Lo mucho de Hijos de Roche

Mazzadi Arro (con lentes) y algunos de los muchos Hijos de Roche en celebración plena.

La directora, dramaturga y docente Romina Mazzadi Arro repasa con ternura y emoción los 25 años del grupo que comanda y los tres lustros del Espacio Bravo Teatro

Por Romina Mazzadi Arro

Veinticinco años no son nada, pero son un montón de tiempo. Y de gente.

En 1998 mi amiga Carolina Hall me regaló el libro de las obras completas de Alejandra Pizarnik (la edición de 1990 de Corregidor), y fue como cuando leí El Eternauta: un terremoto. Un delirio. Un antes y un después.

Ahí y desde esos poemas dolidos y brillantes se armó la primera obra que hicimos: Como si no pasara nada, estrenada en 1999.

Éramos Paula García Jurado, Titi Ricciuto, Sofía González, Caro y yo. Nos fue muy bien, y la cosa empezó a rodar con alegría. Y obstinación.

Más tarde mi hermano Pablo Palavecino entró a reemplazar a Titi.

Eran los últimos años de la década del 90. Esa que odiamos pero que siempre añoramos, curiosamente.

Y eran épocas de trabajar en grupo, de armar grupos, la teatralidad y sus lenguajes pasaban por la poética de los grupos, y había que ponerle un nombre a eso que nacía: Hijos de Roche era un chiste, era una broma acerca de consumir psicofármacos, de usar esas pastillas para bajar la ansiedad. No se pensó demasiado, creo que si se pensaba un poquito más ese no sería el nombre. Pero si algo definió a este grupo fue la impulsividad.  

Y si alguna vez eso cambia habrá que bajarse decorosamente del barco.

–¡Qué bueno sería tener un espacio propio!  Decíamos mientras hacíamos “vaquitas” para compranos un café con leche con medialunas en el bar que nos prestaba su húmedo sótano para ensayar

¡Hagamos fiestas para pagar la gráfica!  –Paula siempre elegía laburar el guardarropas, y Elisabet (Cunsolo, que se sumó en el año 2000) siempre se ocupaba de los vasos.

 –¡Yo compro los vasos!

 –Dale, Eli, compralos vos.

(¡Lo que actúa esta piba! pensaba mientras la veía llorar con apenas 22 años y fondo de Janis Joplin en Bravo, una obra que me sigue pareciendo una belleza).

De abajo para arriba: Paula García Jurado, Elisabet Cunsolo y Mazzadi Arro.

Las fiestas existían. No sé si hoy siguen existiendo. Cualquier lugar, en el mundo pre Cromañón, era un buen lugar para hacerlas. Fueron muchas. Se amasaba la grupalidad mientras se entraba de cara en la posmodernidad más individualista jamás imaginada. Algo crecía y moría a la vez.

Siguieron: Más de lo mismo, Uno busca lleno y Bravo, entraron Carmen Márquez, Bárbara Peters, Marcelo Calzia, Paulita Ominetti y Martín Gross, entre el 2000 y el 2002. La poética parecía bastante absurda, pero pese al espejo roto que parecía, un hilo juntaba todo. Al día de hoy no sé cómo se llama ese hilo. Ni me importa saberlo, por cábala.

Siguió Hasta la exageración en 2003 y ahí viajamos bastante. Fiestas nacionales, festivales. La escenografía en taxi y repartida entre el departamento de Barby de calle Sarmiento y otro poco debajo de mi cama en alguno de los micromonoambientes y pensiones que habité. No había un mango. Eso sí.

Después llegaron La viuda del ciclista y Amílcar, el fantasma de la inseguridad. Ahí entraron Mariana Terrile, Yeru Marturet, David Gastelú y Lorena Rey.

Las obras salían todas seguidas, todos los años, como trompadas de loco.

Íbamos de sala en sala, La Manzana, el Rayo, el Cet, La Morada, Divino Tesoro, casas prestadas, cualquier lugar era un espacio escénico. Teníamos muchas obras y algunos miembros ya se iban a Buenos Aires, o se volvían a sus ciudades. Hijos de Roche seguía siendo el encabezado de las obras que salían, aunque la circulación de gente era grande.

Se ve que algún espíritu nos aunaba, aun en la extrema distancia. Aún cuando la idea de trabajar “en grupo” se diluía, con reticencia, en los de más de 40.

Vinieron Insoportable, el término de un largo día, en 2007, y Se finí en 2008. Entran Ricardo Arias y Francisco Fissolo. También Mirna Pecoraro, que reemplazaría a Barby en Insoportable.

Y en 2010 Baby Jane. Paula y Elisabet encarnaron a las hermanas Hudson con tanta maestría que las funciones (casi 200) se llenaban de desconocidos. El “público general”, como se dice. En una casa en la calle Pasco que alquilé en el 2009 y fue: casa-estudio, estudio, y finalmente, gracias a esa obra, pequeña sala de teatro.

Así nacía Espacio Bravo Teatro, que anduvo por algunos inmuebles de la ciudad sobreviviendo a alquileres estragosos hasta desembarcar en la actual casa de Catamarca 3624, ya asociadas con Paula García Jurado y Elisabet Cunsolo. Finalmente pusimos el gancho, en 2017, las tres.

Frente recién pintado de la primera sede propia de Espacio Bravo Teatro, en Catamarca 3624, Rosario.

En 2013 le digo a Paula, que ya venía trabajando en dirección:

Tengo un texto, se llama “Ya estoy solo”, tiene que actuar Elisabet y lo tenés que dirigir vos. Y no me podés decir que no.

Y así fue.

Y fue una bomba esa obra.

En 2014 se estrena El desagüe y, en 2019, Esta máquina no era dios.

En 2021, pandemia pura y dura, nos dejan hacer cosas al aire libre y sale Siamo fuori, con Tico, Eli y Pau… Una pequeña joyita que nos dio mucho aire en tiempos de barbijos. Una experiencia feliz.

Elenco completo de “Siamo fuori” (García Jurado, Cunsolo y Tico Fissolo).

Hicimos una familia, llena de idas y venidas, llantos, subidas y bajadas. Una familia con todas las letras. Hubo de todo, pero sobre todo respeto, aguante y trabajo.

Hoy Hijos de Roche y Espacio Bravo Teatro juntan a los mismos amores y a la misma gente.

Un cuarto de siglo. Un montón.

(Nota de la Redacción: Este sábado 18 de mayo se estrena en Espacio Bravo la obra No descansa nunca, con dramaturgia y dirección de Romina Mazzadi Arro, y actuaciones de Elisabet Cunsolo y Paula García Jurado)

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