Federico Zuliani: “Aguante Ed Wood, pero más John Carpenter”

Extrovertido, polifacético, rosarino e internacional, con mil historias para contar, el director de la película Nekrópolis va del pasado al futuro sin escalas tratando de apuntalar un presente. De ese modo, se deja conocer

Por Fernando G. Varea

Toda vida está hecha de historias y la de Federico Zuliani Recagno lo evidencia claramente. Ya de chico, sabía que la casona ubicada frente al colegio Dante Alighieri, donde estudiaba, era de su abuelo, y que su padre contador era parte del Jockey Club tanto como del gabinete del intendente Horacio Usandizaga. A los diecisiete años, sus días como rugbier, DJ y alumno de Psicología en la facultad se alteraron por la invitación de una tía presentadora de TV (hoy directora del Museo de Alta Montaña de Salta) para participar en un desfile de modas en el Teatro El Círculo. Antes había asistido a clases de teatro con Mirko Buchín y Pepe Costa, en 9 de Julio y Buenos Aires: “Tengo recuerdos maravillosos de ambos, pero nunca volví a verlos”, cuenta en el bar en el que nos encontramos y al que llegó en monopatín, desplegando simpatía ante quien se cruzara en su camino.

A través de una agencia de Buenos Aires que le tomó unas fotos, llegó a España. “Como había estudiado en la Dante, sabía italiano –rememora, con más entusiasmo que nostalgia– y por eso no tuve problemas cuando me convocaron para trabajar como modelo en Milán, donde empecé con Giorgio Armani. Fue un salto, porque la moda en España está buenísima pero la meca es Milán. Quedo para los desfiles de Armani, de Versace, de Gabanna, de Valentino. De ahí me iba a París, a Nueva York y a Londres. Llegué a ser top model, no super model”.

—¿Lo disfrutabas o en algún momento te resultaba agotador?

—Era maravilloso. Lo único que lamento es que estaba solo para ver todo eso. Además, se ganaba muy bien en esa época, hasta que alrededor del año 2000 se produce un quiebre, una masificación. Recuerdo que cuando empecé me pedían que estuviera más magro, menos musculado. Practicar deportes nunca me fastidió, pienso que el ser humano necesita de cierta rutina que lo saque de la vagancia. Al mismo tiempo, me fui acostumbrando a recibir propuestas sexuales permanentemente. Por suerte no tenía necesidad. Hoy lo llamaríamos acoso.

—¿Cómo fue despertándose tu interés por el cine?

—Tenía que participar en spots publicitarios y, como había estudiado teatro, me resultaba fácil quedar en los castings. Eso me servía para ponerme a charlar con los directores. A través de un amigo estuve, por ejemplo, como meritorio en un corto que hizo Win Wenders, un tipo muy concentrado en el laburo, con una idea muy clara de lo que quiere y un equipo de trabajo muy definido. Recientemente, en México, fui meritorio en Las crónicas de Navidad (2018, dir. Clay Kaytis), con Kurt Russell. Ahí vi lo último de lo último en equipamiento e iluminación. Ahora se usa una pastilla de helio, ¿sabías? Es blanca, tiene cuatro amarres y vuela. Tiene una luz adentro y es como un sol perfecto.

En su relato van surgiendo nombres de celebridades, compañeros ocasionales de un vértigo de viajes y fiestas: Valeria Mazza, Susana Giménez (“Yo sabía que el hombre más guapo de este boliche tenía que ser argentino”, dice que le dijo, imitándola), Catherine Fulop (con quien trabajó en un programa de Canal 9), Charly García (quien, en un desfile de Roberto Giordano en Pinamar, le gastó una broma porque los modelos salían con la cara pintada de blanco: “Fede, Fede, la blanca va acá”, señalando su nariz). Gustavo Cerati le había negado un reportaje para un canal de TV pero lo reencontró sin conflictos en una fiesta “tremenda” en Punta del Este (“la misma en la que a Maradona se lo llevaron en helicóptero”), donde el músico conoció a la modelo con la que viajó a Venezuela, cuyo nombre prefiere no mencionar.

Al mismo tiempo, habla de lugares en los que vivió y trabajó: “De vez en cuando me llaman de Alemania y voy para traerme unos euros –cuenta, con soltura–. Y vivir en Estambul fue maravilloso. El lugar al que históricamente llegaban brillantes, ropa, especias, perfumes increíbles. Actualmente desarrollan un mercado exponencial. Mucho cuero, mucho jean. Si en Argentina debe haber diez o veinte fábricas de jeans, en Turquía habrá 25.000. De alta costura, otro tanto. Hay mucho laburo. Allí trabajé con el fotógrafo Şenol Altun, hicimos una pila de publicidades”.

—¿Cómo te arreglabas con el idioma?

—Es fácil aprender turco. Yo hablo inglés, portugués, italiano, francés, turco, castellano y castellano neutro porque viví en México. Ahora estoy estudiando mandarín, con una aplicación que me descargué. Me interesa mucho porque viajé a Shanghai. Creo que China es el futuro, a todo nivel. Las cosas que vi ocho años atrás allí no las voy a ver en Argentina en treinta años. Salvo que yo tenga la brújula rota, el mundo perdió el Norte, sobre todo los europeos y los americanos. Los asiáticos andan bastante más centrados.

En diciembre consiguió que se exhibiera en el cine El Cairo de nuestra ciudad Nekrópolis, un largometraje que le llevó muchos años terminar. Cuando le señalo que aparecen varios Zuliani en el equipo de la película, se ríe: “Claro, mi papá, que viene poniendo plata, me presta el auto y me consigue tickets para viajar a donde sea, y mi hermano, que es músico. Mi familia y mis amigos eran los únicos que podían darle bola a un loco como yo. Tuve el apoyo de mucha gente incluyendo Nacho Rossello, el mejor editor del mundo. Fue filmada mitad en Rosario y mitad en Tancacha, cerca de Río Tercero. Mi ex esposa tenía una casa allí, habíamos llegado de México sin laburo, apenas con un poco de guita, y la hicimos. La pandemia me impulsó a terminarla. Ahí había unas edificaciones detonadas tipo Chernobyl y ciertos personajes que me servían. Fritz Lang, cuando quedó varado en un pueblo, empezó a recurrir a tractores que tenía a mano y a gente del pueblo que tenía el physique du role. Leonardo Favio también decía que había que buscar amigos que estuvieran dispuestos a bancar y colaborar”.

—¿Cómo viviste la proyección en El Cairo?

—Me divertí mucho. Pensaba “¡Terminé esta fucking película después de tanto tiempo!” Es como cuando terminás de entregar algo. Me divertía ver que el público se reía en situaciones que no eran gags. Otras sí son desternillantes, como cuando tienen que hacer desaparecer un cuerpo y hacen empanadas de carne. Ese humor ayuda a soportar lo que estamos diciendo sobre el futuro de la humanidad. A esta le seguirá Plutókrata y ojalá podamos hacer también Arkángeles. En toda la saga figura la letra K pero no por Cristina Kirchner, nada que ver. Plutókrata es la historia de un playboy multimillonario que hace lo que se le cantan las pelotas en los grandes eventos y en las grandes capitales hasta que se da cuenta que su vida es una repetición sin cesar, entonces hay una vuelta de tuerca. El guion es mío, obviamente. Ya estamos buscando las locaciones y conseguimos uno de los mejores directores de fotografía. Tengo un patrocinador que banca la isla de edición, pero me falta conseguir la guita para los actores. Sin apoyo del INCAA ni nada parecido, pero no porque no quiera sino porque está cortado.

Reconoce alegremente que lo suyo es “cine clase B” y comenta que una versión más corta de Nekrópolis comenzará a exhibirse en distintas ciudades argentinas, sabiendo que los miles y miles de seguidores que le aparecieron en redes sociales y en YouTube implican espectadores posibles para esas proyecciones.

—La hiciste en blanco y negro, como Ed Wood (1994, dir. Tim Burton).

—Maravilloso cómo esa película romantiza la vida de Ed Wood. Nekrópolis la hice así porque no tenía director de fotografía y porque la increíble Metrópolis (1927, dir. Fritz Lang) era en blanco y negro también. En la mía hay un toque de color, como en La ley de la calle (Rumble fish, 1984, dir. Francis Ford Coppola). Esta película y Blade Runner (1982, dir. Ridley Scott), cuando las vi, me mataron.

Para Plutókrata piensa contar con Dolores Fonzi, Pachu Peña, Daniel Gómez Rinaldi y Mario Guerci: “A Dolores la conozco de cuando trabajé en canal 7 –comenta– porque, al volver de Europa para trabajar en E! Entertainment, empecé a hacer un programa en el que me iba con un camarógrafo a los lugares del mundo donde desfilaba y entrevistaba a los diseñadores. Fue el primer programa que tuvo una drag queen en la co-conducción. Después hice uno de premios. Así me hice amigo de mucha gente, como los Illya Kuryaki”.

Extrovertido, durante la charla puede expresar que la pandemia del Covid 19 fue una confabulación mundial y, al rato, sostener su admiración por el Che Guevara, afirmar que los “americanos” son unos chupasangre, preocuparse por la vuelta de la ultraderecha en Alemania y destacar que la corrupción excede largamente a la Argentina: “Viví en Italia cuando en la TV se hablaba del Mani pulite”, comenta, deseando que surja “un partido de coalición híbrido con gente responsable y nuevas ideas”.

—Habiendo vivido y trabajado en tantas ciudades, ¿qué lugar ocupa Rosario en tu vida?

—Me encanta. Ir al río, a los Silos Davis, a la Florida, a pescar, jugar al golf como hice toda mi vida. A diferencia de Buenos Aires, esta ciudad tiene una dimensión humana.

Sale del bar para fumar, me aclara: “Aguante Ed Wood, pero más John Carpenter”, y luego se dirige raudamente al Hipódromo para trabajar (como cuando era adolescente) como DJ. Oficio que, en cierta manera, desarrolló siempre, articulando variadas facetas, ritmos y colores con un clima de euforia alrededor.

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  1. Federico Zuliani Recagno dice:

    Muchísimas gracias por la entrevista maravillosa!!! Fuerte abrazo , siempre adelante y orgullosos de hacer cine Argentino!!!!

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