Hacía más de un mes que la redacción de Revista Belbo no tenía noticias de Miguel Erre. Los lectores nos reclamaban sus crónicas y nosotros le trasmitíamos el reclamo a nuestro amigo, que había dejado la ciudad y desde algún lugar de la pampa gringa nos prometía un texto sobre determinada zona a la vera del río Paraná. Pero el texto no llegaba y los lectores se impacientaban y sólo encontraban consuelo releyendo sus aguafuertes anteriores, aquellas en la que habla de la ciudad de los náufragos, de la paleta de colores que un ojo despierto puede encontrar en los excrementos de la roña, de los monumentos invisibles en calles invisibles por las que el cronista camina con la gravedad de un astronauta extraviado, como reza uno de sus poemas de El fondo blanco del mar.
Lo cierto es que un día, cuando ya nos era difícil responder a los justos reclamos de lectores y lectoras, Miguel nos mandó un mensaje: «Hola. Estoy en Rosario. No escribí mucho. No sé. Lo que sí hice fueron dos canciones. Las mando», nos dijo, y acto seguido mandó dos archivos: uno titulado Melalcoholía y el otro Destrucción, las dos nuevas canciones que grabó con Nadie, la banda en la que canta acompañado de Ismael Zuanigh (en el bajo y guitarras) y de Fran Fernández, en guitarras y máquina de ritmos (Fernández, además, grabó y produjo estas dos canciones).
Le pusimos play a Melalcoholía, un poco lamentándonos la ausencia de un nueva crónica de su puño y letra, pero rápidamente, con el primer acorde, los lamentos dejaron de tener lugar en nuestros atribulados cerebros de editores: Miguel con los Nadie lo había hecho de nuevo y otra vez nos daba algo mejor de lo que imaginábamos, otra vez golpeaba y acariciaba con la misma mano, de nuevo creaba poesía con el barro de toda la miseria que critica y nos enseña a criticar.
Dos canciones, nomás, que parecen una moneda, con sus dos rostros bien definidos: en una los hombres grises; en el otro una imagen del Paraná real, ese que se transforma en la escollera de Montevideo, y no ese otro que Lorca no pudo ver, o aquel en el que Carver pescó salmones.
Pero basta de parole, y sostengamos por cinco minutos esta moneda de hierro que nuestro amigo nos regala.
Las dos nuevas canciones
de Miguel Erre y los Nadie:
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