Interrelación entre Foucault y Mignolo

Condiciones del discurso filosófico: geopolítica y matriz eurocéntrica

Por Julio Cano

Intentaremos, en el presente artículo, interrelacionar la presentación de las condiciones del discurso filosófico según uno de los más importantes filósofos europeos contemporáneos, Michel Foucault, con las mismas condiciones enunciadas desde nuestras tierras por el movimiento decolonial, representado por Walter Mignolo. Entre ambos, colocaremos algunas breves condiciones referidas a tal discurso, según nuestro modesto saber y entender.

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Comenzamos por Foucault:

“ (…) Condiciones y formas del decir veraz, por una parte; estructuras y reglas de la politeia (es decir, de la organización de las relaciones de poder) por otra y, para terminar, modalidades de la formación del ethos, en el cual el individuo se constituye como sujeto moral de su conducta: estos tres polos son irreductibles y, a la vez, están irreductiblemente ligados unos a otros. Aletheia, politeia, ethos. Creo que la irreductibilidad esencial de los tres polos y su relación necesaria y recíproca, la estructura de atracción de uno hacia otro y viceversa, sostuvo la existencia misma de todo el discurso filosófico desde Grecia hasta nuestros días”.

“Pues lo que hace que el discurso filosófico no sea un mero discurso científico, que se limite a definir y poner en juego las condiciones del decir veraz, lo que hace que el discurso filosófico, desde Grecia hasta nuestros días, no sea un mero discurso político o institucional, que se limite a definir el mejor sistema posible de instituciones y lo que hace, por fin, que el discurso filosófico no sea sólo un puro discurso moral que prescriba principios y normas de conducta, es precisamente el hecho de que, con respecto a cada una de estas tres cuestiones, plantea al mismo tiempo las otras dos”. (M. Foucault, “El coraje de la verdad” pp. 83 – 84 , Curso en el Collège de France, 1983 – 1984, versión española, FCE, 2011).

Nos permitimos transcribir textualmente las palabras de Foucault referidas a la especificidad del discurso filosófico ya que lo patentizan convincentemente mejor que cualquier glosa que se nos pudiera ocurrir. La reflexión filosófica, entonces, tiene una presentación bien típica y al mismo tiempo una interrelación con los ámbitos señalados que le es propia.

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Algunas puntualizaciones desde nuestro punto de vista para agregar a lo dicho:

 Siempre se filosofa, se reflexiona, desde un cierto espacio-tiempo. Y desde una determinada sociedad. Relacionamos ambas características en el término “Geopolítica”. Se elabora un discurso y se lo hace presente con el telón de fondo de la geopolítica que lo engloba. ¿Qué significa la geopolítica en el discurso filosófico? Significa que los conceptos filosóficos son creados por alguien en una determinada situación histórico–social, y que ésta es condición de verdad de lo que pueda decirse. Ya no alcanza con que explicitemos el qué del discurso filosófico, sino que se patentice el quién lo dice.

Nuestro planteo, entonces, se hace explícito en un tejido denso: una red anidando dentro de otras redes.   Expresado de  forma más contundente, no se trata de que la realidad sea semejante a una compleja trama de redes,  sino que ella es una trama hipercompleja de redes. No existen elementos de la realidad que se hallen mas allá de tal trama. Podemos decirlo de otro modo: todos los fenómenos de la realidad son codependientes. De modo que nuestro discurso filosófico existe con el tejido hipercomplejo de nuestra sociedad. En nuestro caso, tal tejido es Nuestra América Latina.

Otro elemento fundamental a tener presente es que existimos y pensamos en procesos. Y que los procesos son característicamente no-lineales: cambian, se transmutan, pierden realidad, aumentan en importancia para luego enmudecer, envejecen junto con nosotros, etcétera. Lo que menos poseen los procesos es regularidad discreta, linealidad.

Esta formulación hace que debamos admitir que nos posicionamos en una forma compleja de la historicidad. El discurso filosófico hace parte de un modo de ser en el mundo que es histórico en su contingencia tanto como en su estructura ontológica. Conclusión pertinente para lo que estamos planteando: los conceptos filosóficos son aseveraciones transitorias que dependen de la situación geopolítica de quien los enuncie.

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Veamos ahora otra característica, esta vez específica, de nuestra geopolítica latinoamericana: la voz del pensamiento decolonial.

En los últimos tiempos ha emergido en Nuestra América Latina un movimiento filosófico del cual nos hacemos eco por parecernos muy pertinente: el llamado Movimiento Decolonial. Con él mantenemos un diálogo de reciente factura en donde aparecen tanto los acuerdos como los disensos. El acuerdo de mayor importancia es el que refiere a la precisa línea divisoria que se establece entre nuestras formulaciones geopolíticas y las formulaciones de cuño europeo que, a partir de la modernidad, se autodefinen como universales y generales, esto es: válidas para todos y en todo tiempo. Textualmente, esas formulaciones desean contener una estructura metafísica. Por lo tanto, no tienen en cuenta ni la historia ni el espacio desde el cual se explicitan. Digamos que, expresado así, no desean reconocer su concreta geopolítica.

El Movimiento Decolonial plantea que las formulaciones filosóficas modernas tienen una historia y que esta historia surge con el proceso colonizador en 1492 (los viajes de Colón y su contexto). No es este el lugar para detallar la relación estrecha entre el pensamiento filosófico moderno (cuya figura emblemática es Descartes) y la colonialidad, una configuración económico-política que emerge al mismo tiempo que lo hace la Europa atlántica –Portugal, España e Inglaterra– y cuyas bases teóricas y sus prácticas fueron desde el comienzo imperialistas con respecto a todo nuevo territorio y a todo nuevo pueblo con el que se toparan. Pero señalemos que su proyecto geopolítico fue, desde el comienzo, una actitud avasalladora, en nombre de lo que consideraban la verdad revelada: el cristianismo encarnado en el guerrero varón, que llegaba a nuevas tierras con la Biblia en una mano y la espada en la otra, el capitalismo como modo de producción y una actitud netamente racista.

Ahora decimos que los planteos de Foucault transcriptos al comienzo son acertados. Pero limitados al contexto desde el cual fueron formulados. Debemos asumirlos y darles un nuevo sentido teniendo presentes las características anotadas, especialmente la de que el filosofar emerge desde determinados contextos geopolíticos y no desde una estructura metafísica ahistórica y acontextual. Ni siquiera la lógica simbólica o matemática escapa de esos límites. Darles un nuevo sentido significa re-formularlos, lo que nos lleva, necesariamente, a elaborarlos como pensados y dichos en un lenguaje que no es el original. Se constituirán en nuevos conceptos filosóficos.

“Llamo ‘paradigma otro’ –dice Mignolo–  a la diversidad de formas críticas de pensamiento analítico y de proyectos futuros asentados sobre las historias y experiencias locales. El paradigma otro es diverso, no tiene un autor de referencia ni un origen común. Lo que tiene en común es el conector, lo que comparten quienes han vivido o aprendido en el cuerpo el ninguneo de los especialistas que hablan y sentencian desde la academia”.

Para este autor, el pensamiento desde la periferia de los centros de poder es un “pensamiento de frontera”, con lo cual sitúa todo lo pensado en el área geopolítica de América Latina como un entramado de reinterpretaciones de los conceptos y categorías provenientes del área geopolítica europea y anglosajona y en interrelación con los modos de pensamiento de nuestras propias áreas. Supone una epistemología (o, mejor, una serie de epistemologías) que no se ajustan ni al pensamiento eurocéntrico ni al pensamiento nuestro, sino a un área intermedia y ambigua, donde se procesan modos de pensamiento híbridos. De ahí la caracterización que hace del mismo, calificándolo como “pensamiento fronterizo”.

No nos atrevemos a ajustarnos a esta posición. Aquí, pues, aparece un disenso con la postura decolonial. Mas bien entendemos que constantemente estamos (desde aquí) reinterpretando los conceptos de la filosofía de cuño europeo y anglosajón. Tal reinterpretación resulta ser, lo más a menudo, tan radical como para acuñar nuevos conceptos. Luego, en lugar de ubicarnos en una frontera entre dos filosofías, nos ubicamos entre una matriz eurocéntrica de raíz greco-cristiana y las reinterpretaciones que constantemente realizamos de la misma. Para nuestro caso específico, el rioplatense, resulta ser más agudo aún el problema de confrontar dos modos de pensamiento, dos epistemologías dada la inexistencia de una tradición de pensamiento aborigen (no tenemos, por ejemplo, un cuerpo de conceptos charrúas o guaraníes). Si ponemos como ejemplo a un pensador de nuestra tierra destacado por su originalidad –supongamos, Carlos Vaz Ferreira– y si no le advertimos a un hipotético lector europeo que es uruguayo, no lo distinguirá, en su metodología y en su estilo, de otros autores europeos. No nos queda otra salida, pues, que la que hemos utilizado siempre: la reformulación de conceptos de matriz greco-europea confrontados con los problemas nuestros.

De todas formas aceptamos la ubicación fronteriza para caracterizarnos, ya que la matriz griega para las tareas filosóficas sigue siendo ineludible. Se verá que en este breve articulo ya hemos puesto en práctica la interrelación entre pensamiento filosófico de corte europeo (el texto de Foucault) y nosotros (el contexto epistemológico geopolítico latinoamericano). En rigor, lo hemos hecho siempre en estas notas, y agregamos que es una metodología que no nos aleja de nuestras problemáticas sociales y teóricas, sino todo lo contrario.

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