciado por él y difícil de borrar, y Rauschenberg creó Dibujo de De Kooning borrado, 1953, una obra bisagra sobre la significación del arte en el Siglo XX.

En 1961 John Cage publicó un texto, titulado Sobre Robert Rauschenberg, artista, y su obra, en el que, entre otras cosas, dice:

“¿Así que alguien tiene talento? ¿Y qué? Hay a patadas personas con talento. Estamos superpoblados. En realidad, tenemos más comida que gente, y más arte. Hemos llegado al extremo de quemar la comida. ¿Cuándo empezaremos a quemar el arte? La puerta está cerrada con llave. Rauschenberg entra. No hay nadie en casa. Pinta un cuadro nuevo sobre el viejo. ¿Hay posibilidad entonces de conservar los dos, el de arriba y el de abajo? ¡Estamos en un aprieto (no es más serio que eso)! Verdaderamente es una alegría empezar de nuevo. Para prepararse, borra el De Kooning.”

El ejemplo de Rauschenberg, el de Cage, el de esta gente que se empeñaba en mandar un museo a la Luna, que empezó a laburar en el cambio de sentido del soporte y la finalidad, o no finalidad, del acto creativo, renovando las maneras de ver, escuchar y pensar los espacios en blanco, los silencios, lo aparente y lo real, lo aleatorio, lo casual y lo azaroso, hace 60, 70 años, y le dio duro y parejo con largo aliento, que inspiró y expiró, contrajo y dilató, expandió y asentó una idea vivificante y simpática que hasta ahora, casi transcurrido un cuarto del Siglo XXI, sigue proyectándose y dando que pensar.

Cage y Rauschenberg.

Volviendo al texto de Cage:

“Hay en Rauschenberg, entre él y aquello que recoge para usar, la cualidad de encontrar. Por primera vez. Si, como sucede, hay una serie de pinturas que contienen tal y tal material, es como si el encuentro se ampliara a una visita por parte del extraño (que es divino). De esta forma las sociedades sin artistas congelan sus experiencias en modos de comunicación al servicio del error. El extraño se va pronto, dejando la puerta abierta.”

Imaginemos ahora a un extraterrestre que dentro de 100.000 años encuentra esa puerta abierta (por medio de agujeros y gusanos espaciales llega a la Luna) y visita el Museo Lunar, sin haberse enterado nunca de la existencia de unos seres que se llamaban a sí mismos humanos.

Seguimos imaginando, y vemos al ET sostener con tentáculos el Museo Lunar para poder ¿mirarlo? con lo que podrían ser ojos en lo que podría ser cabeza, para luego de unos segundos llevárselo a lo que podría ser una boca, sacar lo que podría ser una lengua y ¿lamer? la pieza cerámica que contiene el museo, confirmando que sin fronteras de tiempo y espacio el gusto por el arte perdura en lo efímero y espontáneo. Y que lo único cierto se halla en la experiencia.

Resumiendo: imaginamos a un ET que encuentra una puerta abierta en el espacio y el tiempo y, al traspasarla, llega a la Luna, donde visita el Museo y lo prueba a su manera; ¿y por qué no pensar que al hacerlo logra asimilar toda la información allí contenida sobre los seres humanos, incluidos los artistas del museo y sus obras, y sus vidas, y más? Al fin y al cabo es un extraterrestre imaginario y podemos suponer que tiene poderes ilimitados. Así, el alien logra entender el sentido intrínseco de Dibujo de De Kooning borrado, 1953, y de todas las obras que alguna vez realizaron los artistas allí presentes, y accede a todo lo que se escribió sobre ellos (o escribieron ellos), incluido el texto de Cage, deteniéndose, embelesado, en un párrafo que dice:

“(Las pinturas blancas se manchaban con todo lo que les caía; ¿por qué no las miré con una lupa? ¿Solamente porque no tenía una? ¿Están de acuerdo con la afirmación: después de todo, la naturaleza es mejor que el arte?) ¿Dónde empieza la belleza y dónde acaba? Donde ella acaba es donde el artista empieza.”

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